EL ESPACIO PÚBLICO DESIGUAL: EL LIBRE ESCENARIO PARA LA RESILIENCIA CLIMÁTICA

“Este año hizo más calor.” ¿Es un buen inicio de conversación o una frase que me he acostumbrado a escuchar conforme crezco? Lo dicen mi vecino, la señora en la parada de autobús y mi abuela. Pero no solo lo oigo: lo observo y lo siento. 

Después de meses de sequía, parece que el planeta desea sanarse a través de huracanes que se desplazan de las zonas costeras a la urbe. Esto también puede ser un intento de comunicarse, pero… ¿estamos listos para escuchar el mensaje?

Con ciudades que se expanden a niveles acelerados y comunidades siendo desplazadas por los recortes de agua, las personas desean protegerse en lo individual. Sin embargo, es momento de aceptar que la respuesta siempre ha estado en los espacios públicos. 

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El papel de los espacios públicos

Actualmente, un tercio de la superficie terrestre de una ciudad es pública. Las calles, parques, centros comunitarios y mercados son oportunidades para replantear el papel de los espacios públicos para mitigar el cambio climático. Si logramos verlos como tal, entonces estamos haciendo lo correcto.

No obstante, la revaluación no es sencilla, dado que los espacios públicos no se distribuyen equitativamente.

Desde hace tiempo, se ha impuesto una visión homogénea y capitalista del espacio. En la actualidad, lo primero que se diseña está subordinado a las actividades de producción. Posteriormente, se considera la convivencia, y por último, los cuidados, que si fuera posible, serían eliminados en favor de obtener mayores beneficios económicos.

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Lo que sí es verdad es que no somos un conjunto homogéneo. Nuestras características culturales, de género, de clase y de edad hacen que el uso que le otorgamos a un espacio sea diferente.

Las calles y los parques son el epicentro de nuestras actitudes sostenibles. Al estar tan cerca de nuestra cotidianeidad, estos espacios públicos forman la base del ecologismo y se convierten en una herramienta de aprendizaje de valores ambientales. Aprovechamos lo poco que se tiene, lugares libres para comunicar lo que implica a todas y todos.

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Para tener una ciudad que cuida, hay que tener los pies en la Tierra

En un planeta en el que más de la mitad de la población habita en las ciudades, ambicionamos que estas coloquen la vida en el centro. Anhelamos una ciudad que no te enferme ni envenene. Ante esta perspectiva se ha favorecido una ciudad de cuidados donde se otorgan espacios públicos, pero que terminan siendo de carácter privado, como el Parque Bicentenario al norte de la Ciudad de México.

Ante esta limitación, resulta motivadora la idea de apropiarse de los espacios, cuando su verdadero origen pertenece a la naturaleza.

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No olvidemos que también se deben diseñar áreas para personas que han sido excluidas por el androcentrismo. Sin embargo, el espacio público sirve más allá de “dar voz” al ciudadano, porque este ya tiene voz. No necesita que alguien le dé permiso, pero sí debe velar por el territorio que es silenciado.

En ciudades de concreto, donde no hay tierra que filtre el agua, ha aparecido una demanda colectiva que parece tener dificultades para ser atendida. Se busca un equilibrio entre la cotidianeidad y el sanar el vínculo con los ecosistemas de manera justa.

Para una armonía entre lo que brindamos y expropiamos, es clave dejar de ser exclusivos con lo público y propiciar la resistencia en colectivo. Pero este trabajo no solo debe ser ideado por el ser humano, sino en colaboración con la Tierra que habita.

Propuestas ciudadanas de resiliencia climática a través de los espacios públicos

Se ha romantizado el salir de las ciudades para conectar con lo natural, mas no el cuidar lo que tenemos cerca. Una forma más inmediata de abordar el cambio climático es a través de los espacios públicos.

Por ello, ciudadanos como tú y como yo, de toda la República Mexicana, han brindado soluciones y encontrado respuestas en nuestros parques y nuestras aceras. Los resultados van desde pláticas de acción climática en su comunidad hasta proyectos de reforestación. 

En el corazón de Veracruz, emerge Xala-te a sembrar, un ambicioso proyecto ciudadano que localiza posibles lugares  de siembra en la zona urbana de Xalapa. Este proyecto brinda espacios donde la gente pueda sembrar árboles autóctonos de la denominada “ciudad de las flores”. 

Cerca de sus hogares, las personas participantes reciben asesoría técnica para cuidar de especímenes como el Liquidambar styraciflua, Quercus xalapensis y Tabebuia rosea. Se trata de una reforestación urbana que busca hacer de la capital veracruzana un lugar más verde y fresco.

La resiliencia climática proviene principalmente de la sociedad civil, y un ejemplo de ello es Nuestro Futuro A.C. Esta organización la conforman activistas por un medio ambiente sano. Ellos llevan a cabo el cineclub “Poner Nuestro Futuro en Práctica”. A través de él, ocupan el Espacio Nativo (San Miguel Chapultepec) en Ciudad de México para promover la reflexión por medio del diálogo sobre el cambio climático. Buscan construir una justicia climática en México.

Además, me gustaría resaltar su arduo trabajo en el asesoramiento jurídico de la comunidad del Bosque, Tabasco, una de las primeras en ser desplazadas por el cambio climático. Nuestro Futuro A.C. acompañó a los habitantes hasta llegar con las y los jueces de la Corte Internacional de Derechos Humanos, en un contexto de emergencia climática en el país.

En la zona metropolitana de Monterrey se encuentra el lento cauce del Río Santa Catarina y un proyecto para visibilizar su resistencia: #UnRíoEnElRío. El río conecta desde el municipio de Santa Catarina hasta Cadereyta, pero ¿nosotros conectamos con él? 

Es precisamente esta defensa y trabajo en colectivo lo que la comunidad trata de promover: el salvaguardar la vida que persiste y resiste dentro del afluente. Por ello, invitan a los ciudadanos a participar en recorridos, para juntos trazar un mapeo colectivo de las especies que habitan la zona.

Con dinámicas para conectar con el río, las personas redescubren la biodiversidad. Retoman conciencia y observan los beneficios ambientales que brinda el verlo como parte del entorno y no un obstáculo para sus actividades cotidianas.

Las ciudades tienen la tarea de mantener comunidades saludables, y para ello deben aprovechar el espacio público como herramienta para mitigar los impactos del cambio climático. Deben mantener frescas a las personas a través de una reforestación consciente e informar sobre la preservación de áreas naturales por la protección de todas las especies.

El cambio climático es el presente, no una predicción ni una advertencia. Es el que producirá los cambios y nos está forzando a mirar de otra manera las ciudades, a crear redes en el espacio que vivimos.

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Alejandra Joachin Zapata es organizadora del Primer Parlamento Verde en Nuevo León y Consejera Juvenil en Girl Up México, una organización liderada por juventudes que capacitan, inspiran y conectan con otras activistas por la igualdad de género. Haz clic aquí para leer más sobre Girl Up México y su trabajo impulsando a jóvenes agentes de cambio.


  • Texto: Alejandra Joachin Zapata

  • Fotos: Cortesía

Fecha de Publicación:
Miércoles 21/08 2024