PROBLEMATIZANDO LA CURADURÍA DE ARTE CONTEMPORÁNEO DESDE UNA PERSPECTIVA DE CUIDADOS
Para entender qué es la curaduría es necesario conocer sus raíces etimológicas: la palabra latina curar significa quienes cuidan, quienes guían, quienes están a cargo de. En distintos idiomas a les curadores se les dice: keeper, conservador, conservateur y curator. También es interesante que la palabra curador y curiosidad comparten esta misma raíz.
El rol de las personas que se dedican a la curaduría ha cambiado a lo largo del tiempo pasando de ser el cuidador de colecciones privadas a une autore individual de exhibiciones públicas. Con la movilidad del arte contemporáneo, esta profesión también ha evolucionado, y ahora fungen como mediadoras y mediadores de formas artísticas interdisciplinarias y en crecimiento. Se convierten en una figura de reconocimiento institucional e intelectual.
La curaduría institucional o tradicional nace en el siglo XVII con personas asignadas a resguardar y cuidar el estado físico de obras en ciertos espacios. Para 1625, los curadores ya eran personas expertas en el área, por lo que dichos espacios de colección se pudieron abrir y los curadores eran capaces de ser mediadores entre los objetos y los estudiantes que visitaban estos espacios.
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El enfoque de la curaduría institucional tiene como eje principal la historia del arte, la educación y la técnica. Con el paso del tiempo se ha complejizado y ahora aborda las interdisciplinas del arte contemporáneo y su relación con el desarrollo de la sociedad y la cultura. Como respuesta a esta nueva forma de presentar el arte, nace la curaduría independiente o libre; esta curaduría escapa de la institucionalidad del museo, adquiere más libertad de acción y un prestigio a la altura de cualquier creative o artista. Surgen entonces, aquellas duplas artistas-curadores o curadores-artistas. Las personas que curan “por proyecto” o por “freelance” prestan un servicio (incluso sin remuneración) ante la necesidad de propiciar espacios de exhibición que se vuelven independientes o de autogestión. La curaduría funciona como principal legitimador del arte contemporáneo y eso conlleva mucha responsabilidad ya que le otorga a este perfil, un privilegio entre las demás profesiones artísticas.
Estas estructuras de poder han escalado jerárquicamente y modificado, en mi parecer, las prácticas curatoriales, como acuñó John Clark, el poder del curador o “el curatoriado” como “una red de curadores (intelectuales, filósofos y arqueólogos de alto prestigio intelectual y social) que ejercen poder absoluto, crean circuitos de exhibición cerrados, fijan condiciones para las exposiciones y establecen cánones internacionales”
Está bien que la curaduría sea propositiva y que se reconozca como una práctica importante, sin embargo, creo que la figura de le curadore va más allá de seleccionar, ordenar, y catalogar el arte con discursos intelectuales. Hace falta entender la curaduría como acción, no como gremio.
He oído que los curadores se han vuelto importantes, que incluso se habla de ellos como ‘pintores’, al usar a otros pintores como ‘pintura'”
Seth Siegelaub, curador independiente.
Le curadore actual según Yani Herreman es quien conceptualiza una exposición; al imaginar, asociar y exhibir conceptos, ya se considera como un creador mismo.
Por lo que la función de une curadore es hilar un discurso coherente a partir de un eje conceptual y como dice Medina, “a lo más que puede uno llegar es a hacer posible una relación entre el arte y los públicos, en el entendido de que el arte avanzado no siempre encuentra público avanzado y, por lo tanto, requiere de una intervención.”
Entonces, entendemos que la figura auténtica de quienes curan debe ser de mediadore y para empezar a cuestionar sobre qué o desde donde se debería curar actualmente, creo pertinente introducir la perspectiva de los cuidados.
“El instaurar una cultura del cuidado dentro de la práctica curatorial, tendría en mente la desarticulación de la cultura extractivista” Sara Garzón
Cuando se habla de cuidados, se refiere a la cultura que reconoce a la humanidad como seres vulnerables y destaca el esfuerzo invisibilizado de quienes cuidan a otres. La perspectiva de los cuidados pone especial atención en el afecto desde dónde estas prácticas, injustamente mal distribuidas, se llevan a cabo. Cómo la mayoría de las personas que cuidan resultan ser mujeres, esta perspectiva va de la mano con muchas posturas del feminismo que evidencia la violencia del sistema patriarcal, la injusticia social y toda práctica extractivista incluyendo el colonialismo.
Sin embargo, la cultura extractivista dentro de las prácticas curatoriales tiene una larga historia. La revolución industrial fue el motivo de las primeras grandes exposiciones industriales en Francia (1844) donde se exhibieron máquinas y avances tecnológicos bajo los ideales progresistas. También los gabinetes de curiosidades británicos empezaban a institucionalizar las prácticas de exhibición, como los cuartos que pertenecían a la realeza, aristócratas o mercaderes donde exhibían objetos de territorios explotados.
En Londres, en 1851 se organizó la primera exposición universal dónde distintos países europeos mostraron sus avances industriales. Inglaterra también mostró objetos de sus colonias exotizando estos nuevos mundos. Bajo este pensamiento de exotización, entre 1870 y 1914, Carl Hagenbeck promovió los zoológicos humanos dónde exhibieron los cuerpos de personas secuestradas de los pueblos originarios que colonizaron.
Estos son sólo algunos ejemplos de cómo la práctica extractivista se implementó en las exhibiciones desde el Imperialismo, y que separarlo de los procesos curatoriales es necesario y revolucionario, ya que estos actos violentos favorecen a unos cuantos y dañan gravemente a muchos más, y peor aún, se ven reflejados en algunas aproximaciones curatoriales actuales.
Es por esto que muchas personas se encuentran inconformes y protestan afuera de algunos de los más importantes museos. En 2019 no pareció ser suficiente que el MET le haya comisionado obras a artistas y personas racializadas; por lo que más de 800 manifestantes exigieron coherencia entre sus nuevas políticas de inclusión y su forma de exhibir la cultura robada. Han exigido descolonizar el museo.
Un ejemplo muy claro y mediático es la nueva dirección del Museo de Louvre. El recinto museístico más visitado del mundo nombró a Laurence Des Cars como su primera directora. De Cars propone regresar al museo la postura crítica y enfrentarse a la agenda pública actual. Por otro lado, en el 2020 con la reapertura del Museo Australiano, se presentó un proyecto de 10 años para reconciliar su pasado colonial con las culturas originarias y el territorio donde está construido. El museo cambió su misión como “propietario” de los objetos a “custodios” con la intención de involucrar a la comunidad. El Jefe Jarry Taki, líder de Ni-Vanuatu fue invitado a revisar las colecciones del museo y ayudó a comprender la diversidad de puntas de flecha, algo que el museo nunca había reconocido.
Entonces, entendemos que descolonizar las prácticas curatoriales no es un proyecto de un día para otro. La curadora-artista Shaheen Kasmani explicó en una conferencia que los esfuerzos de descolonización pueden fracasar y, en ocasiones, ayudar a reproducir comportamientos y actitudes coloniales. Ella señala que descolonización no es lo mismo que diversidad. En cambio, postula que la descolonización es “el desafío inicial de la supremacía blanca, descentra la visión eurocéntrica, valora la narrativa de lo que se ha convertido en otro. Desmantela los sistemas de pensamiento que coloca al hombre blanco heterosexual como estándar”. En este sentido, para descolonizar las prácticas curatoriales es necesario hablar de los cuidados.
La economista Amaya Pérez Orozco dice que “hablar de cuidados es hablar del proceso de reconstrucción cotidiana siempre inacabado del bienestar físico y emocional de todas las personas”. Y entonces, ¿cómo se debería de curar desde los cuidados actualmente? Es importante contextualizar el momento de la historia que vivimos. Nos encontramos en un mundo fragmentado, un mundo en crisis. No solo en la crisis sanitaria debido a la pandemia del COVID-19, sino también en una crisis ecológica y social grave.
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Si curamos en este contexto desde los cuidados, ¿cómo sería este ejercicio de curaduría en transición? Porque las crisis nos exigen restaurar el quehacer creativo. Sin embargo, es fácil pensar que la crisis es una, que es homogénea y que a todos nos afecta de la misma manera y ese pensamiento no puede estar más alejado de la realidad. Es necesario hablar desde la vulnerabilidad, desde lo privado, desde aquello que no se exhibe. ¿Quiénes son representades en el arte contemporáneo y cuáles son los discursos curatoriales predominantes? ¿Cuáles son los diálogos que el contexto actual exige? Para ello se requiere investigar y si partimos que la base de la curaduría está en la investigación ¿cómo se investiga con cuidado? Desde el afecto y la curiosidad, no desde el morbo, la exotización o la pretensión.
Se propone en cambio, “senti-pensar”, un término con el que la antropóloga Diana Gomez Correal reconoce la necesidad de una investigación que, no se genere únicamente de la razón, sino también de las emociones. Porque las emociones generan prácticas de creación de significado e incitan a actuar. En la creación artística, por ejemplo, el proceso se complejiza cuando quien crea es atravesade por temas como el racismo, la opresión, la política, el sexo y el género, entre otros. Esto exige una especial atención en los procesos curatoriales. Sumándole a esto, las nuevas expresiones que conviven con la arquitectura, la ciencia, el diseño, las artes escénicas y los medios digitales.
Este hecho hace que muchas veces la creación artística sea poco accesible a un público no especializado. Por eso le curadore funge como mediadore. No hay que ser la voz, hay que ser canal y por eso es importante recordar que la curaduría es un servicio, es abrir un canal comunicativo entre ideas de obras y objetos artísticos, espacios y conceptualizaciones con un público determinado. Si se parte de la perspectiva de los cuidados, la curaduría se enfocaría en crear conexiones afectivas, usando lenguaje cotidiano en textos curatoriales concisos y claros, las ideas de las obras —muchas veces políticas y que incentivan la reflexión— cobrarían mayor significado, tanto en la selección, como en la narrativa. Se trataría de accionar espacios y accionar pensamientos.
Curar desde los cuidados
Curar desde los cuidados parece un pleonasmo y hasta utópico, es un gran reto que algunos museos han intentado. En la Ciudad de México, desde finales de noviembre del 2020 hasta mediados de abril del 2021, el Museo Tamayo reabrió sus puertas ante la crisis de Covid-19 con la exposición OTRXS MUNDXS. El texto curatorial decia:
La muestra se enfoca en resaltar la otredad (…) También hace frente a la falta de representación y atención a comunidades locales por parte de las instituciones, particularmente para la generación de los artistas más jóvenes de la ciudad.
Si analizamos el texto curatorial, podemos darnos cuenta que hablan de falta de representación, de otredad, de cuestionar las concepciones preestablecidas y hegemónicas, de justicia social, del bienestar de los habitantes, entre otros conceptos. El discurso curatorial aborda conceptos apegados a la perspectiva de cuidados. Sin embargo, esta exhibición fue muy criticada, pero ¿por qué?
Baby Solís, la crítica detrás del proyecto de divulgación de arte Obras de Arte Comentadas empieza su crítica a OTRXS MUNDXS por el título. Ella sostiene que es muy genérico y que haberlo escrito en lenguaje inclusivo o poner las palabras en no binario es solo cambiar una letra. Solís piensa que el lenguaje inclusivo adquiere su fuerza en la resistencia, en la incomodidad, en visibilizar lo no normalizado y que dentro de la institución, pierde fuerza. Piensa que solo le da la apariencia falsa de que va a ser una exposición diferente. Incluso se cuestiona: “Pero, ¿qué tanto van a ser otros mundos si exponen los mismos artistas de siempre?” Esta pregunta también me llamó la atención cuando visité la exposición. En las fichas técnicas podías ver que las obras pertenecían a las mismas cinco galerías de siempre. Esta crítica es muy evidente, ya que se contradice totalmente con el texto curatorial.
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Tuve la oportunidad de platicar con las historiadoras de arte Ana María Sanchez y Hebe Garibay acerca de los cuidados y de esta exposición. Ana María me explicaba el porqué de este amiguismo y el porqué se seleccionaron las obras que forman parte de galerías prestigiosas de la ciudad. Ella menciona que OTRXS MUNDXS es la primera exposición que cura el nuevo equipo directivo y curatorial del museo. Un museo que se les entrega con un nuevo gobierno y sin apoyo financiero. Con la llegada del Covid-19, la escasez continúa: no hay dinero ni para comprar el papel de baño o el gel antibacterial necesario para cumplir con los protocolos de seguridad sanitaria.
La solución que el museo encuentra es trabajar con la obra de su propio acervo, pedir ayuda a artistas jóvenes para que donen su obra porque no se puede pagar producción y hablar con las galerías locales que pueden prestar obra para armar con éstas, la exhibición. Eso es lo que se ve reflejado. No existe un discurso curatorial. Fue presentar la situación del contexto actual desde una reducida escena actual mexicana: lo que están haciendo les artistas jóvenes y cómo se comunican con otras generaciones.
Entonces, se vuelve un discurso forzado, que refleja precisamente la ausencia de cuidados. En este caso, sale a la luz el grandísimo problema del descuido al sector cultural, del descuido a les trabajadores de los museos —desde le intendente y le encargade de la seguridad— con el incumplimiento de sus derechos laborales. Esto se ve reflejado en la mayoría de las instituciones. Entonces, la carencia de cuidado probablemente no es algo que veas entrando a la exposición, ni en la curaduría, la carencia se revela cuando entiendes que todo el sistema cultural está en crisis, desde antes de la pandemia.
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Hebe Garibay destacaba que la única experiencia relacionada con los cuidados en los espacios museales que ella ha tenido fue cuando un custodio (persona encargada de cuidar las salas durante las visitas) le dio un recorrido arquitectónico por los murales del Laboratorio de Arte Alameda. “Me pareció muy loco” dijo Hebe. No estamos acostumbrades a ver este tipo de situaciones donde el personal de seguridad se involucre con lo que cuida, más bien, se nota una separación e invisibilización de este tipo de cargos en el museo.
Ana María nos explicaba que la manera en la que funciona el sistema artístico en México es muy compleja a diferencia de otros países, en donde los museos son entidades privadas sustentadas por un patronato o una familia, mientras que en México, la mayoría de los museos dependen del Estado.
Si uno revisa el organigrama de puestos que propone el gobierno, las tablas son absurdas. No existe la posición del curadore. Hay solamente un director, alguien encargado en educación, une secretarie y les custodios. Es evidente que no cubre las necesidades de ningún museo sin importar la índole. Entonces, lo que han hecho los museos es formar patronatos en los cuales se genera un fondo para poder pagar los sueldos de esas plazas que aparentemente no existen, es decir: les curadores, el departamento de registro, el departamento de documentación, el departamento de educación, comunicación, etc. Y por el otro lado, algo muy complejo: el sindicato. Todas las trabajadoras y trabajadores que forman parte del organigrama del gobierno pertenecen al sindicato. Todes, fuera del director del museo, son la base de la pirámide.
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Entonces, ahí es donde se puede hablar mucho de los cuidados. Les custodios no tienen una relación directa con la gente que trabaja en los contenidos del museo, quienes trabajan con les artistas, y quienes dialogan con la obra. Y tristemente, tampoco les interesa, porque involucrarse implicaría más trabajo, que ante una precariedad de derechos laborales, evidentemente no se puede remunerar. Mientras las estructuras se mantengan así, seguirá prevaleciendo en instituciones mexicanas una condición de decadencia donde el museo persista como un sistema muy complejo y burocrático.
“Si hay un problema grave” dice Ana María Sanchez. No existen los recursos por parte del Estado para mejorar la situación de la escena cultural. Ahí está el descuido.
A manera de reflexión sobre las condiciones laborales de les trabajadores y su invisibilización en el museo, se encuentra la obra de la artista brasileña Clara Ianni (n. 1987). En su obra de arte participativa y específica del sitio Labor Drawing (New Museum) (2021), Clara Ianni entrelaza la geografía y las condiciones laborales.
Invitó al personal del museo a compartir detalles sobre su vida profesional, como sus puestos, el tiempo que les toma llegar al museo y los modos de transporte que usan, lo que suelen hacer durante sus viajes y la frecuencia con la que se reportan físicamente a la oficina. Ianni tradujo esta información en trazos y formas de grafito en papel que dio como resultado una cartografía de viaje para cada miembro del personal. La jerarquía de posiciones, el paisaje y las desigualdades profundamente arraigadas se revelan en la línea del lápiz. Esta pieza continúa cuestionando las dinámicas de clase, el privilegio y el poder.
Debemos de regresar a las raíces de la palabra curaduría, curar-cuidar. Cuidar objetos, comunidades, tradiciones y las mismas personas con toda su complejidad. Se requiere regresar la perspectiva del cuidado a la figura de le curadore. Hacer de la curaduría algo más accesible, más real, menos jerárquico e incomprensible. Porque la figura del gran curador que impone su sabiduría y significa las obras a partir de relaciones de poder puede ser muy agresiva. Dejar de hablar por los artistas, sino compartir y acompañar. Ser mediadore.
La clave de curar desde los cuidados apuesta por los vínculos afectivos que se generan. Que la curaduría sea un espacio de restauración, de recuperación y de oportunidad para que podamos re-emerger como comunidad. Partir desde el sentido colectivo de la vulnerabilidad. Cuidando desde dentro.
¿Y el resto de quienes conforman el museo? Creo que estas últimas conversaciones sobre las formas de abordar los cuidados en el museo, me hicieron ver que implementar los cuidados solo en la curaduría sería contradictorio, sería atacar el problema desde el punto más alto de la absurda jerarquía, sería invisibilizar los problemas más urgentes. Una curaduría desde los cuidados empezaría por mirar la situación fuera de la exhibición y dentro del museo mismo; investigar y trabajar sobre la situación actual de las personas que conforman la institución; y exigir el cuidado de la cultura y el sostenimiento económico por parte del Estado. Sin estos bienes necesarios, es prácticamente imposible ser coherentes con los discursos que el presente nos exige.
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