HOY MÁS QUE NUNCA NECESITAMOS SUMARNOS A LA LABOR Y EL COMPROMISO DE LAS COLECTIVAS FEMINISTAS E INICIATIVAS DE LAS PERIFERIAS.

La semana pasada tuvimos acontecimientos importantes como la marcha, además del clima político y las reflexiones que se detonaron a partir de eso. ¿A ti cómo te fue? En esos días pude acuerpar inquietudes y emociones atoradas. Y escuchar de la sabiduría de mujeres como Rocío Lobato, mejor conocida por las compas como Chío, quien forma parte de la colectiva Mujeres de la tierra, mujeres de la periferia. La vi llegar con su sombrero de palma mientras saludaba con una mirada cálida y voz suave pero firme; junto a Alma, impartieron el taller de “Elaboración colectiva de tamales y autonomía alimentaria”, sólo me permito adelantar que el resultado de este taller fue delicioso. Nos compartieron las cualidades del maíz que siembran y la importancia del consumo de alimentos que procure ingredientes naturales y sin insecticidas.

Una jornada llena de saberes compartidos

El pasado 13 de marzo nos unimos en la Jornada Feminista de los Pueblos del Valle de México celebrada en la Casa comunitaria Itzpapálotl “Mariposa de obsidiana”, ubicada en San Francisco Tlaltenco. Dicha jornada consistió en un intercambio de saberes para la autonomía y el cuidado de las mujeres en la región suroriente del Valle de México; conformado por iniciativas y colectivas de Iztapalapa, Tláhuac, Xochimilco, Chalco, Milpa Alta, Coyoacán y Tlalpan.

Se llevaron a cabo diversas actividades que, además de la elaboración de tamales, también pudimos leer a escritoras de la periferia y leer bajo la guía de Nahuala Feminista; después tocó mover el cuerpo gracias a una sesión de danza contemporánea con la compañía Cia Frenesí. Y posteriormente construimos un símbolo o mándala donde depositamos energías y deseos colectivos impartido por el Colectivo Serendipia Atotoztli.

Y para finalizar, nos contaron un cuento en voz alta por parte de Xochimilcas Disidentes y la Cigarra, una iniciativa artística que se apoya de las historias como herramienta transformadora. Hilamos y unimos historias y sentipensares a través del cuerpo, el primer territorio de conquista del que buscamos reapropiarnos pero también, aquel que nos permite estar en conexión con la madre naturaleza y todos los seres vivos que habitamos. Este fue el gran recordatorio de Chío, el valorar y cuidar la tierra porque nos alimentamos de ella. 

La indispensable labor de las colectivas en defensa de los territorios

Es inevitable pensar en el desarrollo de las ciudades y los megaproyectos sin regulación alguna como grandes amenazas a la vida; y el diseño como una disciplina cómplice de ello. En la Sierra de Santa Catalina, por ejemplo, uno de los grandes pulmones de la Ciudad de México, ha estado en peligro desde hace más de tres años a causa de la explotación minera y la mancha urbana.

También hay otros territorios amenazados y que las iniciativas comunitarias han visibilizado y defendido desde hace mucho tiempo. Las Lagunas de Chalco, compartió Chío, las están llenando de cascajo para secarlas y levantar condominios. En Milpa Alta, por ejemplo, los representantes comuneros se encuentran en resistencia; ya que van a reformar los artículos de expropiación de la tierra para gentrificar la región, afirmó con preocupación Chío. Muchos de los territorios que nos proveen de alimento están en peligro y son los colectivos los primeros que luchan y defienden la tierra.

Alguna vez leí que si nos dedicáramos a preguntarles a las personas paseantes durante una tarde al aire libre: ¿Cuál considera que sea el origen de los problemas que aquejan a la humanidad? Seguramente casi nadie mencionaría al principal causante: el patriarcado. Esa estructura invisible pero omnipresente que no sólo ha propiciado la explotación de los cuerpos de las mujeres en su beneficio, también todo aquello que tiene vida. Y es precisamente el feminismo comunitario que nos ha hecho poner atención en ello; en encontrar el valor y la fuerza de la labor colectiva, de ver por las y los demás, de procurar el buen convivir. Pero lo más importante: accionar.

Foto cortesía de Casa comunitaria Itzpapálotl “Mariposa de obsidiana”

Nos indignamos y movemos la cabeza pero ¿qué más vamos a hacer? Está bien cabrón que cada vez sean más las violencias que nos atraviesan… Las invitamos a que nos enojemos y que ese enojo sea un motor de organización, pero también agarrándonos confianza entre nosotras.

Rocío Lobato

Mujeres de la tierra, mujeres campesinas

Chío nos compartió que urge visibilizar el trabajo de la mujer campesina, un trabajo tan necesario y valioso como cualquier otro. Un trabajo que sufre de malas prácticas como el regateo o estigmatizado con creencias absurdas y clasistas como los «alimentos para pobres» en el caso de maíz y el frijol; cuando es totalmente lo contrario, ya que su siembra responsable y elaboración para platillos son grandes fuentes de nutrientes.

SON MESES de trabajo lo que hay de base para que mucha gente se alimente de maíz, de frijol, de nopal, o de cualquier otro alimento que se cosecha de la Tierra, son muchas cosas las que implican un trabajo para que un alimento pueda ser cocinado, son muchas horas las que las mujeres invertimos para que un trabajo con el fogón o cualquier otro trabajo pueda realizarse. Entonces ¿Por qué no valorar eso y respetar el precio que se pide a cambio de eso que se comparte?

Mujeres de la tierra, mujeres de la periferia

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Quienes habitamos en las grandes urbes, concentrades y hacinades en pequeñas manchas grises reflejadas en los mapas, les debemos mucho a las iniciativas comunitarias de las periferias. Les debemos que nos alimenten y que podamos disfrutar de un tamal o una tortilla. Les debemos porque son el primer frente de resistencia ante el saqueo y el extractivismo de un sistema patriarcal y capitalista que, no solo violenta las vidas de las mujeres y a la vida misma, también su futuro.



Fecha de Publicación:
Miércoles 16/03 2022