(O EL DÍA EN EL QUE LA CALLE SE LLENÓ DE NUESTRAS DENUNCIAS)

Al ver a la multitud pasar, una madre le dice a su acompañante: ¿Ya viste hija? A diferencia de otros años, esta vez está lleno de mujeres, ¿no? Me identifica como parte de la manada y, con pena, me pregunta: ¿Este año es de puras damas? Respondo: Así es señora, este año tenemos nuestra propia marcha.

La jornada comenzó con la lectura del pronunciamiento creado por el comité organizador que, por cierto, fue traducido en su totalidad por unx intérprete de lenguaje de señas. Era de máxima importancia que situáramos a esta marcha como un acto de exigencia y denuncia, aunque la fiesta tenga cabida también. Escuchamos testimonios sobre cómo las lenchitudes nos fuimos descubriendo, por una tía, por una amiga. Sobre cómo fue el camino de algunas para llegar aquí y de cuando fue que descubrimos que el amor entre morras nos sostiene. 

Después, se hizo el silencio y levantamos los puños por nuestras compañeras víctimas de lesbofeminicidios y otras formas de violencia. Marbella Ibarra, Nancy Guadalupe, Jessica Patricia González y todas las demás víctimas que permanecen sin ser nombradas, están en nuestros pasos y en nuestra memoria. 

El mismo misticismo de asombro que sintió la señora al ver a nuestra marabunta de morras fue el que reinó nuestro camino. Recorrimos desde la Glorieta de Insurgentes hasta La Cañita, uno de los últimos bastiones de la vida lencha en la CDMX. 

Estábamos felices de estar ahí juntas, de ocupar las calles que en otros momentos están llenas de coches y claxonazos. Nos volvimos una sola voz para gritar consignas de justicia, nos emocionamos al bailar. Sorprendentemente también, recibimos apoyo de los transeúntes, vecinos y cochistas que ocasionalmente se paraban a saludarnos o a ondear alguna bandera. En estas mismas calles, ser lencha y caminar sola puede ser peligroso.

En cambio, el sábado nuestra presencia colectiva fue la fuerza. Vinimos de todas partes del país, unas estudiantes y otras tantas madres, unas jóvenes que experimentaban su primera marcha y otras que se enternecieron porque llevaban años esperando este momento. Lejos de la sexualización constante que nos rodea por ser lenchas, sáficas o queer, vimos al amor entre morras desenvolverse de tantas maneras que nuestra diversidad fue innegable. Existen cientos de formas de ser lencha, de ser mujer. 

Nos hicimos camino entre aplausos ajenos y risas entre amigas. Temimos de la lluvia pero por ningún motivo nos perderíamos el estar aquí. En el espacio público y visible que también merecemos, que veníamos a reclamar como nuestro. Al dar la vuelta en Dr. Andrade, se podía ver una carpa que ocupaba el espacio de la calle frente a La Cañita. Qué alegría saber que somos tantísimas que el local no podría sostenernos. De nuevo la sorpresa de saber que sí, somos más de las que ven.

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Concluimos el día escuchando a Renee Goust, a Ophelia Pastrana, al cast de las Standuperras y a más lenchitudes que han pavimentado el camino para que las nuevas generaciones puedan hacer arte y, sobre todo, puedan existir en la vida pública abiertamente.

Nos pega diferente cuando sabemos que una canción de amor fue escrita por una morra para otra o cuando la poesía también nos identifica dentro de sus versos. El sábado fue el recordatorio de que hemos existido siempre, aunque no nos hayan hecho espacio en la historia y que juntas podemos crear redes que nos sostengan cuando todo lo demás quiere tirarnos. 

Gracias al colectivo Marcha Lencha por tener esta iniciativa de crear un espacio de reinvidicación de nuestras identidades, donde pudimos sentirnos cómodas y abrazadas por una comunidad que desesperadamente quiere encontrarse.  A veces nos perdemos entre las letras de la diversidad sexual, entre los antros para la comunidad que en su mayoría están dirigidos a hombres, entre lesbofeminicidios a los que se les hace caso omiso. Entre los estereotipos que restringen a que las lenchitudes seamos a nuestras anchas, con nuestra fluidez y nuestras diferencias. 

Pero este sábado, por primera vez en décadas, nos encontramos entre cubrebocas de arcoíris, banderas multicolores, caras pintadas y la promesa de hacernos visibles.

Lo que no se nombra, no existe. Hermanas lenchas, existimos. 


Fecha de Publicación:
Martes 22/06 2021