COMPRAR ROPA USADA ES UNA HERRAMIENTA CLAVE ANTE EL PROBLEMA AMBIENTAL DE LA MODA PERO TAMBIÉN ES UNA NECESIDAD REAL PARA LA MAYORÍA DE LA POBLACIÓN MEXICANA.

Desde hace algunos años hemos identificado el fenómeno de la gentrificación en las principales ciudades del país como un proceso mediante el cual una zona urbana popular se renueva para recibir habitantes de un nivel socioeconómico mayor, desplazando a sus pobladores originales. El origen de este término está en la palabra inglesa “gentry”, y proviene de la realeza británica para referirse a la nobleza media, a la pequeña aristocracia.

Hoy sabemos que la gentrificación representa un problema porque la gente que tradicionalmente habitaba estas colonias se enfrenta a rentas más altas, al incremento del costo en comercios aledaños o al desplazamiento total. Y en años recientes, algo similar está sucediendo con la ropa de segunda mano: gente de un nivel socioeconómico medio-alto (y que hace unos 10 años no hubieran vestido de ropa usada) está volteando a ver esta categoría de prendas. En consecuencia, la ropa de doble uso ha aumentado sus precios, dejando con menos opciones y más costosas a quienes tienen necesidad, y quizás antes recibían este tipo de prendas como donativo.

México, a diferencia de otros países, tiene una relación cercana con la ropa usada. En primer lugar, nuestra colindancia en el norte con el país que desecha más ropa (nueva y usada) en todo el mundo ha creado fenómenos como las pacas y la fayuca, que son casi instituciones en nuestra cultura. En segundo lugar, estamos hablando de un país en el que la clase media cada vez se comprime más, dejando un mercado polarizado entre marcas de lujo y cualquier prenda por menos de $299.

Esta es la razón por la cual desde finales de los 90, cuando el TLC quebró la industria nacional y el primer Zara abrió en México, el fast fashion, las pacas y ahora la ropa de segunda mano han tenido tanto éxito aquí: la realidad económica del grueso de nuestro país hace a muchas marcas inaccesibles para la variedad y cantidad de ropa que consumimos (y del diseño mexicano olvídate).

El problema empezó a crecer conforme tomamos consciencia de las consecuencias ambientales y humanitarias del fast fashion, comprendimos que tal vez la velocidad con la que los consumimos era digna de reevaluarse pero había un detalle: nuestro presupuesto para ropa no había cambiado. Así, la ropa de segunda mano, con sus “tesoros pre-amados” y todos los eufemismos que le ponemos para olvidar que alguien vivió en ella, se han vuelto una de las soluciones más viables a este problema de la moda.

SEGUNDA MANO PRIMERO

De acuerdo con Forbes, México es el sexto país que recibe más ropa usada, con un total de 30 millones de dólares al año. En todo el mundo, la venta de ropa de esta categoría ha crecido 21 veces más rápido desde 2017 que el retail normal (las cosas no usadas, pues). Tan solo Google Trends nos muestra que las búsquedas por “ropa de segunda mano” en México se han duplicado desde 2004 para acá, con picos importantes al inicio y a mitad del año pasado.

Para muestra un botón y GoTrendier, la aplicación mexicana para vender y comprar ropa, zapatos y accesorios de doble uso registró un incremento del 40% de sus ventas durante la pandemia, contrario al declive del 60% en el retail normal.

Hoy, el mercado de segunda mano mexicano ha logrado diversificarse: plataformas para venta de piezas de lujo, como Troquer; las tiendas vintage como Jardín de Hallazgos o Revolver; Verde Permuta o Adiós Closet Bazar que permiten el intercambio de prendas; eventos pop-up como Armario Comunal; sin mencionar un sinfín de proyectos en Instagram que hacen curaduría de prendas y envían a cualquier parte de la República, (ya que esta corta lista peca de estar centralizada en CDMX). Pero quizás la madre de la ropa de doble uso en México siempre han sido las pacas.

El término “pacas” se refiere a los bultos de ropa que se venden por peso, después de ser desechados en el primer mundo y se venden en mayoreo a compradores en otros países menos desarrollados. Hasta en las pacas hay categorías y puedes encontrar desde piezas nuevas que no se vendieron en los outlets; marcas medias o de diseñador con poco uso; y prendas en mal estado como ropa interior, trapos o material textil en general.

Países africanos como Ghana tienen acuerdos comerciales con Estados Unidos que facilitan el comercio de estas piezas. Sin embargo, en México se consideran mercancía ilegal ya que de acuerdo con la Comisión Federal para la Prevención de Delitos Contra la Salud (COFEPRIS), este tipo de ropa puede representar riesgos sanitarios por la posibilidad de contener ácaros, piojos o bacterias que atenten contra la salud; al ser piezas que se venden a buen precio por peso, nada limita a los vendedores de extraerlas de hospitales, morgues o panteones. Así que para cruzar las 30 mil toneladas de pacas que entran cada año a México es necesario pagarle a un «pasador» que las cruce, una cantidad que incluye el debido soborno aduanal.

De acuerdo con la maestra Dolores Cortés, coordinadora de la carrera de Diseño de Indumentaria del ITESO, la venta de ropa ilegal aumentó 20% en 2020 a raíz de la pandemia. Cortés explica que en general toda crisis vuelca al consumidor a la compra de prendas de doble uso, y los estragos del 2020 no fueron distintos: con tantas piezas quedándose en bazares y boutiques “secondhand” el consumo de pacas ha incrementado. Es decir, la consecuencia de la gentrificación de la ropa de segunda mano es el aumento del mercado ilegal. Y esta es una conversación que nos interesa sobre todo a quienes formamos parte de la industria de la moda mexicana, considerando que 70% de las prendas que se venden en nuestro país son de origen ilícito, el enemigo no son (tanto) las marcas extranjeras, sino la ilegalidad.

¿POR DÓNDE EMPEZAMOS?

Para este problema no hay una acción que por sí sola deshaga cada uno de los problemas alrededor de la ropa de segunda mano: la corrupción en las aduanas, la gentrificación de las prendas, la sanitización de la ropa, etc. Pero hay varias acciones que suman a la causa: en primer lugar, regular la entrada de ropa ilegal al país.

Sin duda la piratería debe seguir restringida, pero la entrada regulada de ropa usada en buen estado puede generar empleos de saneamiento, distribución y comercialización y de paso disminuir (al menos un poco) la corrupción aduanal. Los retos serán varios, como la voluntad del comercio informal de volverse formal, o que siga consumiendo más de ese 70% que le roba a la industria nacional.

También será necesario seguir diversificando el mercado y permitir que no todas las prendas de doble uso se queden en el mismo círculo socioeconómico, sino que lleguen a poblaciones vulnerables a través del donativo consciente. Algo similar a la reciente campaña de Básicos de México junto con El Día Después, a quienes puedes donar tus prendas de invierno y ellos a su vez las entregan en algunas comunidades.

Finalmente, habrá que hacer un mejor uso de nuestros recursos que todavía tengan vida útil y desecharlos con menor frecuencia. Por siglos, la moda y su obsolescencia han sido una herramienta de ascenso social pero ante una crisis climática inminente habrá que adaptarnos a nuevos sistemas de movilidad social. Hoy por hoy, la ropa de segunda mano es necesaria.

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Este artículo es parte de una serie editorial de Coolhuntermx+What Design Can Do No Waste Challenge CDMX, presentado por NESCAFÉ Dolce Gusto, el proyecto más nuevo de WDCD México GNP que busca apoyar la transición hacia una economía circular.  Sigue a WDCD México GNP en Instagram y Twitter para actualizaciones. 


  • TEXTO: Natalia Silva

Fecha de Publicación:
Viernes 29/01 2021