UN INSTRUMENTO NECESARIO QUE SE VALE DE OTRAS VERSIONES Y OTRAS FUENTES EN BUSCA DE MEMORIA HEGEMÓNICA, PATRIARCAL U OFICIAL

El proyecto neoliberal impulsado en México desde el salinismo, pugnó por poner punto final a la Historia, apelando a un cambio de valores y discursos vitales para su implementación. Para la doctrina neoliberal, las y los ciudadanos como sujetos sociales, deben diluir su devenir histórico y en cambio, asumirse como individuos globales con necesidades universales, con un proyecto único de futuro: la modernidad. Deben ser individuos que están mas atentos a su porvenir que a las ataduras de su pasado.

La consecuencia de no asumirnos como sujetos históricos tiene un sinfín de implicaciones en cada rincón de nuestra vida pública y privada. Implica para decirlo rápido, no entender que estos lodos son producto de aquellos polvos. Por ello, la política de la memoria me parece un instrumento necesario, que se vale de otras versiones, de otras fuentes en busca de memoria: unas no hegemónicas, patriarcales u oficiales; de otras historias soterradas por quienes han tenido el privilegio de la mirada o de la palabra o de un único universo epistémico.

Conmemorar y revisar lo acontecido por ejemplo hace 500 años el 13 de agosto de 1521; la caída de México-Tenochtitlán, permite a intelectuales, historiadores y especialistas auditar la Historia; para generar una discusión pública y poner en duda, deuda y en su lugar a una serie de personajes, eventos y narrativas que han conformado a nuestra sociedad. Cualquier acontecimiento que tenga un sólo relato, una sola visión; siempre tendrá la tentación de velar por sus intereses, de exaltar sus filias y sus fobias; tal como sucedió con ‘Las cartas de relación’ de Hernán Cortés al rey Carlos V de España.

Como afirma el historiador Federico Navarrete, en los últimos 20 años, distintos académicos han desmantelado casi por completo todos esos relatos. Solo es a través del análisis comparado, desde las distintas perspectivas, donde es posible encontrar algo muy parecido a lo que denominamos verdad.

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Al enunciar distinto la conmemoración de ‘La conquista de México Tenochtitlán’ desde distintas tribunas y ámbitos, se abre la posibilidad de develar otras historias; escuchar otros relatos que nos permitan una reconciliación entre todas y todos quienes habitamos este territorio a partir de asumir responsabilidades. Coincido en el concepto de ‘500 años de resistencia indígena’ pues en efecto los pueblos originarios han resistido a guerras, epidemias, políticas de exterminio cultural, lingüístico y religioso y a un largo etcétera. Sin embargo, estas atrocidades no fueron solo a manos de españoles sino también de los mal llamados mestizos y criollos, de infinidad de gobiernos mexicanos.

Colocar en justa dimensión un sinfín de hechos y personajes es un trabajo apremiante para poder entender el presente con mayor claridad y justicia. En ese sentido, resulta necesario realizar ciertas precisiones que hoy conocemos gracias al trabajo de diversos historiadores como Pedro Salmerón y Federico Navarrete o de lingüistas como Yásnaya Elena A. Gil. La caída de México-Tenochtitlán en 1521 por citar un ejemplo muy ad hoc, no supuso que al otro día, 14 de agosto del mismo año; el ‘mundo indígena’ desapareciera así como sus diversas lenguas.

De hecho, como afirma Navarrete, la caída del imperio mexica fue en realidad una victoria de los pueblos originarios: sólo el 1% de los guerreros eran españoles. Para 1821, después de 300 años de la caída del Imperio Mexica, Yásnaya Elena A. Gil afirma que el 65% de la población hablaba una lengua indígena. El español era aún, una lengua minoritaria. Hace 2 siglos —es decir cuando se consuma la Independencia de México—, el náhuatl, el maya, el mayo, el tepehua, el tepehuano, el mixe y todas las lenguas indígenas eran la mayoritarias, pero éstas han sido minorizadas.

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Sí, los españoles comenzaron un proceso de imposición del español. Sin embargo su política no fue tan efectiva como sí lo ha sido la del Estado mexicano, a partir de su etapa independiente. Insisto. Asumamos responsabilidad sobre lo que hoy siglos después, es un hecho incontrovertible: los hablantes de lenguas indígenas son únicamente el 6.5%. Como afirma con gran lucidez Yásnaya Elena, las lenguas no mueren: a las lenguas las matan. El etnocidio lingüista es producto de una sociedad indiferente y racista; de un Estado-nación que aspira a una lengua y cultura hegemónica; de un Estado y una sociedad que exalta el pasado indígena al exterior pero que discrimina cotidianamente a los pueblos originarios al interior.

Dicho de otra manera, los pueblos originarios han sido abordados y estudiados como algo del pasado reciente de la Historia; olvidando que en la actualidad son comunidades vivas con sueños y anhelos propios, con proyectos de futuro. ‘Nunca más un México sin nosotros’ sigue siendo una de las consignas más sentidas y vocales por parte de los pueblos originarios a través del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZNL).

Nuestra sociedad, distintos ordenes de gobierno, la academia, distintas profesiones así como las diseñadoras y los diseñadores, debemos interpretar esta demanda colectiva; esta afrenta contra el neoliberalismo, como una llamado a construir todas y todos juntos soluciones de futuros que abandonen discursos de racismo, paternalismo o folklorización hacia los pueblos originarios u otras poblaciones.

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Debemos cuestionar cómo desde la enseñanza en el Diseño los valores sustentados por un equipo creativo o los conocimientos del mundo moderno occidental, reflejan o sesgan una solución; como en los casos donde se replican estereotipos de género o raza en una solución de proyecto, lo cual termina por agudizar las divisiones sociales.

Caminar preguntando como enuncia el EZNL es un llamado enérgico para abordar proyectos no sólo desde el escritorio, sino desde el territorio; no sólo desde la palabra escrita dominante en una sola lengua sino desde la oralidad colectiva como fuente de la memoria y construcción del porvenir.

Es decir, con el propósito de perseguir la pertinencia y el consenso entre los diversos actores e instituciones; se hace patente la necesidad de abordar problemas desde la co-creación y co-producción. En ese sentido como apunta Cristina Zurbriggen y Mariana González, el gran desafío de las sociedades actuales se encuentra en la capacidad de desarrollar nuevas formas de trabajar colaborativamente; con el objetivo de construir una visión-acción común para resolver problemas públicos complejos con una lógica transformadora. Estas transformaciones demandan nuevos abordajes transdisciplinarios, multiactorales y multisectoriales y, por lo tanto, integrales.

Los procesos de co-creación, co-producción e innovación social se dan en el marco de las grandes transformaciones de las sociedades post-neoliberales caracterizadas por los procesos de globalización fortalecimiento del mercado y cuestionamiento a la capacidad del Estado. Esto para responder a problemas cada vez más complejos como la desigualdad, la pobreza, y el deterioro del medioambiente. Vuelven a poner en debate lo que es público, lo que es común, y con ello, la búsqueda de nueva nuevas formas de gobernar y gestionar los problemas públicos (Zurbriggen & González, 2014).

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En ese sentido, traigo a la conversación lo que afirman Ansell y Torfing: El creciente campo del pensamiento de diseño puede contribuir a abordar la cuestión fundamental de cómo reunir a diversos actores en una búsqueda abierta y multidisciplinar de soluciones nuevas y creativas.

El pensamiento de diseño es cada vez más utilizado como una herramienta para hacer frente a los problemas sociales complejos que involucran a los ciudadanos y otras partes interesadas. En los procesos de innovación en colaboración, involucrándolos en el desarrollo de soluciones creativas de problemas a través del diseño de espacios de colaboración para la co-creación.

En consecuencia con lo anterior, el diálogo y la escucha adquiere una dimensión crucial en la búsqueda de acuerdos, unos que no apelen a soluciones anacrónicas o unilaterales; sino a la pertinencia y al consenso colectivo, a la propia autodeterminación. Es un llamado franco al encuentro donde se asume a la diversidad como riqueza y no como pobreza o rivalidad; donde se asumen como válidos o posibles otros conocimientos; donde se abandonan discursos dicotómicos entre Estado vs. mercado; globalización vs. localidad; individualismo vs. comunidad.

Nos asumimos como sociedades diversas que encuentran en la pluralidad, la multiculturalidad, el plurilingüismo, la multietnicidad, etc; la mayor fuente para que nunca más exista un proyecto, un México sin ellos.

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Auditemos nuestro pasado con la mayor objetividad posible. Revisemos nuestro quehacer cotidiano y cifrémoslo en términos de nuestros diversos devenires históricos, en términos de nuestra pluralidad. Hagamos política de la memoria: lo acontecido hace 500 o 200 años, lo sucedido ayer, siempre tendrá reverberaciones en el presente.


  • TEXTO: Ramses Viazcán

Fecha de Publicación:
Viernes 20/08 2021