LA CULTURA DEL BALL ROOM PERSISTE Y HA DEJADO SU HERENCIA EN EL MUNDO DE LA MODA, EL ENTRETENIMIENTO, EL ARTE, LA MÚSICA Y EL ACTIVISMO.

La ciudad de Nueva York ha sido la cuna de muchos elementos de la cultura pop como la conocemos hoy en día, tal como el hip hop y los murales de Jean-Michel Basquiat; además de los escenarios que han sido inspiración de innumerables artistas, músicos, cineastas y escritores. En esta mítica metrópoli nace la subcultura del ball room o salones de baile, un entorno subversivo y revolucionario que celebra y enaltece la diversidad de razas, géneros y especialmente, la diversidad sexual.

Los salones de baile tienen sus orígenes en los años 20, sin embargo su verdadero auge comenzó en la década de 1960 en el barrio de Harlem, cuando la comunidad queer negra y latina crean un espacio seguro donde podrían expresarse con libertad. Aquí surge el concepto de las “casas” o “familias”, las cuales competían entre sí siendo juzgadas por sus habilidades en baile, vestuario y actitud. Los concursantes trans, gay y queer competían por el trofeo y defendían la reputación de sus “casas” en distintas categorías.

La idea de las casas consiste en una especie de refugio para la comunidad LGBT, en un contexto donde predominaba la homofobia, el racismo y la discriminación y prejuicios en torno al VIH. Estas casas eran tal como familias donde la figura de “la madre” se encargaba de cuidar y procurar a los miembros de la casa; el ballroom como subcultura abría sus puertas a las personas que no tenían un hogar.

A partir de los disturbios de Stonewall en 1969, cuando la comunidad queer enfrentó a la policía, la percepción de culpa y vergüenza fueron sustituidos por sentimientos de aceptación y orgullo. Los años setenta vieron la expansión de los bailes así como la creación de categorías que buscaban la inclusión todos como femme queen, butch queen, drag queen, female figure y male figure. No obstante, fue el documental Paris is Burning estrenado en 1990 el que lanzó el Ball room a la cultura mainstream (cultura dominante).

En este contexto surge el voguing, un estilo de baile que busca imitar poses de modelos en la revista Vogue; además de retomar poses de jeroglíficos egipcios, artes marciales y figuras de gimnasia.

Esta danza consiste en una forma de expresión a través de la cual, los bailarines crean un personaje que reinterpreta elementos relacionados con la feminidad; al mismo tiempo que redefine ideales de belleza, sexualidad y clase social.

Inevitablemente, el vogueing alcanzó los círculos más mainstream de la cultura, y es aquí donde entra Madonna y el lanzamiento de su sencillo Vogue. Ella vio el vogueing en un bar de Nueva York y quedó fascinada. Más tarde, la persona que se encargó de enseñarle los movimientos además de diseñar la coreografía del video musical fue José Gutiérrez, miembro de la Casa de Xtravaganza, una de las casas más populares en la escena de los bailes. A partir de este momento, el voguing logró un alcance mundial.

Hoy en día la cultura del ball room persiste y ha dejado su herencia en el mundo de la moda, el entretenimiento, el arte, la música y el activismo. Íconos del pop como Lady Gaga, Beyoncé, Rihanna, FKA Twigs y Ariana Grande han retomado elementos del vogueing para hacerlo parte de su propia narrativa. Alex Andwandter, el cantante de pop chileno, rinde homenaje a esta subcultura en su sencillo, ¿Cómo puedes vivir contigo mismo?

A través de programas como RuPaul´s Drag Race, Legendaryy Pose podemos tener una mirada más amplia a lo que es esta cultura. Más allá de ser una tendencia se trata de un movimiento cultural con más de 40 años de vigencia, la cultura de los bailes ondea la bandera del orgullo y la diversidad y al día de hoy continúa siendo un referente que invita a desafiar las barreras de la moda, la belleza y el género.


  • TEXTO: Margarita Rodríguez

Fecha de Publicación:
Viernes 04/09 2020