Fotografía por Vanessa Flores.


A (MUCHOS) DÍAS DEL 8M, ESTO VIVO A TRAVÉS DE LOS AÑOS COMO ACTIVISTA

El pasado marzo caí en cuenta que esta marcha del 8M ya era la cuarta (¿quinta? ¿sexta?) a la que asisto; la primera fue en el 2017, aunque no fue precisamente en marzo, sino en mayo de 2017, una marcha convocada por las compañeras y amigas de Lesvy mediante redes sociales. Recuerdo que mi hijo pequeño iba conmigo de la mano. En ese entonces, en el lejano 2017, el día de la mujer seguía representando motivo de celebración y envío masivo de felicitaciones con piolines incluidos, muchos de ellos con mensajes de agradecimiento por ser “tenaces, valientes y luchadoras” y un sinfín de sin sentidos. ¿Tenaz, valiente y luchadora en un país feminicida? Quizá.

Recuerdo esos mensajes de felicitación como motivo de grandes disputas, sobre todo si ibas adentrándote al mundo de “las gafas violetas”. Tristemente, estoy convencida que en muchas otras partes y rincones del mundo y de este país sigue siendo un motivo de celebración y de envío de flores. Me consuela un poco pensar que, si ahora mismo colocas en tu navegador “Frases por el día de la mujer”, por fortuna encontrarás recordatorios para evitar celebrarlo.

En mi primera marcha acudí con mi hijo pequeño a las instalaciones del “camino verde” de Ciudad Universitaria. Yo tenía 20 años, Lesvy tenía 22. Ella era integrante de la estudiantina femenil de la UNAM cuando fue asesinada por su pareja. Las primeras declaraciones de las autoridades con respecto al suceso fueron que “oficialmente” se trataba de un “suicidio”. No fue sino hasta dos años después, hasta octubre del 2019, que se le hizo justicia a Lesvy. Su feminicida fue sentenciado a 45 años de prisión. ¿Algo peor que la injusticia? La justicia tardía. La verdad es que no hay marcha que logre presionar la impartición de justicia en este país. Las autoridades siguen con tropiezos y retrasos en la impartición de justicia como hace seis años y más.

Las plataformas digitales como formas de organización y ciberactivismo

Con lo anterior, no niego que el caso nos sacudió y nos movilizó. Es de reconocerse el arduo trabajo que se hace desde la difusión de la información y la toma de las calles; por ejemplo, en 2017 justamente, la palabra más buscada fue “feminismo” porque nuestras voces hacen eco ante las violencias que viven las demás. Se inundaron las redes de hashtags: #SiMeMatan #NiUnaMenos #NoMeCuidan y la bomba mayor: #MeToo derivando en la acción de informarnos, educarnos. Abriendo espacios de lectura, escucha activa y organización. Recuerdo bien que en una de esas reuniones o espacios virtuales y físicos escuché, leí y aprendí de mujeres y personas no binarias a las cuales hoy en día admiro y de quienes sigo aprendiendo como Mariana Jarquín, Xoch Rodriguez, Zani de Loki, Luan, Miye, Maite Soleno, Dahlia de la Cerda, Cynthia Híjar, Atziri Valenzuela, Adriana Calahorra y muchas otras mujeres/nb que hoy en día puedo llamar amigas, amigues y que conocí gracias a esos espacios de acción colectiva convocados desde los ciberespacios.

De no haber tenido esos espacios y ese acompañamiento, ¿cómo me hubiera enterado de las asambleas?, ¿cómo hubiera asistido a la marcha en mayo de 2017?, ¿cómo hubiera accedido a esos recursos de conocimiento?, ¿cómo hubiera construido argumentos propios?, ¿cómo me hubiera sensibilizado ante otras formas de vida diferentes a la mía? El uso estratégico de las redes digitales puede hacer emerger nuevas formas de organización y acción colectivas, sin duda. De alguna manera, y hablando específicamente del caso de Lesvy, las marchas ayudaron indirectamente a tambalear y desmentir la versión “oficial” de las autoridades. En lo general, hoy en día las manifestaciones siguen logrando posicionar el tema de la violencia contra las mujeres en la agenda pública mexicana.

La evolución de la marcha y algunas inquietudes sobre el feminismo

En 2019, el movimiento feminista obtuvo fuerza debido a la furia por el aumento significativo de asesinatos, violaciones y desapariciones. Esto se tradujo en quemas y pintas de colores: rosas, negros, verdes, morados… Se podía leer en el Hemiciclo a Juárez, el Ángel de la Independencia, la estación de policía en la calle Florencia y muchos otros monumentos considerados símbolos nacionales de la Ciudad de México, textos como “México feminicida”, “nos están matando”, “vivas nos queremos”. Claro que esta acción fue una llamada de atención al Estado. Una búsqueda desesperada de reconocimiento y atención a nuestros reclamos.

La euforia de las manifestaciones nos había impregnado de acción a les asistentes. Estábamos convencidas de que era nuestro momento, que estábamos listas para organizarnos. Sin embargo, los conflictos internos, las diferencias y polémicas resultado de la transfobia y la pausa mundial por COVID nos frenaron de tajo.

Pienso ahora en este 8M; a diferencia de hace seis años, después de esa etapa de impacto y de relativa aceptación, mi padre aceptó cuidar de mi hijo para que yo pudiera asistir sin mayor preocupación a la marcha. Durante los primeros años como activista era difícil para mis padres respetar mi asistencia a las marchas, a las asambleas. Hoy en día me escuchan. Es más, he podido, poco a poquito, hacerles ver la importancia del enojo, de señalar las injusticias y de la importancia de la organización social y de lo importante que es verificar las fuentes de información, informarse y compartir lo que aprendemos.

Antes estaban hartos de escucharme pelear o defender las “pintas que desacreditaban la verdadera lucha”. Hoy en día, los reclamos a favor o en contra de las pintas no nos quitan el sueño, ni a mis padres que en su momento los defendieron, ni a nosotras, ni al gobierno de la Ciudad de México que desde 2019 cubre y protege todos los monumentos. ¡Qué ganas de ser monumento!, pienso. Sigo reflexionando: para mí, ¿cuál es la verdadera lucha? ¿Contra quién luchamos? ¿Quién acredita y valida nuestra lucha? Aún más importante ¿quién nos ha dicho cómo luchar? Para encontrar esa respuesta consideremos dos cosas, lectore, la primera: todos tenemos la plena capacidad de colaborar con otros seres, incluso con personas completamente desconocidas, y la segunda: tenemos una habilidad nata para inventar relatos, para vivir de ficciones. Una no existe sin la otra, el ciberactivismo no está completo sin las acciones offline, no solo poniendo “el cuerpo” en las marchas sino también generando redes humanas y acciones en materia de leyes y derechos.

La marcha como un cambio social (más allá de lo instagrammeable)

Durante el 8M de este año, caminé codo a codo con mi mejor amiga y su hermana, a quien nos encontramos en el camino, justo a punto de llegar a la plancha del zócalo. Ella -Arantza- es una estudiante de arquitectura que todos los días atraviesa desde el norte del Estado de México hasta el sur de la Ciudad de México para llegar a su facultad estudiantil. Pienso en ella, pienso que su forma de acercarse al movimiento feminista es mediante esta marcha, pues ella también merece y necesita hacer catarsis colectivamente. Su contingente era pequeño e incluso no se unió a un colectivo de su facultad, sino que tuvo que unirse a los contingentes derivados de las facultades enfocadas en áreas sociales. Unirse al poder colectivo durante el recorrido de la marcha fue emocionante y significativo para ella. Arantza sabe también, e incluso comentamos, que, si las acciones no van más allá de lo instagrameable, las denuncias de abuso y acoso sexual que me cuenta han atravesado su vida escolar, desgraciadamente no habrá soluciones reales.

Las acciones y la organización colectiva con objetivos clave serán lo que verdaderamente nos haga dar (pequeños) pasos hacia un cambio social. Arantza puede verlo por sí misma y quienes estamos involucradas en la defensa y respeto por los derechos humanos indudablemente debemos seguir acompañándoles, no solo en marchas, sino en el día a día a las niñas y las adolescentes para hacer posible que logren identificar esas problemáticas y ejerzan acción. Les necesitamos como eje de este movimiento porque traen a la mesa planteamientos racionales e innovadores. Son ellas quienes nos hacen ver que la culpa no es un motor de cambio social y que la víctima no es el héroe.

Al final, a través de los años, he entendido que el feminismo no es una personalidad. No basta con enunciarnos feministas si no hay una reflexión, búsqueda y entendimiento constante de los feminismos y su teoría, si no entendemos con crudeza y objetividad lo que afecta el día a día de las mujeres: las agresiones sexuales, la cultura machista, la desigualdad en el reparto de los cuidados, la precariedad laboral y la intolerancia a cualquier expresión que vulnere a la heteronorma. Tampoco es un dogma, no existen normas ni mandamientos que establezcan en qué consiste ser feminista ni mucho menos quiénes traicionan o no, los ideales feministas. No existe un código que no admita discrepancias, es decir, las mujeres que defendemos los derechos de las trabajadoras sexuales no estamos violando los sagrados principios del feminismo.

Las marchas no son un ritual, la iconoclasia no es lo mismo a llevar un cartel que romantice y revictimice el asesinato de alguna mujer. No buscamos “empoderar” mujeres mediante iniciativas capitalistas y occidentales que ignoran completamente nuestros contextos y nos colocan en posiciones jerárquicas que reducen las experiencias de las mujeres e ignoran que dependen de factores como la identidad, la corporalidad y la ubicación geopolítica.

El feminismo es un movimiento político. Por eso, aunque cada año digo “no creo ir a marchar”, cada año termino yendo, convocada mediante las redes sociales. No por mí, ni por mi postura política, ni por las fotos, ni por el carnet feminista. Es por ellas, por las niñas, por las adolescentes, por sus sueños, por el derecho humano a una vida libre de violencia. Por ellas/elles necesitamos descentralizar la estrategia, escucharles, hacerles tomadoras de decisiones, cuestionar nuestros discursos, educar y crear espacios seguros para compartirnos. Por y para ellas.

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Diana Fernández forma parte de la comunidad de Girl Up México, un movimiento liderado por juventudes que quieren capacitar, inspirar y conectar con otras activistas por la igualdad de género. Conoce más sobre Girl Up México y su campaña de recaudación de fondos.


Fecha de Publicación:
Jueves 27/04 2023