PARA MARINA, LOS SUEÑOS NO SON SÓLO ENSOÑACIONES NOCTURNAS: SON ARCHIVOS DE MEMORIAS DIFUSAS, CATÁLOGOS DE IMÁGENES SURREALISTAS QUE ESPERAN SER TRADUCIDAS A LA TELA

La obra de Marina SaMont es un juego visual entre lo barroco y lo moderno, una estética cargada que no teme al símbolo, ni al detalle. Lejos de perseguir una belleza clásica o minimalista, su pintura se adentra en una dimensión donde cada elemento tiene múltiples capas posibles de interpretación. Definitivamente la inspiración es cien por ciento barroca… estoy combinando lo antiguo con lo nuevo y con un poquito el toque mío”, afirma Marina, como si hablara de una receta alquímica.

Sus cuadros, repletos de figuras, símbolos y atmósferas densas, son una especie de confesión visual: Uno cuando pinta… básicamente está encuerando sus gustos”. El lienzo se convierte en espejo íntimo, pero también en un espacio compartido donde el espectador puede proyectarse.

De la lógica al óleo: cuando una ingeniera también pinta

Marina es ingeniera. Y también es pintora. A primera vista, ambas profesiones podrían parecer opuestas —una basada en la lógica, la otra en la emoción—, pero en su día a día conviven sin conflicto. Lo cuenta sin solemnidad, con la misma claridad con la que habla de las técnicas que utiliza.

En ese cruce de caminos —entre la técnica y el arte— también está la autogestión, que ha sido parte esencial de su proceso. Pese a los retos, ha encontrado una manera de organizarse.

“He escuchado que dicen que el arte es un lujo. Para mí es una necesidad. Yo sin arte me aburro de la vida. Aunque esté programando y me esté entreteniendo, llega un punto en que digo: ‘Ya me harté de esto’. Necesito crear. Siempre estoy escribiendo cositas que sueño, ideas para cuadros. Aunque no los pinte, ya estoy creando”.

El sueño como archivo secreto

Para Marina, los sueños no son sólo ensoñaciones nocturnas: son archivos de memorias difusas, catálogos de imágenes surrealistas que esperan ser traducidas a la tela. Desde pequeña ha tenido el hábito de escribir lo que sueña, y estos fragmentos oníricos han tejido gran parte de su universo pictórico.

Siempre sueño algo… empiezo a crear así como memorias… todas están conectadas entre sí”.

Uno de sus sueños más recurrentes es una especie de metáfora central en su obra:

Siempre soñaba una puerta secreta… Para mí eso fue como wow, es como un portal”. Esa puerta, que aparece en diversas formas en su pintura, representa la entrada a mundos ocultos, íntimos, imposibles y mágicos. Pintar es, en ese sentido, cruzar esa puerta una y otra vez.

De romper moldes a construir mundos

El viaje de Marina como artista comenzó desde la infancia, pero estuvo marcado por la frustración de los límites impuestos por la academia. Su ruptura con la enseñanza tradicional fue un punto de inflexión. Con esa libertad, su obra se expandió tanto en técnica como en escala.

Cuando dejé mis clases… me fui llenando todos esos años de ideas que yo quería pintar y no me dejaban”.

Pasó de crear imágenes simples a universos densos, rebosantes de microhistorias. Su pintura dejó de ser un acto técnico para convertirse en un proceso de excavación emocional y narrativa.


Pintar desde la memoria: conexiones invisibles

Marina se interesa profundamente por los mecanismos de la memoria. Para ella, el cerebro no recuerda de forma lineal ni lógica, sino que asocia imágenes y emociones de maneras extrañas, a veces incoherentes. Ese fenómeno lo traslada a sus obras.

Sus composiciones a menudo parecen collages de símbolos que en apariencia no se relacionan, pero que en su lógica interna —y la del espectador— generan una narrativa emocional. Además, su amor por las historias de terror también se filtra en la atmósfera de sus cuadros.

El derecho al delirio

La pintura, para Marina, no sólo es técnica ni disciplina. Es también un acto de resistencia, una afirmación de libertad. Hoy celebra poder abordar temas que antes eran vetados en sus clases: los cuerpos, los desnudos, lo simbólico, lo fantástico.

Ese “dejarse llevar” es clave para comprender su obra: es una decisión política, íntima y estética al mismo tiempo. Crear sin miedo, sin molde, sin censura.

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Marina SaMont no pinta para imponer una verdad, sino para ofrecer una entrada. Sus cuadros son puertas —como las de sus sueños— hacia otras realidades. Realidades donde los recuerdos, los terrores y los placeres se mezclan; donde el barroco se encuentra con la infancia, la memoria con el símbolo, el cuerpo con la oscuridad.

En cada pintura, ella se desnuda. Pero también, sin decirlo, le ofrece al espectador la llave para que haga lo mismo.

¿Te atreves a abrir la puerta?


  • Texto: Redacción Coolhuntermx

  • Fotos: Cortesía

Fecha de Publicación:
Miércoles 16/04 2025