Portada por Lorena Dichara


SOBRE LA TRAMPA DE LA HÍPER PRODUCTIVIDAD. ¿CUÁNTO REALMENTE NOS CUESTA TRABAJAR A COSTA DE TODO?

Sobre la trampa de la híper productividad. ¿Cuánto realmente nos cuesta trabajar a costa de todo?

Hace unos años The Wall Street Journal publicó un artículo en el que se hablaba de la cultura explotadora de Tesla; y cómo, a pesar de eso, era una de las empresas de Silicon Valley en la que más personas querían trabajar. 

En respuesta al artículo, Musk, fundador y dueño de Tesla, tuiteó lo siguiente:

Hay lugares en donde es más fácil trabajar, pero nadie nunca ha cambiado al mundo trabajando sólo 40 horas a la semana.

Elon Musk

Y esto es un gran ejemplo de cómo se ha construido y perpetuado la cultura de explotación de la que hoy somos parte muchos millenials. Estamos rodeades de contenido, discursos e ideas meritocráticas que nos dan el mensaje de que quien tiene más éxito es quien más se esfuerza. Que la disciplina se mide con las horas que trabajas y que descansar es sinónimo de flojera o fracaso. 

Además de eso, las condiciones económicas se han vuelto más adversas. El acceso a vivienda es prácticamente imposible para la mayoría y las condiciones necesarias para una vida digna se encarecen cada vez más. Así que tenemos un montón de condiciones precarizantes a nuestro alrededor; y encima, una narrativa de meritocracia muy arraigada que nos tiene atorades en un ciclo de explotación y exigencias de híper productividad muy difíciles de sostener.

La cultura de la meritocracia pone al trabajo en un pedestal. Lo vuelve el centro de nuestra identidad y nos da el mensaje de que el éxito depende de qué tanto lo intentes. Si no te estás “matando” o “dando el 110%”’ en el trabajo, entonces es porque no quieres avanzar. Esto hace que el balance vida-trabajo sea cada vez más desequilibrado. Nuestros niveles de estrés son sumamente altos y nuestra vida social está constantemente descuidada, especialmente después de la pandemia. Los límites entre casa y trabajo se borraron tanto que mucha gente se volvió completamente hacia lo laboral.

Modelos laborales como el outsourcing, la contratación por honorarios o el freelance, hacen que la seguridad social a la que tenemos acceso sea prácticamente nula; por lo que además de trabajar mucho y ganar poco, hay que cubrir un montón de gastos de seguridad que el trabajo ya no da. Este contexto nos lleva inevitablemente a un lugar muy familiar para todes: el burnout. 

Es muy importante entender que, contrario a la creencia popular, el burnout no es sólo cansancio; sino una alteración clínica que ya es reconocida en la lista de clasificación internacional de enfermedades de la OMS en su apartado de “Problemas asociados con el empleo o el desempleo”. La psicóloga Christina Maslach, que se ha dedicado a estudiar el burnout y sus efectos, identificó seis factores clave que contribuyen a desarrollarlo: carga de trabajo, control, recompensa, comunidad, equidad y valores.

El burnout surge cuando una o más de estas seis áreas están en conflicto entre una persona y su trabajo. Incluso si nos gusta lo que hacemos, con el tiempo estas contradicciones y faltas de condiciones adecuadas van mermando nuestra motivación. Esto permite que acumulemos cada vez más cansancio, disminuya nuestro rendimiento e iniciativa; no sólo en el espacio laboral, sino en otras áreas de nuestra vida. 

Si analizamos un poco más las áreas detectadas por Maslach, nos daremos cuenta que la carga de trabajo definitivamente es un factor importante, pero también hay que prestar atención a otros aspectos. La recompensa, por ejemplo, también es clave, porque en una sociedad meritocrática que nos empuja a la híper productividad; difícilmente las recompensas de nuestro trabajo serán equivalentes al esfuerzo que le invertimos. Además de esto, el sentido de comunidad también se ve afectado, pues en contextos de explotación y saturación laboral, el aislamiento social es bastante común, lo que deja a la gente aún con menos recursos emocionales y redes para afrontar el estrés que sienten. 

Mientras tanto, millonarios como Elon Musk, Bill Gates, Mark Zuckerberg, etc. se la pasan dando consejos sobre cómo ser exitoses y promoviendo una cultura de sacrificio y explotación como forma de movilidad social. El tema es que quienes más se benefician de que esa cultura permanezca, son ellos y toda la élite económica y política que se enriquece a costa de la explotación de otres.

Entender esto es central para cuestionarnos las prácticas laborales que se nos imponen, porque esta cultura es un factor clave de deterioro para nuestra salud mental y es importante identificarlo como tal. Para cambiar esto no sólo es necesario exigir condiciones laborales distintas, sino que también tenemos que modificar nuestra forma de pensar, específicamente en relación a las ideas meritocráticas que nos empujan a la autoexplotación. Es necesario cultivar una mirada crítica hacia las personas que promueven esta mentalidad, sobre todo aquellas que tienen más recursos y poder.

Igualmente conviene desmontar la idea de que el esfuerzo es igual a éxito y que las condiciones y oportunidades son iguales para todo el mundo, porque simplemente no es así. Tener una generación entera en donde muchísimes tenemos más de un trabajo o proyecto y estamos saturades de tareas es algo que amerita un análisis más profundo, porque no sucede porque nos guste más trabajar o nos encante vivir a ese ritmo, sino que hay un montón de ideas, prácticas y condiciones tanto sociales como económicas que nos empujan a esas prácticas. Tenemos que hablar de trabajo y su impacto en nuestra salud mental. Acá algunas buenas preguntas para empezar esta reflexión:

¿Cuántas horas estipula mi contrato que debo trabajar a la semana? 

¿Cuántas horas trabajo realmente? 

¿Qué áreas de mi vida siento que he descuidado por el trabajo? 

¿Cuál es mi visión del éxito? ¿Qué tan apegada está a factores laborales o económicos? 

¿Cuánto tiempo dedico al descanso? ¿Me siento culpable cuando estoy descansando? 

Estas preguntas son tan sólo una base para empezar a reflexionar, pero es útil tenerlas mapeadas y darnos tiempo para responderlas de vez en cuando, porque de pronto con el ritmo acelerado de la vida perdemos la noción de cómo andamos de tiempos y energías. Ser conscientes de esto por sí solo no va a hacer que todo cambie, ya que no sólo es una cosa individual, sino un acumulado de factores estructurales que nos mantienen en situaciones precarizantes y explotadoras, pero tener una noción colectiva de esto también nos da herramientas para ir cambiando nuestros espacios en la medida de lo posible y entender la importancia de exigir condiciones dignas, descanso y tranquilidad para todxs. 


  • TEXTO: Maynné Cortés

Fecha de Publicación:
Jueves 05/05 2022