LA PARTICIPACIÓN Y CO-CREACIÓN COMO PROCESOS DE LA CREATIVIDAD EN DISEÑO PERMITEN SOLUCIONES MÁS DEMOCRÁTICAS Y JUSTAS. SIN EMBARGO, CONTINÚA EXISTIENDO UNA GRAN EXCLUSIÓN: LA DE LAS GENERACIONES QUE ESTÁN POR VENIR.
La invisibilidad de poblaciones es una tradición en el diseño. Parecería que la actividad de la disciplina deja de lado a algunas minorías; pero la realidad es que, contrario a dicha premisa, el diseño atiende (principalmente) a una minoría. En 2007, la exposición “Diseño para el otro 90%”, montada en Cooper Hewitt-National Design Museum, advertía que la mayoría de la población tiene poco o ningún acceso a productos y servicios que daríamos por hecho deberían tener y ejemplificaba cómo ese porcentaje no es regularmente atendido en la actividad del diseño (Smith, C. 2007). Esto cambió nuestra manera de entender la disciplina y nos hizo voltear a ver las necesidades básicas como problemas que debieran ser atendidos desde el diseño.
Un volumen de “casi 7 billones de personas” (citaba en aquel momento) estaban excluidas de los beneficios de los productos y servicios (de diseño). Esta nueva vista ha sido muy valiosa para las disciplinas creativas, pero cuando hablamos de poblaciones no visibles o excluidas, hay otro grupo mayoritario que hay que sumar a la conversación, los humanos aún no-nacidos.
De acuerdo a Krznaric (2020) si miramos 50 mil años atrás, 100 billones de personas han habitado la Tierra; pero si vemos hacia el futuro se calcula que en los próximos 50 mil, éstos sumarán 6.7 trillones de personas. Es decir, el volumen de generaciones que están por venir es muchísimo mayor que las precedentes y son ellos los que no están siendo incluidos cuando, en el desarrollo de bienes, se tiene como meta las generaciones que habitan actualmente el planeta.
Del Diseño Centrado en el Usuario al Diseño Transgeneracional
Situados en medio del mayor reto que hasta ahora ha enfrentado la humanidad: la sostenibilidad (cambio climático, destrucción de ecosistemas, contaminación, etc.) y entendiendo como su concepto el de garantizar los recursos para las siguientes generaciones, tendríamos entonces que incluir a los aún no-nacidos como parte de nuestros procesos de diseño, extender nuestro entendimiento y capacidad para hacer “Diseño centrado en el usuario”; donde además de considerar poblaciones actuales no atendidas, debemos incluir a generaciones venideras. Con ello, garantizaremos no solo un diseño intergeneracional -como el que ya se ha entendido en la industria y toma en cuenta a varias generaciones como niños y personas de la tercera edad como usuarios -sino la evolución a uno mucho más transgeneracional, que incorpora a los “aún no llegados”.
El nuevo imperativo ético del diseño es el de incorporarlos y darles representatividad en nuestras prácticas y procesos; así las decisiones de diseño buscarían ser conciliadoras entre su papel de solucionar problemáticas de los usuarios actuales (dentro de ellos los diferentes grupos de edad) y de garantizar el cuidado de los recursos para las generaciones (usuarios) que vendrán.
Algunos ámbitos como la política y la economía ya han incorporado a la práctica el concepto de lo transgeneracional, para cobijar en sus estrategias a las personas aún no nacidas que pudieran verse afectadas por decisiones que tomamos en el presente. Incluso, algunos países tienen ministerios del futuro; donde en la toma de decisiones, ciudadanos actuales juegan el rol de la voz de los aún no-nacidos, para darles presencia y representatividad.
La tiranía del hoy
¿El diseño y herramientas tan poderosas como el diseño participativo o el co-diseño pudieran asumir este nuevo reto? Sí. Necesitamos una especie de diseño transgeneracional, que identifique usuarios meta en la tradición de resolver problemas, pero que sume en su conversación a las generaciones futuras.
Krznaric afirma que “esta es la era de la tiranía del ahora” y su premisa se hace evidente en el llamado a la acción para resolver problemas del hoy. Es decir, actuamos (y diseñamos) soluciones de corto plazo. Un ejemplo muy gráfico de esta paradoja es la actual pandemia: De acuerdo al Centro para el Desarrollo Global, se requieren de 8 a 10 miles de millones de jeringas para la campaña global de vacunación (solo para COVID-19).
El despliegue de energía y recursos para vacunar a la población implicará una labor titánica y si bien pondrá a la humanidad en ventaja contra la crisis sanitaria más grande que hemos enfrentado en nuestra historia -lo cual es loable-, el volumen de jeringas utilizadas, más su correspondiente ampolleta y empaques, representan un tonelaje enorme de material desechable que no se reciclará (contienen una mezcla de materiales que hace muy complicado su reúso; además de que las restricciones sanitarias no lo permiten). Si incorporáramos a la vista de largo plazo el garantizar la sostenibilidad para las generaciones venideras, se hace evidente la paradoja y la tiranía de la que hablamos en nuestra toma de decisiones del presente.
Estamos teniendo un logro mayúsculo como humanidad, en beneficio de las generaciones actuales, pero que tiene efectos secundarios negativos para las generaciones futuras, ¿Qué tal si incluimos en nuestros procesos la consideración de estos efectos “secundarios”? esa es una pregunta con la que algunos proyectos como la jeringa Helix han iniciado.
La vista de largo plazo como práctica cotidiana
En tiempos de gran complejidad y polarización, como en el que vivimos, encontrar territorios comunes que nos sumen y conecten como sociedad es fundamental y el futuro es uno de ellos. Al final, es allá hacia donde nos dirigimos y deberíamos ser capaces de construir intereses y agendas comunes. Para algunos expertos en anticipación, como Poli (2010), el futuro es nuestro único terreno común.
El diseño es una disciplina fincada en el futuro, tiene por objeto imaginar y planear las cosas que no existen o que preferiríamos tener (si nos sujetamos a definiciones de expertos); pero la condición de corto-placismo de nuestra sociedad, ya sea por la tiranía del hoy o por el paradigma de sociedad de consumo que prevalece, nos hace mirar hacia un futuro no muy distante: la colección para la siguiente pasarela, el producto para el siguiente show o la nueva plataforma digital para exponenciar los usuarios y los clics; todos ellos se convierten en la norma cotidiana, a una velocidad vertiginosa que nos deja sin el otro futuro, el del largo plazo, el de los que vienen.
Si bien hemos desarrollado una diversidad de maneras de operar visibilizando el largo plazo, tales como: los escenarios, la prospectiva, los productos-concepto, la especulación, las ficciones, las utopías, las narrativas y hasta las transiciones, hoy por hoy no son la práctica común a la hora de pensar en los problemas (y proyectos) cotidianos. La visión a largo plazo del proyecto será, pues, invaluable en términos de incorporar sustentabilidad y justicia social; el cortoplacismo nos dificulta construir un mundo sustentable y tiene la consecuencia de un futuro colonizado por nuestras “soluciones” del ahora, donde las poblaciones del mañana continúan como los grandes excluidos.
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El Dr. Roberto Iñiguez es Decano de la Escuela de Arquitectura, Arte y Diseño del Tecnológico de Monterrey.
Referencias:
Krznaric, R. (2020) The Good Ancestor. New York, NY: The Experiment
Poli, R. (2010). An introduction to the ontology of anticipation. Futures, 42(7), 769-776
Smith, C. (2007) Design for the Other 90%, New York, NY: Cooper-Hewitt, National Design Museum, Smithsonian Institution.
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AUTOR: Dr. Roberto Iñiguez Flores
Fecha de Publicación:
Viernes 10/06 2021
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