EL CENTRO CULTURAL EUCALIPTO20 BRINDA UN ESPACIO DONDE A TRAVÉS DEL ARTE, SE ABORDAN LAS EXPERIENCIAS EN TORNO AL CONSUMO DE CRISTAL.

Circo crico, una muestra sobre una conversación necesaria y pionera en México.

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Hace 10 años conocí a Jorge en el extinto New Cineclub, un delicioso tugurio maloliente y permisivo en la calle Cristóbal Colón; a un lado de la Alameda Central, donde curiosos, señores trajeados, travestis y trans nos enfiestábamos. Luego de salir un par de veces, Jorge desapareció. Este año que nos reencontramos me contó de su consumo de cristal, un episodio que asegura fue desmedido y problemático. 

La fiesta como disfrute colectivo incluye el uso de sustancias, algunas comunes y aceptadas como el alcohol y el tabaco. Nos gusta alterarnos, por eso tomamos café, ¿no? El cristal es utilizado por hombres que tienen sexo con otros hombres para el chemsex, práctica en la que se usan sustancias psicoactivas para intensificar la actividad sexual. El aumento del deseo y de la energía —es decir, ponerse más caliente— para tener sesiones más largas y potentes. Son algunos de los efectos de esta sustancia, también conocida como crico, hielo o vidrio; se trata de metanfetamina, droga psicoestimulante que se bebe, inhala, fuma o inyecta.

Bien endulzados    

El centro cultural Eucalipto20 anunció Circo crico, muestra organizada por artistas que usan cristal, para el público que lo consume y la gente que está a su alrededor. Algunos amigos me preguntaron si la visitaría como periodista. Les dije que sí. Me confesaron que sienten, entre otras cosas, honda culpa por fumar cristal para coger y que querían acercarse a otros cricosos para sentirse acompañados.

Circo crico surge por iniciativa de Eugenio Echeverría en colaboración con Pablo Caisero y Aldo Morales que, a través de una convocatoria seleccionaron a más de veinte artistas para exhibir sus obras. Al recorrer la exposición se percibe que nace de un lugar legítimo; los creadores desvelan su intimidad y abren nuevas lecturas del consumo de cristal que no son evidentes pero sí sentidas. 

La hoja de sala anuncia que el proyecto no defiende el uso del cristal ni tampoco pretende crear conciencia sobre su uso. Pensemos, por ejemplo, en la campaña No está chido, que “busca promover la unión y la comunicación familiar ofreciendo alternativas frente al consumo de alcohol y tabaco”. Y de paso, le cubre las espaldas a una sociedad hipócrita. 

En realidad se trata de mirar las diferentes caras del diamante —en apps de ligue como Grindr el emoji de la piedra de carbono cristalizado simboliza el uso de dulces o sustancias para sentir más placer— o recorrer las diferentes pistas de un circo. Así es como sigue la lógica del título de la exposición, ya que más que una muestra, se trata de un encuentro con charlas y actividades artísticas. De este modo, se asume la complejidad del fenómeno.

Derivas cricosas 

A pesar de ser una droga de fácil acceso y uso común, poco se habla de las dinámicas, los problemas y las necesidades de quienes usan el cristal. El silencio deriva en una marca o huella negativa para los consumidores. El escaso interés en la salud integral de la población LGBTTTIQ+ en Méxicoel caso más reciente es el de la viruela del mono, para la que el gobierno de México no ha comprado vacunas—; se refleja en la ausencia de registros y estudios sobre el uso de sustancias en las sexualidades psicoactivas. Una de las preguntas más importantes de Circo crico es si existe una comunidad de cricosos en la Ciudad de México; cuestionamiento singular e inédito que mira de frente a la realidad de consumos desbordados.   

Todos los que somos parte de la comunidad sexo diversa sabemos que muchas personas usan cristal para coger. La muestra acierta en decir: siempre hay un cricoso cerca de ti. ¿Por qué lo hacen? ¿Qué les permite sentir? ¿A qué sitio de intimidad acceden al consumirlo? ¿Es verdad que se trata de una sustancia destructiva? ¿Quiénes necesitan ayuda? ¿Cómo saberlo?  

Cuando le confesé a Jorge, que en algún momento perdió su trabajo por andar en la fiesta —eufemismo para decir que se gastaba su dinero comprando cristal para coger por horas en hoteles y otros lugares de encuentro—, mi curiosidad por experimentar con el crico su opinión fue tajante: ni se te ocurra, no lo hagas. Entre otras cosas, el chemsex ha propiciado en ciertos contextos el aumento de casos de VIH, sífilis, gonorrea y hepatitis C. 

El proyecto Conexiones Psicoactivas comunica en folletos, distribuidos en Eucalipto20, que el uso frecuente del crico puede reducir la posibilidad de tolerancia y crear dependencia; su consumo prolongado afecta la salud mental y física al dejar de dormir y comer por varias horas. Puede orillar a descuidar relaciones personales y obligaciones. Por otro lado, recomienda un uso controlado y esporádico del cristal, también saber cuáles son las sustancias con las que no se debe combinar. Además de informarse sobre las enfermedades con las que se debe evitar su uso, por ejemplo, el trastorno de ansiedad y la epilepsia.

Seducción, peligrosa poción  

Uno de los amigos con los que visité Circo crico dice que cuando fuma cristal se siente desinhibido, sexy y seguro; también asegura que la parte positiva de no tener tabúes tiene un doble filo: orilla a que se desdibujen los límites. Esto debido a que la calentura se potencializa y dura muchas horas en las que se buscan múltiples encuentros sexuales.     

Sobrepasados por experiencias propias y de amigos, quienes participan en Circo crico crearon una narrativa que rescata y destaca la apertura de “espacios de convivencia, intimidad, cariño y ternura que parecieran inalcanzables de otra manera” al consumir cristal. 

En la obra de Juan Pablo Caisero, una fotografía muestra a una persona inyectándose cristal, variante de aplicación conocida como slam, en un plano americano, aunque no se le ve el rostro. Se trata del mismo artista. La imagen se complementa con un texto donde confiesa que el crico lo ayudó a conectar con su dolor, le permite reconocerlo en lugar de evitarlo. La obra es un puñetazo limpio del que es imposible quitar la cara a tiempo que genera dudas, preguntas, conjeturas, inquietudes. ¿Qué es lo que ha vivido para sentir un dolor de tal magnitud? ¿Nuestro dolor es equiparable al de alguien más? ¿Qué hacemos para reconocer el sufrimiento y sobrellevarlo?  

Una muestra pionera: Circo crico

En la inauguración la artista Park presentó un performance que emuló la Piedad de Miguel Ángel; el acto generó correspondencias irónicas con el Cristo cricoso de Carlos Gilberto Peña “Chamuko”, que usa la iconografía religiosa para criticar la idea del éxtasis y la mística asociada tanto al cristianismo como al uso de drogas. Al final del performance, Park confesó que tuvo un derrame cerebral como consecuencia del uso del cristal del que ha logrado reponerse de forma paulatina. Es un dato importante ya que poco se sabe del consumo y los efectos que genera en las mujeres.   

Varios días después de la apertura se realizó un debate. Moderada por la periodista especializada en drogas Cat Donohue, en la mesa participaron el curador, escritor y activista Tonatiuh López y el artista Richard Moszka, ambos consumidores de sustancias. La plática contrastó experiencias y opiniones: el creador contó que su consumo de cristal no tiene que ver con prácticas sexuales, sino con el interés por experimentar estados alterados; Tonatiuh, por otro lado, hizo hincapié en los consumos responsables y controlados para evitar consecuencias funestas ya que la adicción al cristal le arrebató a uno de sus amigos.    

Circo crico también es una muestra expandida. La cuenta de Instagram del proyecto amplía la reflexión y permite compartir experiencias sobre el consumo de cristal a través de videos y podcasts. Abiertas hasta el 14 de enero en Eucalipto20, las pistas del circo cricoso enmarcan una conversación vanguardista y pionera en México muy necesaria sobre el consumo de sustancias en las prácticas sexuales para socializar riesgos, placeres, culpas, deseos y quizá salir del clóset otra vez y liberarnos un poco.


  • FOTOS: Roberto Vargas

  • TEXTO: Carlos Rodríguez

Fecha de Publicación:
Martes 10/01 2023