LAS PIEZAS DE TRAGALUZ, SON SÍ, UN ELEMENTO MATERIAL TANGIBLE, VISIBLE Y LUMINOSO CON EL QUE TE TOPAS COMO UN DESCUBRIMIENTO Y TE ATRAE CON SU BRILLO; ES A SU VEZ UNA INVITACIÓN A VER, APRENDER A PERCIBIR TODA LA HISTORIA QUE ABRAZA EL PROCESO Y DE CÓMO LAS REPRESENTACIONES POÉTICAS VINCULADAS A LA LUZ EMERGEN
En el universo del diseño contemporáneo mexicano, hay proyectos que nacen del deseo de iluminar —no solo objetos, sino procesos, vínculos y formas de crear. En ese punto de encuentro entre lo artesanal y lo tecnológico, entre la tradición y la experimentación, surge Tragaluz, un laboratorio vivo de co-creación donde la luz se convierte en materia prima y metáfora.
Detrás de Tragaluz, está Valeria Corona. Y con ella un grupo de personas que la han inspirado, acompañado, motivado y con quienes ha tejido un andar colectivo. Su elección como diseñadora textil siempre estuvo marcada por matices culturales, artesanales y humanísticos desde su primer nicho: lo familiar. Mismo que poco a poco hilaría hasta la llegada a su alma mater, factor clave para los cimientos en la construcción de lo que hoy es un proyecto que define su visión profesional y personal.
El momento decisivo: su tesis y servicio social, eligiendo Chiapas como destino, por un lazo familiar, la región siempre estuvo en su mapa emocional. San Cristóbal fue como estar en el epicentro de una efervescencia creativa y cultural, en donde aplicó su conocimiento desde múltiples visiones para su servicio y práctica profesional. Por un lado colaborando de cerca con Kiptik -una Asociación con enfoque comunitario- como su primer acercamiento y Margarita Cantú – Taller 67, de diseño contemporáneo- al que regresó para colaborar, después de concluir sus estudios. De ambos absorbió las mejores enseñanzas para las estructuras de trabajo horizontal, respeto por lo colaborativo y un profundo aprendizaje sobre lo que realmente significa: salir, estar y trabajar en comunidad, algo que transformó su forma de adoptar el diseño. Contrario a las dinámicas colaborativas y participativas en las que participó en Chiapas, la vida le permitió experimentar otro extremo del espectro textil con su paso por “La María”, una fábrica textil emblemática de la ciudad de Puebla. Ahí vivió una inmersión en lo industrial, pues se trabaja desde la paca de algodón en su grado inicial como materia prima, hasta el acabado químico de las telas.
Hacia el camino luminoso
Como un elemento metafórico de ver la “Luz” al final de un proceso, su tesis fue el lienzo perfecto, sabía que debía posicionar el diseño textil como un referente de alto impacto para resolver problemáticas sociales. Por ello, se enfocó en las infancias lectoras. Después de un largo recorrido de investigación sobre espacios públicos dedicados a las infancias y el nulo seguimiento del tema, propuso un mobiliario para fomentar la lectura, después de su ejercicio en donde niñxs respondieron con dibujos: ¿si tienes que leer cómo lees? ¿Si tú pudieras hacer tu espacio de lectura como sería? Una gran cantidad de dibujos resumían un espacio contenido, un habitáculo, cueva, casa, nido.
Y, ¿Qué necesitas? Luz. Casi por instinto tejer la luz resultó el ejercicio más lúcido, que a través de una revisión exhaustiva de arquitectura y textura de las expresiones de pueblos originarios, encontró al norte la referencia del pueblo Kikapú en Coahuila, que con construcciones elípticas fabrican sus hogares. Eso y las referencias de cestería en todo el país fueron el punto de partida para la unificación de tiras LED y tejido. Así surgió “Immersus” un tejido que incorporó mangueras de luz led, el efecto era un reflejo luminoso a 360 grados en donde siempre hay luz.
Alumbrando lo desconocido
Entre su entrega con Immersus y la primera aparición como Tragaluz, hubo una tiempo profundo de aprendizaje situado, de intercambio comunitario y reflexión.
La primera entrega de índole público y de manera independiente fue para la Bienal de Arte-Sano entre Artistas en 2023, organizada por el Museo de Arte Popular. Una interpretación lumínica realizada por la maestra Artesana Juliana originaria de Nachig en Zinacantán, Chiapas; el resultado: “Tramaluz” una pieza conceptual montada en el telar original, en el que puede observarse el proceso de tramado con hilo led y algodón, un resumen práctico experimental de cómo tejer la luz.
Esta pieza es un simbolismo de la profunda conexión personal que forjó con Juliana, el modelo apreciativo y técnico del telar de cintura y la integración de múltiples filamentos luminosos discontinuos que pueden entrar en un telar. El espíritu aventurero y pionero en experimentación de Juliana, hizo más fácil alumbrar el camino de pruebas sin miedo a equivocarse, volver a intentar y descubrir las posibilidades de la unión de filamentos.

Mascaras en territorio
La secuencia de máscaras, se dió de manera sorpresiva y por una invitación para formar parte de la exposición: “Elemento Tangible” en Territorio Galería. Afianzada al recordatorio de seguir experimentando y abriendo la composición de luz con técnicas de diversas regiones y latitudes. Es a través de un viaje a Tepoztlán en donde cruzó camino con Clemente, quién tenía a la venta máscaras peludas tejidas con palma, una expresión originaria de Tlamacazapa, Guerrero, que evocan a esos sacerdotes aislados por la revolución.
Clemente como con mirada de confianza, acordó una cita para que conocieran a su mamá: Teresa. Llegar a Tlamacazapa, no fue fácil pero así lo hicieron. La presentación fluyo entre la historia de las máscaras y las diversas versiones que se tienen, las técnicas de modelado de máscaras, el tejido y la presentación de material en éste caso un rollo de fibra óptica -que generó desconfianza, ni siquiera querían tocarlo. Pero después de tapar ventanas para encenderlo, la curiosidad se alumbró con ellas.
Analizar la incorporación de materiales es importante, por las condiciones de manipulación. Explica Valeria que fueron muy cuidadosas al manipularlo por el miedo a cortarse, aún entre la incertidumbre y la duda aceptaron responder la pregunta ¿Cómo representar las máscaras con hilos de luz?, se acordó una fecha para reunirse y al regresar ellas habían trenzado la fibra, tejido la palma, estructurado máscaras, envuelto con la fibra los cabellos y bigotes. Así surgió una obra que más que la misma puesta en escena secuencial, cuenta una narrativa contemplativa de su historia, un recorrido casi metodológico de una aproximación creativa, una nueva vinculación humana, la experimentación libre, los procesos colectivos, el asombro, la posibilidad.

El huipil murciélago: tradición y tecnología en la pasarela
El FabLab convocó y organizó en Puebla un encuentro internacional con una pasarela de cierre, la encomienda serían piezas experimentales con nuevas tecnologías: impresión 3D, corte láser, circuitos LED, por supuesto todo el contexto del diálogo transdisciplinar que el proyecto estaba llevando con su experimentación, el telar volvió a cobrar protagonismo pero ahora no solo como marco de un proceso experimental, si no fuente de una pieza final nombrada: “Huipil murciélago”, un tejido entre tecnología ancestral y tecnología contemporánea.
–¿Si hoy te casaras y quisieras un traje distinto, cómo lo harías? Esta fue la pregunta detonadora de curiosidad y de resignificación que Juliana y Valeria pusieron sobre la mesa. La decisión no fue aislada estaban frente a un posicionamiento de expresión creativa tomando como base el K´uk´umal chilil o huipil emplumado uno de los textiles más enigmáticos de las expresiones en hilatura de Zinacantán. Lo que venía no tenía precedentes. Se planteó un traje de dos lienzos unidos por la parte trasera, tejidos en telar de cintura con espacios reservados para la expresión iconográfica, que encontró su nicho en una secuencia de rombos grandes y pequeños, un juego en las medidas y volúmenes que permitieron hacer una inserción de las plumas acompañadas de luces LED y fibra óptica.
Y aunque la fibra no emite luz propia en sí, la personalidad diferenciada que añadió al tejido fue asombroso, un efecto tridimensional difícil, no tan sutil pero increíblemente diferente, como dijo Valeria “El brocado es radicalmente distinto a cualquiera que se haya hecho antes”. La producción de la pieza fue muy exigente. En el video de presentación se veía la técnica de Juliana en acción, sus manos en el telar, la luz recorriendo el brocado.
Inédito y el nacimiento del penacho
Una de las piezas más arriesgadas y significativas en cuanto a la integración de técnicas en su reinterpretación como ícono identitario. Aún siendo reinterpretado se cargó de una aura mística de historia y simbolismo. Desde su concepción hasta la construcción por su tamaño y el acomodo de la multiplicidad de técnicas como acrílicos con cortes láser a cargo de Lidia Morales y Gustavo rojas; metalistería trabajada por Gerardo, maestro de oficio de San Cristóbal de las Casas. El maquetado fue un proceso artesanal y experimental, con manta, recortes de papel de bolsas de pan y cartón, en el que se iban traduciendo poco a poco cada detalle, medida y estructura del penacho.
El ejercicio traspaso lo cotidiano, Gerardo, por ejemplo nunca supo a ciencia cierta lo que estaba elaborando, pero la construcción de aquellas siluetas le resultaban una “distracción” de sus pedidos habituales. La petición había sido muy sencilla: mantener la silueta y la cantidad de piezas, dejando que el oficio hablara.
El penacho fue ensamblado en Puebla y viajó hasta la ciudad de México, montado en una estructura de herrería que lo sostenía, mientras el penacho extendía su diámetralidad teatral para ser presentado por primera vez en Inédito como parte del Design Week MX 2024. Desde que el penacho se iluminó, todo tipo de reacciones han pasado, desde la fascinación y orgullo hasta los cuestionamientos más filosos; en un diálogo transgeneracional que por momentos parecía haberse diluido y en otros tocando fibras inesperadas “Esto me suena… lo hemos visto en algún lado”.
El penacho no pretendía ser réplica, sino reinterpretación. Una manera de reactivar un símbolo imposible de recuperar: ni el oro, ni las plumas de quetzal, volverán. Lo que sí permanece es el conocimiento vivo de los oficios y las técnicas ancestrales, que pueden traducirse en aproximaciones de acercamiento a una cultura viva en el que, en palabras de Valeria, se busca dialogar la resemantización con usos de múltiples técnicas y materiales contemporáneos. Al transformarla en arte, en discurso contemporáneo, la pieza honra ese linaje y abre la pregunta: ¿cómo dialogan las técnicas impuestas, los símbolos de poder y las identidades colectivas en el presente?
***
Más allá de la materialidad este espacio se construye como el laboratorio vivo de tradición y contemporaneidad bajo un mismo vector: La luz. No como un simple efecto estético y experimental, sino como una metáfora de visibilidad, una transmisión lumínica de conocimientos, al mismo tiempo que revela algo más profundo: los símbolos no son estáticos, cambian con las generaciones, se reconfiguran e iluminan nuevas estructuras en donde lo importante no es la validación inmediata o la viralidad, es el espacio libre para la germinación de ideas porque las técnicas que se preservan y se resignifican al mismo tiempo se vuelven eternas.
Para Valeria, la sinergia generada es el constructo de un diálogo profundo entre personas que decidieron colaborar, entrecruzar caminos y crear con múltiples expertises una expresión artística. Es en éste sentido que su articulación para el proyecto no está enfocada en una producción masiva, si no en un elemento que condensa todo lo aprendido con valor significativo que al posicionarse en el mercado, pueda tener una doble retribución a lxs creadores, no solo como productores o transmisores de las expresiones culturales, pero como la pieza fundamental de lo presentado.
Las piezas de Tragaluz, son sí, un elemento material tangible, visible y luminoso con el que te topas como un descubrimiento y te atrae con su brillo; es a su vez una invitación a ver, aprender a percibir toda la historia que abraza el proceso y de cómo las representaciones poéticas vinculadas a la luz emergen arrolladoras en la mente de quien se posiciona frente a esta propuesta de neo artesanía.
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