Diseño basado en la vida, mitigador del cambio climático

La actividad humana está provocando serios cambios en la dinámica climática a escala planetaria, es una realidad que nos golpea a la cara y de la cual, ya empezamos a percibir y padecer síntomas, algunos evidentes en nuestra cotidianidad humana y otros no evidentes, pero igual de graves para las especies del planeta. De acuerdo a Bill Gates (2021), las mencionadas “actividades humanas” y su impacto en el planeta (al menos desde la cuantificación de los gases de efecto invernadero que producimos) se pueden medir; y por lo tanto, pudiéramos también saber cómo avanzamos en la lucha por disminuir a cero los 51,000 millones de toneladas de gases de efecto invernadero que producimos al año.

Es una realidad que no solo nos impacta por la escala planetaria, sino también, por la velocidad con que avanza; un ejemplo vertiginoso son nuestras ciudades, si pensamos en que solamente la producción de acero y cemento suman el 10% de la totalidad de los gases de efecto invernadero que producimos y lo relacionamos con que el parque edificado del planeta se duplicará antes del 2060, los datos se vuelven aún más alarmantes. Algunos autores han calculado que esto es equivalente a construir una ciudad como Nueva York, cada mes, durante los siguientes cuarenta años. La información e indicadores nos ayudan pues, no solo a visualizar la escala, sino a dimensionar la gran velocidad contra la que tenemos que reaccionar, con estrategias que permitan disminuir la grave presión que ponemos y estaremos poniendo en el futuro cercano sobre el planeta.

Sumado a la información e indicadores, urge una transformación aún más profunda desde nuestra especie, que es la cultural; romper definitivamente el paradigma dominante en el que nos autopercibimos alejados del resto de las especies, el antropocentrismo. Si tomamos perspectiva, el planeta cuenta con aproximadamente 8 millones de especies (diversos científicos han intentado aproximarse a este número, pero tomemos alguna de las versiones); pensar que una sola especie, la nuestra, es el origen y causa de la degradación planetaria a escala y velocidad mencionada, nos deja claro también el importante (e imperante) cambio que como especie debemos lograr, migrar de la cultura del antropocentrismo a una cultura de mayor conciencia sobre toda la vida que habita en la casa que compartimos.

Dejar atrás el mito de que la historia de la vida es nuestra historia, poder entender la historia de la vida en un sentido más amplio y sobre todo diverso, ayudará a no solo movernos del centro, sino también a derribar los prejuicios (bias) que dejan fuera a los millones de manifestaciones de vida que, por ser tan diferentes a nosotros, escapan de nuestra preferencia y entendimiento. Los mamíferos somos una muy pequeña minoría; en palabras del biólogo Rob Dunn (2021), es menester que todos los días nos afirmemos: “Soy grande en un mundo de pequeñas especies, soy multicelular en un mundo de especies unicelulares, tengo huesos en un mundo de especies sin huesos, soy nombrado en un mundo de especies sin nombre; la mayor parte de lo conocible aún no se conoce”.  

Especies no urbanas y los urgentes corredores de vida 

La mirada antropocéntrica en el desarrollo del ambiente construido no solo ha excluido a la vida en general, sino que, ha creado profundas divisiones entre las especies, nuestras ciudades y las condiciones creadas en ellas; ha sido una transformación importante, con un enfoque primordialmente “centrado en las personas”.

Inconscientemente, también hemos creado hábitats que son favorables para especies afines a nuestro ambiente construido, algunos autores se refieren a este subconjunto de especies como “especies urbanas” que se logran adaptar y multiplicar rápidamente en nuestras ciudades, así como en nuestros campos de cultivo y ganadería. Se han movido y adaptado a nuevos espacios y geografías ante el beneficio que representan los entornos que hemos construido, este fenómeno ha sido explicado por Bernd Heinrich como “homing”, la necesidad de moverse y encontrar nuevos lugares preferibles para la supervivencia de las especies. 

Para las “especies no urbanas” el proceso de homing es mucho más complejo, la mayoría de ellas tendrá que moverse para sobrevivir al cambio climático. Estamos ya presenciando una migración masiva de especies más hacia el norte o más hacia el sur, en búsqueda de climas propicios. Las “especies urbanas” tienen una gran ventaja en este proceso, ya que ellas cuentan con corredores también construidos, que son la gran variedad de conexiones que hemos creado para nuestras ciudades; pero las “especies no urbanas” no cuentan con corredores para ello, porque además hemos fragmentado el territorio y aislado ecosistemas que antes se interconectaban. Dunn (2021) nos alerta como urgente la creación de corredores para las “especies no urbanas”; estas requieren volver a encontrar conexiones que les permitan movilizarse hacia el norte o hacia el sur y encontrar así nuevas posibilidades de supervivencia. Diseñar corredores para la vida y facilitar el homing de las especies terrestres, es sin duda uno de los mayores retos que tenemos a la hora de pensar en el diseño para la vida.

Especies urbanas y la alarmante crisis del agua

Tanto para “especies urbanas” como “no urbanas” la crisis del agua es uno de los resultados más amenazantes del cambio climático que pone en desequilibrio sus ecosistemas y desafía la supervivencia de especies completas. Hablando de nuestras ciudades, la afectación en la dinámica del agua es un problema complejo, dado que, por un lado, el calentamiento global provocará la subida de nuestros océanos y con ello el enorme e inminente reto para todas las ciudades costeras del mundo; pero por otro lado, las sequías prolongadas y la contaminación también pone en conflicto y retará a nuestra tradición de economía lineal en la que tomamos de ella sin pensar en ciclos sostenibles. Se hace relevante cambiar nuestra percepción del valor del agua y atender de forma más sistémica el cómo se relaciona con nuestro ambiente construido, con nuestras ciudades.

Unas de las principales amenazas que ya estamos padeciendo, y que se verán incrementadas estrepitosamente en los años venideros, son las inundaciones; crear estrategias que contemplen las diferentes variables, como las inundaciones, el cuidado de las especies urbanas (y no urbanas, en muchos casos también); así como la limpieza del líquido vital, y además incrementar la resiliencia de las comunidades, es otro de los llamados urgentes. Un ejemplo de estrategia sistémica centrada en cambiar el nuestro paradigma actual sobre el agua, y cómo nos relacionamos con ella, en el contexto urbano es “On Water”, proyecto que recientemente ganó el “Next Generation Water Action”, con una propuesta inspirada en la tradición de las chinampas del México precolombino, con superficies que conviven con la dinámica del agua (inundación-sequía) y que además pueden ser capaces de participar en la limpieza de la misma y en la protección de ecosistemas, creando cinturones de vida para poblaciones vulnerables a las inundaciones.

El cambio de paradigma céntrico, en nuestra percepción del mundo y la vida, obliga a las diferentes disciplinas del diseño a repensar los abordajes y apurar aproximaciones que nos permitan migrar a la noción de diseño basado en la vida.

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REFERENCIAS

Dunn, R. (2021) A natural history of the future: what the laws of biology tell us about the destiny of the human species. New York, NY: Basic Books.

Gates, B. (2021) How to avoid a climate disaster: the solutions we have and the breakthroughs we need. New York, NY: Penguin Random House LLC.

Next Generation Water Challenge 2022. On Water (20 de Mayo del 2022): https://nextgenerationwateraction.com/ngwa-2022-ramboll-challenge-d-mx1/