ESTE HISTÓRICO LIBRO ERÓTICO HA SIDO PARTE DE LA CULTURA GRÁFICA MEXICANA

El Libro Vaquero nunca ha sido solamente el libro vaquero: no es tan antiguo, ni tan sexual, como lo recordamos. Y eso no es para hablar poco de él: está por mérito propio en lo más profundo de la cultura mexicana, desde exposiciones en Praga, Barcelona y París, colaboraciones con escritores reconocidos como Jordi Soler (número 1560, “La ley y el Opio”) y Yuri Herrera (1569, “Un capitán cimarrón”), hasta el pantalón de “el Vítor” de Adrián Uribe y cada puesto de periódico del país. Monsiváis tenía una colección enorme que hoy se puede encontrar en el Museo del Estanquillo.

Incluso la SRE distribuyó en 2004 (con mucho éxito) 1.5 millones de ejemplares de la Guía del migrante mexicano en El Libro Vaquero y El Libro Semanal, donde se advertía de los peligros de cruzar la frontera y orientaba sobre cómo afrontar un arresto y qué ropa usar para cruzar el río. Las ilustraciones de Jorge Aviña, portadista del Libro Vaquero, han aparecido en escenarios de teatro y televisión (como en La Familia Peluche), y en las paredes de los grandes empresarios. ¿Cómo es que una historieta llegó al corazón y al baño de tantas familias mexicanas?

Pequeñísima historia

El auge de las historietas surgió a la par de la campaña masiva de alfabetización de José Vasconcelos (que pasó de 33% en 1930 a 56% en 1950). Contrastando con el proyecto educativo de Vasconcelos, quien publicó la Ilíada y la Odisea para un público masivo –con poco éxito– las historietas iniciaron la vocación lectora de los mexicanos, con contenidos atractivos y accesibles para todo público.

Las historietas de Pepín, Chamaco y Pinguín llegaron a imprimir medio millón de ejemplares diarios en su mejor época. Eran historietas de autor: ideas originales, propuestas por el autor al editor, en las que el autor poseía gran poder de decisión creativa. Con un cambio en los gustos del público, ya acostumbrado a las historietas, en 1951 comenzó a publicarse el libro semanal, el cual relataba historias amorosas para un público mayoritariamente femenino, y que siempre termina con una moraleja y tiene secciones de consejos al estilo “Cómo conocerlo”, “Cómo no subir de peso”, o “Adquiere tu propia personalidad”, además del horóscopo obligado).

La publicación de sus historietas llegó a imprimir tirajes de casi un millón de libros a la semana. Con el éxito del género, hubo división de labores, y la publicación se diversificó: surgieron la novela policiaca y el libro vaquero en la editorial Novedades, buscando ahora la atención del público masculino.

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El libro vaquero surgió el 23 de noviembre de 1978, en los últimos años de la época de oro de la historieta mexicana, a cargo de Rafael Márquez. Márquez, fanático del género Western, sentía que a esos protagonistas les faltaba algo vital para los mexicanos: el amor. los mexicanos siempre se matan por una mujer. Habló entonces con Mario de la Torre, escritor de radionovelas, para que le trabajara una historia donde el motivo fuera el amor de un vaquero por una mujer. De allí surgió Racimo de Horca, el primer capítulo del Libro Vaquero, en el que una banda de forajidos asalta un tren que lleva 30 mil dólares en oro al banco de Stanleyville (tal vez sea casualidad, pero así se llama un capítulo de las Tradiciones Peruanas de Ricardo de Palma, de finales del siglo XIX).

Fue innovador, instaurando el tamaño de bolsillo de 13 por 15.5 centímetros, y continuó la tradición de realizar entregas semanales independientes, pero añadió colores al diseño, lo que se volvió escuela dentro del género de historietas. De hecho, su ilustrador, Jorge Aviña, se inspiró en la ilustración que estaba en boga de Roy Litchenstein, una eminencia en el arte pop junto con Andy Warhol.

En 1986 el libro vaquero llegó a imprimir y vender más de millón y medio de ejemplares semanales (lo que se traduciría en 72 millones de ejemplares vendidos ese mismo año). Actualmente su tiraje oscila alrededor de los 400,000 ejemplares semanales. Humildemente, es el libro más vendido de la historia de nuestro país: un estimado conservador calcularía más de mil millones de ejemplares vendidos, 25 millones cada año a lo largo de 40 años. Algo impensable en cualquier otro tipo de literatura, incluida la Ilíada de Vasconcelos. También es el tiraje más longevo, con más de 1500 números (superando a Kalimán, que se mantiene en segundo lugar). Y es eminentemente popular y masculino: 66% de sus lectores son albañiles, artesanos, obreros, choferes, plomeros, amas de casa. 72% de sus lectores son hombres.

El libro vaquero no es el libro vaquero

A raíz de su éxito, empezaron a salir otros títulos: Chambeadoras, Vaqueritas, Bellas de Noche. En total se editaron 78 títulos emulando al Libro Vaquero. En muchos de ellos, el erotismo sube al grado de pornografía, dejando a un lado el argumento y el texto al mínimo, con poco éxito. Por cada Libro Vaquero exhibido en los puestos de revistas, existen todavía 15 títulos con pornografía. Las protagonistas son mujeres de trabajos populares (trabajadoras domésticas, enfermeras, tenderas), y los hombres eran barrenderos, chicos de vecindad, con un toque similar a Luis de Alba.

Desde los nombres hasta las tramas desarrollaban la picardía mexicana hasta su culmen, siguiendo los pasos de la sexicomedia (que, dicho sea de paso, floreció también en los años 80) tipo Alfonso Zayas o, mi favorito, Mauricio Garcés. El Libro Vaquero, en cambio, mantuvo su pudor. Y su público: a pesar de la enorme competencia, mucho más explícita y menos literaria (quiero decir, con el mínimo de texto), el Libro Vaquero llegó para quedarse.

Los otros títulos pasaron de largo sin mayor gloria, aunque gracias a ellos (en parte), el Libro Vaquero adquirió su aura de sexualidad. Y claramente el Libro Vaquero todavía está mal visto por la buena sociedad, pero no tiene nada explícito sexualmente hablando, tan solo con pequeñas pinceladas de erotismo para engatusar, sobre todo en la portada. Los señores vuelven semana quincena con quincena, no por las escenas de sexo (aunque ayudan), sino por la historia (y la costumbre).

Tal vez eso habla mucho de los mexicanos: muy lejos de la Ilíada, nos gusta una buena dosis de melodrama y erotismo, pero nunca explícito. Todo veladito, en diminutivo, por debajo de la mesa. Como el albur, como nuestra forma de no decir las cosas de frente. Hijos de la censura de la sexualidad (en los años 80 nunca hubiera podido publicarse un desnudo frontal en un cómic, pero sí un asesinato), nos gusta ese miedo de no saber por qué, pero saber que está prohibido.

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Fuera de todo análisis, es claro que el Libro Vaquero volverá una y otra vez a los puestos de periódico y a los baños de las casas, como ícono kitsch o de culto, y nos representará en Japón junto con el Mariachi Samurai.


  • TEXTO: Pablo Valdes

Fecha de Publicación:
Viernes 05/02 2021