NUESTROS AMIGOS DE EMERGE MX COMPARTIERON CON NOSOTROS UN INTERESANTE TEXTO DE SU NUEVA EDICIÓN.

Miércoles 19/04 2017

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FOTOS: Cortesía
TEXTO: Cortesía Emerge Mx

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Emerge Mx es una publicación que ha comenzado a cuestionar y preguntar cuestiones básicas acerca del pensamiento de diseño más allá del Design Thinking, pues consideran que el diseño necesita ser pensado desde múltiples perspectivas: desde la crítica, la inclusión, la práctica de estudio, la educación.

Aquí un extracto del su segundo número:

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Aquel que sea más virtuoso será mejor que el otro

Desde el primer momento en el que se reveló ante mí la posibilidad de convertirme en un Diseñador Industrial, se me dijo (y sigue diciendo) que -Diseñar- es una actividad creativa e intuitiva, correspondiente a aquellos individuos con un talento innato que les permite ser llamados creadores, creativos, lo que para mis oídos adolescentes era una oportunidad única para convertirme en una especie de súper-humano capaz de transformar el mundo gracias a mi aparente capacidad creadora.

En aquella etapa de mi vida (plena adolescencia) me pareció muy potente la idea de que dependía de mí y de mi individualidad el poder convertirme en esa figura “pseudo-divina”, independiente de criterios sociales o colectivos, los cuales paradójicamente nunca habían sido de mi agrado. Me llamó la atención también el hecho de que estas particularidades eran comunes en disciplinas que podríamos llamar “hermanas”, como las artes.

De esta manera fue como hice mis primeros pininos; con una postura ensimismada y centrada en la idea de que diseñar era un acto que alimentaba a mi persona más que cualquier otra actividad. Como el tema era prioritario, me di a la tarea de investigar sobre el ego, el cual, en palabras de Jung, es una conciencia inflada de uno mismo, hipnotizada por sí misma; es el ensimismamiento máximo (Jung, 1964), y en el caso del diseño una característica básica de la incongruencia que tanto seguimos fomentando.

Evidentemente llegué a caer en el error de creer que mis suposiciones –habitualmente bien intencionadas y en algunas ocasiones bien fundamentadas– eran la mejor manera de iniciar un proyecto; sin embargo, más pronto que tarde caí en cuenta de que sucede todo lo contrario: normalmente suelo estar equivocado (y eso está bien).

Después de años de obstinación y rechazo hacia posturas colaborativas e inclusivas, he llegado a un punto en el que realmente creo que si continuamos aferrándonos a la idea de basarnos solamente en la intuición y opinión personal al momento de crear un producto, estaremos generando una proyección de nuestros deseos y aspiraciones (que si viviéramos de comprar nuestros propios proyectos/productos no habría problema alguno, gracias querido modelo económico capitalista); pero como comentó en una ocasión Austin Knight[1], los buenos diseñadores no buscan crear un reflejo de sí mismos, sino un reflejo de su audiencia.

Habrá muchos profesionales del diseño que opinan que 1) la gente no sabe lo que quiere, y 2) nosotros los diseñadores sabemos mejor que la gente lo que es deseado, viable y factible. No refuto lo anterior, es más, en distintas ocasiones he estado de acuerdo, sin embargo, me resulta de una soberbia alucinante (y alarmante) el que algunos se atrevan a asumirse tan estoicamente con la capacidad interpretativa suficiente como para poder observar, digerir y proponer soluciones en un mundo tan saturado de respuestas sin necesidad de escuchar al otro.

Lo más simpático del asunto es que terminamos diseñando ya no como diseñadores, sino como consumidores que sin darse cuenta definen ingenuamente una postura “propia” ante el mundo gracias precisamente a todo lo que este les ofrece en forma de productos de consumo (Netflix, Spotify, Pictoline, Instagram, Dezeen, El Deforma, Sopitas, Pull & Bear, Snapchat, YouTube, Starbucks, La La Land, Chef’s Table, Logan, Los mellizos de Beyoncé, Messi o Ronaldo, etc).

Incluso al día de hoy me sorprende la proliferación de diseñadores que creen que el principal objetivo de la disciplina es producir algo creativo e innovador. Recuerdo hace no mucho tiempo, charlando con un colega diseñador, una situación que me dejó con una fuerte impresión: el tema era básicamente reflexionar sobre las razones detrás de nuestro trabajo y en algún momento surge precisamente esta pregunta -¿por qué hacemos lo que hacemos?- y su respuesta fue -porque podemos-. En mi caso particular dejé de ver la creatividad como un fin en sí misma, y la idea me parece no solamente egoísta, sino ajena a la realidad en la que nos desenvolvemos.

Afortunadamente tuve la oportunidad de involucrarme en la academia desde hace más de cinco años, lo que me dio una experiencia fundamental para dar un giro de 180º a mi quehacer como diseñador, pero más importante aún, me permitió darme cuenta de un cambio radical en buena parte de las nuevas generaciones (18-22 años).

Encontré que el paradigma de la auto-realización de estos futuros diseñadores no está centrado en posicionar su persona en el escenario a través de ejercicios individuales, publicaciones en medios especializados o exhibiciones en ferias de diseño. Todo lo contrario, pareciera que la mayoría de estos estudiantes de diseño están cambiando ese paradigma por uno más enfocado a sentirse relevantes y útiles en la sociedad “real”, a través de proyectos que generen resultados inmediatos y perceptibles no solamente a ojos de otros diseñadores, sino también a ojos de aquellos “mortales” que antes no se merecían nuestra atención.

Si bien seguimos hablando de auto-satisfacción y realización para nutrir el ego, me parece estupendo que al menos para conseguirlo se lleva a cabo un proceso cíclico que los asume como parte de un todo directamente relacionado y dependiente. Por supuesto que no es una totalidad y siguen surgiendo perfiles que han mamado de la teta del “rockstarismo” de generaciones pasadas, incluida la mía; bienvenidos sean, siempre serán necesarios.

A estas alturas del partido no puedo más que creer que los mejores resultados de ejercer nuestra profesión no son el resultado de enfoque en nosotros mismos, sino de un profundo enfoque en las personas para quienes diseñamos. Cuando comprendí esto pude entender por primera vez que el diseño es (o debe ser) una disciplina centrada en la humildad, el servicio y el diálogo.

Puedo decir que la mayoría de las personas que admiro por su desempeño profesional dentro de disciplinas creativas, tienen en común la búsqueda por la humildad como la mejor fuente de progreso e innovación, en todos los sentidos. Soy de la opinión de que aquel que logre separarse de la rigidez mental típica del ego y la soberbia, y la contrarresta con la humildad, muy probablemente se encuentre dentro de un ecosistema que fomente la creatividad, y con ella de la mano el desarrollo de la sociedad.

Hacer porque podemos. Hacer porque debemos.

Christian Vivanco. 

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