¿HASTA QUÉ EDAD O A PARTIR DE CUAL DEBEMOS SER PARA HACER ARTE?
Sobre el edadismo en el arte: ¿hasta qué edad eres joven en el arte? Según el Encuentro Nacional de Arte Joven, hasta los 30 años. Para la Beca Jóvenes Creadores, hasta los 34. Caso análogo es el Programa de Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico.
Artista emergente. Joven promesa. Enfant Terrible. Propuestas frescas. 30 creativxs menores de 30 que nos inspiran. Arte ultra-contemporáneo (el realizado por personas nacidas hasta 1975). 15 Young Artists to Watch in 2022. Parece ser que en el arte tenemos si no una obsesión, al menos sí una predilección por la juventud.
Esto crea una presión insana para lxs agentes del arte. Se espera que para cierta edad –máximo a los 34, según el ex-FONCA– ya hayan logrado tener algún tipo de reconocimiento: alguna exposición individual, un tipo de beca o residencia, cualquier cosa que indique que están creciendo, que ya “emergieron”.
Uno de los problemas es que, seguir este prototipo de carrera lineal (estudiar arte, ser artista emergente, luego de mediana carrera y finalmente, consagradx), es muy difícil. La mayoría de artistas no pueden dedicarse de lleno a perseguir esta carrera ideal, junto a su quehacer artístico tienen otro(s) trabajo(s) que le garantiza un sustento. Tienen enfermedades crónicas. Comenzaron el camino con una desventaja estructural. Que una artista a sus 30 años aún no haya alcanzado ciertas metas no siempre significa que su obra no es buena. A veces será un indicador de a qué clase social pertenece, de dónde vive (si es en una ciudad con una nula infraestructura cultural le será más complicado), de cuestiones que van más allá de su talento o aptitudes personales.
Sin embargo, reconocer que contar con ciertos privilegios facilita el camino en las artes, tampoco debería volverse un pase libre para dejarnos derrotar sin más. Parafraseando a la ilustradora Iurhi Peña:
“Si encima de todo nos ponemos a sufrir por no pertenecer (al mundo del arte), ya valió madres”.
Para mí, otro problema derivado de nuestra fijación por la juventud, es que algunxs artistas creen que sus pocos años de carrera les dan chance de ser informales: llegar tarde, no entregar a tiempo las obras, presentarlas mal embaladas, no contestar los mensajes, no estar dada de alta en el SAT, pareciera que todo tiene que excusarse porque lx artista joven tiene poca experiencia. Esto, sobra decir, es inaceptable.
Con las artistas mujeres pareciera suceder otra cosa: no buscamos que sean jóvenes, al contrario, para darles amplio reconocimiento institucional, se espera que estén ya en la tercera edad: Cecilia Vicuña, Carmen Herrera, Luchita Hurtado, Etel Adnan, Beatriz Zamora, Alice Neel, la lista continúa.
El caso de Carmen Herrera es bien conocido: no vendió una pintura hasta los 84 años. Su gran retrospectiva en el museo Whitney sucedió en el 2016, a sus 101 años. Cecilia Vicuña tiene una frase desgarradora, dicha en una entrevista en 2019, cuando recibió el Premio Velázquez a sus 71 años:
“Yo pensaba que me iba a morir como una artista secreta”.
Que estas artistas finalmente reciban las condecoraciones debidas, desde luego es motivo de júbilo. Pero también es un tanto agridulce, mientras más tarde llega el prestigio, más tiempo estuvieron pasándola difícil las creadoras.
Contra el edadismo en el arte, pienso en proyectos como Escuela de Envejecer de Ana Gallardo donde convive con otras personas mayores, jubiladas que le compartieron sus saberes y experiencias: jardinería, canto y baile. Estos conocimientos son transmitidos al público mediante pláticas, exposiciones, sesiones de baile. Como Euge Murillo menciona, se trata de “la revancha de ser feliz cuando te suponen descartable”.
Martha Wilson se fotografía a sí misma enfatizando los signos de la edad: bolsas en los ojos, cabello ralo, canas, arrugas. En la parte inferior de la imagen leemos: Me he convertido en mi peor miedo. Pero su sonrisa no coincide con lo escrito, no se ve acongojada por el envejecimiento, al contrario. Se ve satisfecha. No con la alegría forzada del mandato en redes sociales que dicta “ámate a ti misma tal y como eres”, sino con la picardía de una persona a la que envejecer le importa un bledo.
También se toma una foto como si fuera Clinton. Más que apoyar a estos mandatarios, nos muestra cuánto se parece a ellos ahora que ha envejecido. Las líneas de la feminidad se han difuminado. No ser guapa no es el fin del mundo, perder la lozanía tampoco. No es un humor de auto menosprecio. Es de quien puede reírse de algo porque sabe que no es una fatalidad.
Dejar de ser una joven promesa, ya no poder ser parte de ninguna lista de 30 menores de 30, despedirse de la idea de conseguir una beca para personas de poca edad: deberíamos construir un sistema del arte donde nada de eso sea una fatalidad.
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TEXTO: Baby Solís, fundadora de ODAC
FOTOS: Vía Unsplash
Fecha de Publicación:
Jueves 18/07 2023 Actualización: 22/02 2024
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