DESDE 1950, FUE HASTA EL 2023 QUE SE HIZO UNA INVESTIGACIÓN CON SANGRE REAL PARA PRODUCTOS DE GESTIÓN MENSTRUAL
Según las Naciones Unidas, el 49.7% de la población mundial son mujeres y personas con menstruación. Y en estos temas, ni hablar de la antigüedad, porque las mujeres gestionaban su periodo con lo que tuvieran a la mano. En Egipto, una de las sociedades más avanzadas en medicina, usaban algodón envuelto en papiro a modo de un tampón primitivo. ¿Qué tan salubre era aquello? Simple, la respuesta está entre “no lo sabemos” y “seguro no mucho”. Incluso, la información que se tiene fue transmitida de manera oral, pues un tema de esa índole no podía ser plasmado para la posteridad, aunque clara y obviamente, nunca dejaría de pasar, pues este proceso tan natural como necesario provoca la vida misma. Pero nos iremos directamente a épocas más recientes, pero no menos indignantes.
En 1930, los anuncios de las primeras toallas sanitarias “modernas”, venían con un cupón. ¿Cuál era su función? Una promoción no. Servían para entregarlo en la farmacia sin tener que hablar del tema y aceptar que la mitad de la población sangran una vez al mes.
Jennifer Weiss-Wolf, en su libro Periods Gone Public nos relata como la menstruación siempre se ha mostrado desde lo médico, hasta lo publicitario como algo censurado. Incluso vimos como a Elsa y Elmar esto le afectó en pleno 2024, pues lanzó una canción que habla de la menstruación y muestra un cuerpo femenino, la cual fue baneada. Volviendo al tema, no es un secreto que toda esta censura ha impactado en el desarrollo de los productos menstruales.
Según la Universidad de Stanford, antes de 1950 había un solo estudio sobre sangre menstrual. Posteriormente, se publicaron 400 estudios sobre el tema, frente a más de 10 mil sobre la disfunción eréctil.
Jennifer Weiss-Wolf, en su libro Periods Gone Public, nos relata cómo la menstruación siempre se ha mostrado, desde lo médico hasta lo publicitario, como algo censurado. Recientemente vimos cómo a la cantante Elsa y Elmar esto le afectó en pleno 2024, cuando lanzó una canción que habla de la menstruación y muestra un cuerpo femenino, la cual fue baneada. Volviendo al tema, no es un secreto que toda esta censura ha impactado en el desarrollo de los productos menstruales.
Según la Universidad de Stanford, antes de 1950 había un solo estudio sobre sangre menstrual. Posteriormente, se publicaron 400 estudios sobre el tema, frente a más de 10 mil sobre la disfunción eréctil.
¿Negligencia o censura? Ambas
Los tampones se inventaron en el siglo XIX, sin embargo, su uso ni siquiera era el que conocemos ahora, sino que se empleaban para tratar heridas. Fue hasta 1930 que se le puso un aplicador de cartón y comenzó a tomar la forma que hoy en día conocemos. Este invento, como muchos otros que sí cumplen su función, pero podrían ser mejores, fue patentado por Earle Cleveland Haas, un doctor que nunca midió el cérvix de una mujer. Por el contrario aseguró que no era necesario.
Esto no mejoró con los años, pues la investigación siempre estuvo muy limitada. Los productos de gestión menstrual no se probaban con sangre, sino con una solución salina. Incluso aún podemos verla en algunos comerciales. Sí, nos referimos a ese líquido de color azul. ¿Y por qué azul y no morado? Si nos adentramos un poco en la psicología del color, podemos encontrar que el azul puede relacionarse a la limpieza. Mientras que la sangre presenta una relación de tensión y casi de suciedad.
Pero si aún no has detectado la gravedad de esto, tienes que saber lo siguiente. En los años 70, las personas menstruantes estaban padeciendo y hasta muriendo de un shock tóxico, el cual fue provocado por el uso de tampones ultra absorbentes que nos se testearon con sangre real. Ante la emergencia médica, la FDA sólo recomendó usar los tampones menos absorbentes en vez de sancionar a aquellas personas que lanzaron un producto al mercado sin ser validado médicamente.
¿La copa menstrual es sinónimo de modernidad?
Aunque creamos que la copa menstrual es algo nuevo, la verdad es que no. Entre 1854 y 1915 salieron las primeras patentes de este producto, que estaba hecho de aluminio o caucho. No obstante, la idea de introducirla resultaba complicada y hasta incómoda.
Fue hasta 1956 que Leona Chalmers lanzó un nuevo diseño de la copa. Por supuesto, pensando en materiales más suaves. Estas se volvieron más conocidas en 1970, cuando los movimientos feministas y ambientales crecieron. No es sorpresa que uno de los productos más seguros tanto con las personas menstruantes, como con el medio ambiente fuera mejorado por una mujer. Con esto no se dice que los hombres no puedan diseñar, simplemente los datos nos arrojan que tienen otras “prioridades” que frenan el desarrollo de un producto de uso cotidiano.
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El diseño con perspectiva de género es esencial para abordar de manera efectiva las necesidades y experiencias de todas las personas. Además, es importante destacar que los productos de gestión menstrual son una industria millonaria. Por lo que es vital ponerles atención, tanto al desarrollo e investigación, como a la comunicación en torno a ellos.
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