ESTA PRÁCTICA TIENE RAÍCES DOCUMENTADAS DESDE LA DÉCADA DE 1920, CUANDO GENERAL MOTORS INTRODUJO ACTUALIZACIONES ANUALES EN SUS AUTOS PARA QUE LOS MODELOS ANTERIORES PARECIERAN OBSOLETOS, DESDE ENTONCES, HEMOS ESTADO ATRAPADXS EN UN SISTEMA QUE PRIVILEGIA LA CADUCIDAD (Y LAS VENTAS)

Te vamos a contar una historia de terror que si no te ha pasado, seguro la has escuchado: Justo al cumplir diez años, el refrigerador, la tv, la lavadora y el microondas dejaron de funcionar. Todos caaaasi al mismo tiempo. ¿Coincidencia? Quizás no. Como diseñadores que habitamos un mundo donde todo parece tener fecha de caducidad, vale la pena preguntarnos: ¿Diseñamos para durar o para olvidar? Te damos la bienvenida a la era de la obsolescencia programada. Y no, no la encuentras solo en tu aparatos electrónicos. 

La historia a través de deseos disfrazados de necesidades

La obsolescencia programada es una estrategia de diseño y producción que define la vida útil de un producto. En otras palabras: se diseña para fallar. Así, pasado cierto tiempo, o con el lanzamiento de una nueva versión, el producto queda inservible o repararlo deja de ser rentable. Simplemente compramos algo nuevo, una y otra vez.

Y no, no venimos a hablar sobre teorías conspirativas, esta práctica tiene raíces documentadas desde la década de 1920, cuando General Motors introdujo actualizaciones anuales en sus autos para que los modelos anteriores parecieran obsoletos, desde entonces, hemos estado atrapadxs en un sistema que privilegia la caducidad (y las ventas).

Basta con recordar esa escena familiar donde toooodos los electrodomésticos fallan al mismo tiempo o la frustración al descubrir que cambiar la pantalla rota de tu celular cuesta casi lo mismo que comprar uno nuevo. O peor: que una impresora nueva es más barata que solo rellenar los cartuchos.

Lo hemos vivido y, sin embargo, seguimos dentro del ciclo

Pero hay una forma aún más sutil, y quizás más peligrosa, de esta práctica: la obsolescencia percibida. Aquí el tema no es que el producto falle, solo dejamos de desearlo. Lo declaramos obsoleto aunque aún funcione, ya sea por una versión con otras funciones o una nueva tendencia estética. ¿Te suena?

La industria del diseño ha sabido apropiarse de esta lógica: muchas veces diseñamos para la novedad constante. Esto se traduce de muchas maneras: En la moda, por ejemplo, son colecciones basadas en microtendencias que tienen que renovarse en cuestión de semanas. Y en todos los casos, en más residuos y más recursos extraídos del planeta.

Esta dinámica, como explica The Century of the Self, no surgió por accidente. Fue una estrategia construida para transformar nuestros hábitos de consumo. Y lo lograron.

El diseño como aliado en la solución

Aquí es donde nos preguntamos: ¿Qué papel jugamos como diseñadores? ¿Estamos diseñando para durar o para ser olvidados?

Diseñar no es neutral. Cada decisión conlleva una postura ante la durabilidad. A veces caemos en la trampa de pensar que innovar significa descartar lo anterior, o su capacidad de integrarse a lo nuevo. Pero, ¿hasta qué punto la innovación implica también responsabilidad? ¿Dónde trazamos la línea entre deseo, necesidad y desperdicio?

No todo está perdido

Frente a la era de lo descartable, emergen valores que nos invitan, e inspiran, a diseñar con conciencia, hacia la durabilidad emocional creando un vínculo que trasciende lo funcional, valorando el tiempo, el detalle y lo humano en cada pieza. El diseño atemporal, que no necesariamente busca la novedad, sino la permanencia. 

Hoy, más que nunca, necesitamos diseñar con intención. Diseñar con estos principios es resistir a la obsolescencia programada, no desde la nostalgia y amor por lo vintage (este es otro tema para otro día), sino desde la responsabilidad de crear objetos con sentido y con futuro.

¿Tú qué opinas?


Fecha de Publicación:
Miércoles 04/06 2025