JUMKO OGATA NOS HABLA ACERCA DE LOS DISCURSOS Y EL ACTIVISMO PROTAGÓNICO EN REDES SOCIALES

Cuando pensamos en activismo suelen venir a nuestras mentes imágenes de marchas, protestas en las que se toma el espacio público para llamar la atención acerca de la injusticia social. Pensamos en carteles, en la re-apropiación del espacio público por personas que han sido históricamente violentadas, precisamente en estos espacios. Las actividades de protesta, vinculación y organización gestionadas de forma presencial son fundamentales, pero ¿qué otras formas existen de concientizarnos y tomar el espacio público (por ejemplo, en el ciberespacio)?

La pandemia de COVID-19 ha impulsado la migración de algunas labores de organización, trabajo y concientización al internet, y así ha permitido la generación de comunidades a mayor escala. El acceso a redes de solidaridad e información gracias a las redes sociales ha mediado la forma en la que entendemos el activismo, para bien o para mal, durante los últimos dos años. Durante el inicio de la pandemia, en las redes sociales se hicieron posibles las redes de apoyo mutuo en las que se podía ayudar a personas que perdieron su trabajo por enfermedad o como consecuencia de la cuarentena, había quienes ayudaban a otrxs a conseguir tanques de oxígeno y medicamentos a quien lo requería, y se publicaban advertencias acerca de las compañías falsas que supuestamente ofrecían tanques de oxígeno.

Por otra parte, también se recrudecieron los discursos de odio en contra de poblaciones minorizadas y tuvieron un auge las teorías de conspiración que desarrollaron ideas paranoicas dedicadas a esparcir la famosa “pos-verdad”. Los tratamientos con ivermectina (un medicamento utilizado para combatir parásitos) y la “plandemia” fueron algunos resultados de la propagación de esta información.

Estas mismas lógicas fueron apropiadas por la derecha en México, generando una fuerte retórica en redes sociales alimentada por el uso de bots y discursos polarizantes. Si bien, se visibilizaron casos de violencia sistémica y se tuvieron discusiones sobre estos temas públicamente, también es cierto que estas conversaciones fueron dirigidas principalmente a través de la mirada de los privilegiados; en lugar de ceder espacio para que se hablara acerca de las dinámicas de la violencia sistémica, se favoreció el formato de debate.

En lugar de reconocer la importancia que tienen las luchas por los derechos humanos de personas pertenecientes a grupos históricamente marginados y violentados, se prefirió dar espacio a estas personas para “debatir” y prácticamente justificar su derecho a existir. A quienes señalan/señalamos se nos acusa de “resentidos”, como si fuera vergonzoso para quienes hemos sufrido el peso de la violencia sistémica. Pero, ¿por qué no lo estaríamos? Si no tenemos acceso a las mismas oportunidades, si nuestra vida se ve amenazada ante cualquier sospecha de la gente “bien”, si las únicas veces que nos vemos reflejadxs en el cine y la televisión nos retratan como delincuentes o degeneradxs.

¿Activismo protagónico?

Ahora que las luchas por los derechos humanos están “de moda”, quienes siempre han gozado de privilegios quieren hablar del tema, cuestionar y deconstruirse. En sí, este no es el problema, sino el afán de protagonismo que suele acompañar estos esfuerzos por deconstrucción. Pareciera que para solidarizarse con causas ajenas les parece necesario ser el centro de la lucha y que se les celebre constantemente por dedicarse a tan noble causa. Incluso hay quienes se disgustan cuando no es el caso y pierden rápidamente el impulso que les guiaba a apoyar las luchas, justamente porque sus situaciones de privilegio les han acostumbrado a que sus opiniones e ideas son incuestionables y entendidas como verdades absolutas.

Luego entonces, si se les cuestiona acerca de los discursos que sostienen, o se les señala desconocimiento o la necesidad de evitar centrarse en las discusiones, responden con agresividad y condescendencia. Como último recurso se suelen descalificar o menospreciar la importancia del discurso, del trabajo de concientización en redes sociales, regresando una vez más al argumento del resentimiento. Entonces, ¿cómo navegar los discursos en redes sociales y cómo apoyar a los movimientos por los derechos humanos?

En primer lugar, es importante acercarse a cada tema con empatía y con la disposición de aprender. No se trata de demostrar que ya se leyó a x autor o se maneja x teoría, sino escuchar a quienes han vivido violencia sistémica y aprender cómo prefiere cada comunidad ser nombrada, referida, y qué propuestas tienen para apoyar su causa.

Asimismo, es fundamental reconocer cuándo es importante hablar y cuándo es importante callar. Este punto puede sonar obvio, pero en un espacio tan ruidoso como el internet, nos puede parecer que tenemos que emitir una opinión sobre todo lo que ocurre a nuestro alrededor; sin importar el conocimiento que tenemos (o no) sobre el tema, si nuestra voz aporta a la discusión, si estamos escuchando a las personas involucradas o si estamos escuchando a quienes sencillamente si sintieron con el derecho de opinar.

Por último, no subestimar el poder que tienen las ideas compartidas en internet. Voces de gran influencia de los movimientos de derecha en México y en el mundo cobraron popularidad a partir de videos virales, de canales de YouTube o perfiles en redes sociales esparciendo sus prejuicios y discursos de odio. Estas ideas trascienden a otros medios de comunicación y rápidamente permean en medios de comunicación de mayor alcance. Así, incluso llegan a formar las opiniones de personas con poder en temas de legislación, por ejemplo, y se utilizan como plataformas electorales para atraer posturas anti-derechos (tales como el odio a personas migrantes, racismo, misoginia, transfobia, homofobia, etc).

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Los discursos son importantes porque son las herramientas a través de las cuáles se comienza a deshumanizar al Otro, donde se le construye como inferior y se justifica cualquier violencia ejercida en su contra. A través de la palabra es que nos respondemos a la agresión que suponen las palabras que nos impusieron para describirnos. Nos re-apropiamos de los términos y creamos otros nuevos para narrarnos de manera digna y construir la realidad que el discurso nos permite articular.


  • TEXTO: Jumko Ogata

Fecha de Publicación:
Miércoles 26/01 2022