MUCHOS DE LOS ELEMENTOS QUE COMPONEN LA COTIDIANIDAD MEXICANA TIENEN ORÍGENES RAROS, COMPLEJOS Y A VECES ABSURDOS, NO POR ESO MENOS IMPORTANTES.

La mezcla entre tradición, el pasado prehispánico y la adaptación popular de las formas arquetípicas está materializada en los salseros en forma de Molcajete que equipan taquerías, restaurantes, fondas y puestos de antojitos en todo México.

El Molcajete, ese mortero prehispánico de piedra ha sobrevivido a las licuadoras, a los infomerciales y a su naturaleza poco práctica. También se ha transformado según las necesidades de la población, hoy es más común ver su versión de plástico y con otra función, la de contener la salsa en el que el otrora artefacto pétreo se preparaba.

La palabra Molcajete es una más de los miles de nahuatlismos del dialecto mexicano, esta palabra es la castellanización de Mollocaxtli, literalmente “piedra cóncava para ‘mole’ o salsa”, El Molcajete es la superficie donde se muelen los ingredientes para hacer la salsa, la mano del molcajete es el Tejolote.

A lo largo de la historia, las salsas y moles se prepararon en molcajetes de piedra volcánica, incluso hoy, superado el siglo XX el Molcajete sigue siendo un utensilio de cocina, aunque cada vez más relegado a lo tradicional y a veces a lo exotizante. Sin embargo el Molcajete no se ha rendido en su la batalla contra la modernidad, al contrario, se ha actualizado de una forma que nadie pudo haber previsto.

A principios de la década de 1980 el Molcajete empezó a cambiar en materiales, tamaño y función. La fuerte asociación del mexicano entre salsa y Molcajete hizo que los productores respondieran diseñando trastes plásticos trípodes –a veces de 4 patitas–, negros y a veces con textura basáltica, creando el salsero en forma de Molcajete. Se trata de un diseño anónimo –tanto el de piedra como el de plástico– que tiene variaciones tanto en materiales, textura, dimensiones y colores.

De esta forma la salsa, aunque estuviera hecha en licuadora y perdiera ese toque artesanal, recuperaba su garantía de sazón mexicano a través de su recipiente exhibidor. La salsa conservaba su proceso sólo nominalmente “salsa molcajeteada” aunque estuviera hecha en licuadora y exhibida en plástico. Interesante es observar que el Molcajete a partir de este momento perdió el tejolote, tal vez transfigurado en la cuchara para servir la salsa; también cambió de función, sólo a contenedor, así también el tamaño y peso.

Con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994, las importaciones chinas inundaron el mercado nacional, esto no detuvo al Molcajete ahora plástico, que producido desde China sigue llegando al país en todos tamaños y hasta colores diferentes, hay, incluso, molcajetes para sal, miniaturas del mortero prehispánico.

Acostumbrados al absurdo, los mexicanos vemos con normalidad un recipiente trípode, cóncavo, redondo, negro, a veces de vidrio y con textura de piedra lleno de salsa. Una tipología bastante bien definida que para el extranjero puede llegar a ser completamente indescifrable, sin embargo, aún hecho de plástico, de colores y producido en China, el Molcajete es uno más de los rituales gastronómicos del país.



Fecha de Publicación:
Martes 24/10 2017