Clavo Movimiento 2022. Fotografía Paulina Figueroa


¿ACASO CUALQUIERA PUEDE CURAR UNA EXPOSICIÓN HOY EN DÍA?

Irving Domínguez, Olga Rodríguez (Salón Silicón), Cuaco Navarro (Save the Artist) y Lagartijas Tiradas al Sol nos dicen quién puede hacer curaduría.

Señora, ¿ya están mis enchiladas? Ni que fuera curaduría, joven. La frase de uno de los memes más famosos del arte contemporáneo retumba cada vez que asistimos a un museo o galería; oímos los cuchicheos o voces a grito pelado criticando lo que se acaba de ver. A veces se trata de opiniones favorables y otras de juicios despiadados. Al burlarse de la curaduría, el meme duda y discute la facilidad/dificultad para emprender ese trabajo; siempre hemos oído a nuestras madres decir ¡si no son enchiladas! para enfatizar que hay un proceso, que las cosas llevan tiempo.

La figura del curador 

La figura del curador es indispensable porque se encarga, entre otras cosas, de la propuesta de una exposición; de lo que intenta articular y la manera en que lo hace.

Como crítica colaborativa, que pasa de pantalla a pantalla, el meme también ironiza y pregunta sobre quién puede hacer el trabajo del curador —en el lenguaje popular chilango la frase si no es enchílame otra quiere decir si es tan fácil, ¿por qué no lo haces tú?—, quién está calificado para hacerlo. Por ese motivo convocamos a los siguientes expertos: Irving Domínguez, curador e investigador independiente; Olga Rodríguez, co-fundatriz y directora de Salón Silicón; Cuaco Navarro, curador del proyecto Save The Artist; y el colectivo Lagartijas Tiradas al Sol.

“La figura del curador es una figura histórica. Originalmente era un experto asociado a una colección de objetos, encargado de conservarlos, cuidarlos y estudiarlos —explica Irving. En los años 60 del siglo XX dejó de ser un especialista, un conservador dentro del museo. Y se convirtió en un coordinador encargado de su programación, un organizador de exposiciones que dinamizan la vida de la galería”.

En 2017, Olga Rodríguez, Romeo Gómez López y Laos Salazar crearon Salón Silicón, galería que promueve el trabajo de artistes mujeres, cuirs y/o miembres de la comunidad LGBTI+. La vocación del proyecto permea la curaduría de sus exposiciones donde se han visto piezas que representan a íconos gays globales como Mariah Carey o locales como la Pájara Peggy. 

“Utilizamos la estrategia del sentido del humor —explica Olga— que se aleja de lo hetero, que provoca la risa; la idea es no tomarse muy en serio, no ser tan listas o muy brutas. En Salón Silicón los artistas se alejan de las abstracciones para acercarse a lo personal, al cuerpo, a su propia experiencia. Es el arte de nuestro tiempo. Percibo el fenómeno artístico más como productora. Creo cualquiera puede ser curador, lo que cuenta es diseñar recorridos, ver cosas que otros no están viendo, descubrir vínculos entre ideas y obras”.

¿La curaduría como don?

Para Cuaco, que vive en Guadalajara y recién presentó como curador y artista la muestra Nadie aterriza en el espacio capitalino The Vault, se necesita tener conocimientos específicos para fungir como curador. “Hay algo muy importante para ser curador: conocer los procesos artísticos, saber cómo trabajan los artistas y qué materiales utilizan, cuánto cuesta producir las obras. Es seguirle la pista a los creadores para saber qué están trabajando. Muchos enfoques en la curaduría, a veces se trabaja desde el punto de vista de la historia del arte, de la antropología o a partir de alguna corriente teórica”. 

Irving asegura que la curaduría no es un don, es una función que puede desempeñar una persona que desarrolle una propuesta para algún espacio expositivo. “La figura de intermediación entre los museos o galerías y los creadores la puede desempeñar un especialista en curaduría, un museógrafo e incluso los mismos artistas. Hace algunos años Luis Felipe Fabre curó una exposición muy afortunada en el Museo de Arte Carrillo Gil; Daniela Tarazona hizo algo similar en el Museo de Arte Moderno. Ejercicios de este tipo enriquecen la curaduría”.

Hace unos meses el Carrillo Gil presentó Ahí viene el lobo, muestra extraordinaria curada por el grupo de artistas Lagartijas Tiradas al Sol. Cuestionaron entre otras cosas, la función del museo como espacio para la verdad con cuadros de Diego Rivera falsos, un Rothko verdadero y falso al mismo tiempo; objetos que transitan de la ficción a la realidad. 

“Nuestro trabajo fue reaccionar a la colección del museo para intentar crear una dramaturgia —dicen Luisa Pardo y Lázaro Gabino Rodríguez, cabezas del grupo— y elegir las piezas con la intención de crear un recorrido para los espectadores. Nuestros recursos son los del teatro principalmente, así que organizamos la exposición como una obra teatral en la que no hay una narrativa clara unívoca, pero sí un recorrido por distintas intensidades y atmósferas”. 

“Suponemos que un curador puede ser cualquier persona que organice algo para ser mirado”, consideran Luisa y Gabino. Hay otro aspecto de la curaduría que ya anunciaba Cuaco: el administrativo. “Es menos glamoroso —asegura Irving—, pero la actividad exige presupuestos, organigramas, reportes, registros, etc. Todo eso tiene que hacerse”. 

Como hemos visto, el proceso de la curaduría implica reflexionar sobre la producción de redes de sentido entre las obras artísticas: ¿qué permite su relación?, ¿a partir de qué idea?, ¿cómo se generan lecturas nuevas o novedosas? Por otro lado, ¿cuáles son las áreas que no han sido exploradas y que escapan a la curaduría que ahora predomina y se ampara en el trabajo con comunidades, lo cuir y lo decolonial? ¡Cuántas preguntas por unas enchiladas! 


  • FOTOS: Museo Carrillo Gil

  • TEXTO: Carlos Rodríguez

Fecha de Publicación:
Jueves 23/02 2023