¿ES POSIBLE REPLANTEAR LA MANERA EN LA QUE CONCEBIMOS NUESTRAS CIUDADES? ¿POR QUÉ SERÍA NECESARIO HACERLO? ¿Y QUÉ PAPEL JUEGA EL ESPACIO PÚBLICO? COMO CIUDADANOS, HABITANTES, Y PARTICULARMENTE, COMO ARQUITECTOS Y DISEÑADORES NOS PRESENTA UN RETO OBSERVAR CRÍTICAMENTE NUESTRO QUEHACER

La ciudad como sujeto universal

¿Qué es la ciudad?, ¿Es la suma de quiénes la habitan?, ¿Es un discurso? Abordar el concepto de la ciudad, sin duda es un tema que atrae y genera distintas opiniones. Sin embargo, no es para nada algo nuevo. El historiador francés Michel de Certeau abordó la pregunta sobre la ciudad  por primera vez en 1980 en su obra, La invención de lo cotidiano 1 Artes de hacer. En ella, el autor planteó que la ciudad, como la llegó a entender, era un complejo concepto que se encontraba en un proceso de degradación.

Como respuesta a esta afirmación, el paradigma contemporáneo del concepto de ciudad aparece para sugerir que la ciudad, como sujeto universal, es capaz de sobrevivir a dicha degradación; y no sólo eso, sino que también es capaz de fortalecerse. ¿A qué me refiero cuando hablamos de la ciudad como sujeto universal? La ciudad en muchas ocasiones no aparece como escenario, sino como personaje central dentro de una narrativa o discurso político que sugiere que en todo momento está en peligro y que por lo tanto, debe ser salvada de quiénes pretenden alterar el orden racional.

Ahora bien, pensar en el orden de las cosas conlleva decir que detrás de esa idea existe un relato que muestra al resto, cómo deberían ser las cosas, buscando con ello, guiar las acciones. De este modo,  la ciudad, en tanto sujeto universal, se presenta como aquel que pretende dar cuenta del hecho urbano. No obstante, ¿realmente sucede así?

La arquitectura como herramienta de control y orden social

Tomando en cuenta lo anterior, detengámonos a reflexionar lo siguiente: detrás de la posibilidad de ordenar la vida urbana, ¿no existe alguien que busca ejercer su dominio bajo la promesa constante de estabilidad? Si aceptamos la idea o premisa que hay detrás de esta pregunta, podemos afirmar que todos los modelos de ciudad se construyen a partir de una racionalidad específica. Sin embargo, esta afirmación nos conduce a otra pregunta importante: ¿qué ocurre con todo aquello que no parece llevarse bien con esta imagen o relato de orden?

¿Da inicio una etapa de “limpieza” de la ciudad? “Limpieza” en la medida que “ensucian” su imagen y se alejan de lo que esta debería ser.  ¿No implicaría este acto de “limpieza” la negación de otras posibilidades, reduciendo la ciudad a las parcialidades que mejor convienen para su funcionamiento y autoconservación?

Es así, como el orden aparece como un fuerza opresora: un diseño formado desde una mirada específica que después busca materializarse e imprimirse sobre la realidad. Bajo este entendimiento, la ciudad es el resultado de un discurso específico y en la medida que esta no existe sin su soporte, es decir, la superficie sobre la que se materializa, la ciudad a su vez se vuelve un dispositivo en sí. De esta manera, la rehabilitación y mejoras realizadas en la dimensión física de las ciudades adquieren un propósito orientado a la propaganda y al control social.

Idealmente las ciudades deberían de significar, relacionar(se), simbolizar, sentir y expresarse. Sin embargo, en la práctica, representan una ideología política urbana más que la suma de las realidades. ¿A través de qué dispositivos se legitima el orden y el discurso en las ciudades? Jacques Rancière le asigna específicamente este papel a la arquitectura. En su obra Sobre políticas estéticas, el autor posiciona a la arquitectura como una herramienta de los grupos consensuales, quienes a través de ella llevan a cabo esta operación de limpieza al determinar las formas y objetos que deberán imprimirse sobre la realidad, excluyendo de manera simultánea formas y objetos alternativos.

El espacio público: Un territorio lleno de contradicciones

En este contexto, en los últimos años el concepto de espacio público ha adquirido una enorme importancia al consolidarse como una categoría central para pensar y proyectar ciudades. Sin embargo, su definición e instrumentalización está en disputa constantemente. La literatura que aborda esta categoría ha logrado posicionar una idea común sobre lo que el espacio público debería ser, más allá de su definición jurídica. Detrás de este concepto se esconden valores como la democracia y la participación, prácticamente inherentes; sin embargo, como ya hemos analizado, el concepto parece ser que está lleno de contradicciones. 

Si examinamos la relación entre el espacio público y sus habitantes, no es difícil vislumbrar la naturaleza contradictoria del concepto. Idealmente el espacio público se define como el lugar donde se generan las condiciones necesarias para el desarrollo de la vida urbana. No obstante, corresponde más a un producto estético que debe obedecer a ciertas reglas en la medida que forma parte de una ciudad planeada, un modelo de ciudad que privilegia usos y necesidades, bajo la premisa del orden. 

De esta manera, al ser instrumentado, el espacio público contribuye a la hegemonía y legitima el orden, negando su característica democrática implícita en el concepto de lo público. En ese sentido, mientras el espacio se pueda alinear a los parámetros estéticos, no importa si este corresponde a una dinámica social. 

Hacia una nueva dimensión del espacio público

Al reconocer las contradicciones teóricas del concepto de espacio público y aceptando la poca operatividad de esta noción fuera de cuestiones administrativas o jurídicas, podemos evidenciar su limitada competencia. ¿De qué manera podríamos replantear esta idea desde el ámbito de lo urbano arquitectónico? ¿Es factible concebir una idea radical del espacio público que guarde cierta armonía con factores políticos, culturales y sociales? 

Algunos proyectos han mostrado que la idea de espacio público puede cobrar una nueva dimensión al ir más allá de sólo plantearse el orden del espacio urbano y programar la manera en la que puede ser utilizado. A continuación me gustaría mostrar algunos ejemplos: 

Ecoparque Bacalar / Colectivo C733. Ubicado en Bacalar, Quintana Roo. Fotografía por Rafael Gamo.
Parque Bicentenario Ecatepec / Taller Capital. Ubicado en Ecatepec de Morelos, México. Fotografía por Rafael Gamo.
Parque en el Arroyo Xicoténcatl / Taller Capital. Ubicado en Tijuana, Baja California. Fotografía por Rafael Gamo.
Parque Hídrico La Quebradora: diseñando espacios públicos para mejorar la gestión del agua. Ubicado en Iztapalapa, Ciudad de México.

En estos proyectos, el espacio público adquiere una dimensión redistributiva y de servicio al proporcionar infraestructura para la captación y reciclaje de agua pluvial en el territorio donde se encuentran. Al concebir el paisaje urbano y la infraestructura como uno mismo, estos espacios no solo implementan y promueven prácticas sostenibles, sino que también buscan conectar a lxs habitantes a través del cuidado y mantenimiento del parque, contribuyendo de esa manera, a la construcción y preservación de un patrimonio colectivo y sustentable. 

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Ante la degradación del concepto común del espacio público y la ciudad, la arquitectura y el diseño aún podrían transformar nuestras ciudades en vehículos de cambio, promoviendo valores como la sostenibilidad, la comunicación y la colaboración, tal como lo demuestran estos proyectos. A través del espacio público, la arquitectura tiene el poder de amplificar y visibilizar la memoria colectiva de cada territorio, cumpliendo así una función que va más allá del acto de ordenar, inherente, al acto de diseñar.

La pregunta es:

¿Estamos dispuestos a replantear nuestras ideas y concepciones sobre el espacio y la ciudad? 


Fecha de Publicación:
Miércoles 29/01 2025