EL CABALLITO ES UN INDISPENSABLE EN LA VAJILLA MEXICANA. AQUÍ UN PEQUEÑO VIAJE A TRAVÉS DE LA HISTORIA DE ESTE DISEÑO ANÓNIMO QUE –CASI– TODOS TENEMOS EN CASA.

El caballito de tequila es uno de los componentes por excelencia de la iconografía mexicana: sirve para el tequila, el limón, el mezcal y la sangrita, se llama caballito porque desde el siglo XIX la gente llevaba su pequeño vasito para tomar tequila mientras montaba su caballo, esto queda muy claro, lo que llama en verdad la atención es cuán exitoso ha sido el modelo arquetípico, llegando a sustituir todas las demás versiones de caballitos. Hasta hace poco –sobre todo antes del boom mezcalero– prácticamente todo tequila se servía en el mismo modelo de caballito, el setentero vasito cónico, trunco e invertido y con un grueso fondo de vidrio transparente.

Este modelo, cotidiano hasta el hartazgo (por lo menos para los mexicanos) tiene todas las señales de haber sido concebido a mediados de los años 70, responde al estilo internacional y es más bien una solución austera y práctica, tanto en fabricación como en funciones y formas, no hay más: el fondo macizo de vidrio le da estabilidad al vasito, así puede ser más alto sin caerse. La función definió a la forma, y la forma estandarizó la dosis de tequila en México.

Producido por prácticamente todas las fábricas de vidrio en México, este diseño anónimo ha inundado el mercado nacional e internacional, y es por excelencia el depósito de tequila en cantinas, bares y casas de México.

Hoy el caballito clásico rivaliza con vasitos de veladora, versiones más complicadas y con los revivals de vidrio soplado con borde azul y un sinfín de variaciones, sin embargo el menos agraciado pero más clásico de los caballitos sigue siendo el rey del universo tequilero mexicano.



  • FOTOS: Cortesía

  • TEXTO: Aldo Solano Rojas

Fecha de Publicación:
Jueves 28/06 2018