

¿LA MÚSICA SE HA CONVERTIDO EN UN VEHÍCULO DE CONTENIDO EFÍMERO, MÁS QUE EN UNA EXPRESIÓN ARTÍSTICA DURADERA?
La música en la era digital ha traído múltiples cambios. La democratización de la producción musical y el acceso a plataformas de distribución han permitido que más artistas puedan compartir su trabajo con el mundo. Sin embargo, este crecimiento exponencial también ha traído consigo un fenómeno de sobreproducción y consumo acelerado, donde las canciones, aunque abundantes, parecen perder parte de su esencia y longevidad. Con más de 60,000 canciones subidas a plataformas como Spotify cada día, el desafío ya no es solo hacer música, sino lograr que esta perdure en la memoria colectiva.
Se dice que en el pasado, artistas como The Beatles o Michael Jackson creaban himnos que trascendían generaciones. Hoy, la industria parece moverse bajo un esquema diferente: la viralidad y el éxito rápido han reemplazado a la construcción de legado. Muchas canciones están diseñadas para adaptarse a las tendencias digitales y capturar la atención del oyente en pocos segundos. Esta transformación responde, en gran medida, a la influencia de redes sociales como TikTok, donde la música se ha convertido en un vehículo de contenido efímero, más que en una expresión artística duradera. Y ni hablar de las producciones realizadas con inteligencia artificial.
El impacto de las redes sociales en la producción musical
En el universo digital actual, TikTok se ha consolidado como el epicentro de la música viral. Una canción que se populariza en la plataforma tiene mayores probabilidades de alcanzar los primeros lugares en las listas de reproducción, impulsada por la cultura de consumo inmediato. Para encajar en este modelo, las canciones han reducido su duración y han sido estructuradas estratégicamente con fragmentos pegajosos que maximizan su potencial de viralización.
Las estrategias de mercadotecnia en la música han cambiado drásticamente. Según un informe de la IFPI (Federación Internacional de la Industria Fonográfica), el 63% de los oyentes de entre 16 y 24 años descubren música a través de videos cortos en plataformas como TikTok o Instagram Reels. Este fenómeno ha llevado a la reformulación del concepto de hit: ya no se trata de construir una audiencia a lo largo de los años, sino de generar un impacto masivo en un periodo breve de tiempo. Esto ha provocado que las disqueras adapten sus modelos de negocio, firmando contratos por sencillos en lugar de álbumes completos, y midiendo el éxito con métricas de engagement digital en lugar de ventas físicas o reproducciones a largo plazo.
Esta tendencia recuerda, en cierta forma, la rebeldía del punk, que en su momento rompió con los estándares tradicionales de la industria con canciones de menos de un minuto. Hoy, ese espíritu se reinventa en el “fast listening”, donde la estrategia de posicionamiento se basa en captar la atención en los primeros 30 segundos. Como señala Ferdinando Capacete, productor multi-género:
“Fast listening, como estrategia para posicionarse, es una herramienta que el artista ha tenido que desarrollar, partiendo desde la cultura musical y la utopía que todxs buscan. Mantener la atención de la gente depende de esos 30 seg de gancho.”
¿Qué hay con la producción y la reproducción?
El modelo de consumo musical también ha generado un cambio en la forma en que se producen las canciones. Un análisis de la firma Chartmetric revela que el promedio de duración de las canciones más escuchadas en Spotify ha pasado de 4 minutos en 2010 a 2 minutos y 30 segundos en 2023. Este acortamiento responde a un cambio en la forma en que las plataformas pagan a los artistas: los servicios de streaming consideran una reproducción válida a partir de los primeros 30 segundos, lo que incentiva la creación de canciones con estructuras que capten rápidamente la atención y minimicen los momentos de pausa o desarrollo progresivo.
Esta dinámica ha llevado a cambios estructurales en la composición musical. Elementos como los solos instrumentales o las introducciones extensas han sido eliminados en favor de formatos más directos y efectivos. La música ya no solo se escucha, sino que se consume en un ecosistema donde la inmediatez es clave.
¿Evolución o pérdida de identidad?
La transformación de la música en la era digital plantea un dilema: ¿estamos ante una evolución natural del medio o ante una pérdida de profundidad en la composición musical? La accesibilidad y la democratización de la producción han permitido que más voces sean escuchadas, pero también han generado una saturación que dificulta la creación de obras que trasciendan en el tiempo.
Es importante notar que esta dinámica no solo afecta a los artistas, sino también a la audiencia. Un estudio del MIT encontró que la capacidad de atención promedio ha disminuido un 40% en la última década, lo que podría explicar por qué los oyentes prefieren canciones más cortas y con hooks inmediatos. La música, en este sentido, no solo responde a las plataformas, sino a un cambio en el comportamiento humano. Sin embargo, hay quienes argumentan que esto no necesariamente implica una pérdida de calidad, sino una transformación en la manera en que la música se crea y se percibe.
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Si bien la viralidad puede catapultar carreras y generar fenómenos musicales inesperados, la pregunta sigue abierta: ¿qué pasará con estas canciones en el futuro? ¿Serán recordadas como los clásicos de antaño o quedarán relegadas al olvido, desplazadas por la siguiente tendencia? La música, como reflejo de la sociedad, sigue cambiando, pero el desafío de crear obras que resistan el paso del tiempo sigue siendo más relevante que nunca.
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Texto: Iker Ocerín, Alejandra de la Cuesta, María Aburto y María Fernanda Carmona.
Fotos: Coolhuntermx
Fecha de Publicación:
Viernes 28/02 2025
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