LAS INFANCIAS EN MÉXICO SE MOVILIZAN FRENTE A LAS PROBLEMÁTICAS QUE LES PREOCUPAN, PESE A LA CULTURA ADULTOCÉNTRICA QUE LES DESACREDITA.

Entre las poblaciones más invisibilizadas se encuentra la que, por definición, ha sido reiteradamente infantilizada: las, los, les niñes. En efecto, la gente adulta suele asociar la infancia con la pasividad a tal punto que el activismo de personalidades afamadas como Greta Thunberg (Suecia) y Malala Yousafzai (Pakistán) resulta desconcertante. Aún más sorprendente parece el hecho de que no están solas. Las acompañan Francisco Vera (Colombia), Vanessa Nakate (Uganda) y muches otres comprometides con distintas causas desde temprana edad. Las infancias mexicanas no son la excepción y los activismos en la infancia se vuelve vital.

Los activismos en la infancia

Los ejemplos abundan: Sofía Castrejón, cuya preocupación por el medio ambiente la llevó a desarrollar la aplicación digital “Cuidando a Gaia”; Fernando de Lucio, que se moviliza en contra de la desaparición forzada desde el colectivo Tejiendo Redes de la Infancia; Mónica Morán, con proyectos de emprendimiento social para apoyar el consumo local y sostenible. Elles y muches otres son apenas una muestra del potencial que tiene el 30% de nuestra gente. Así es, las personas entre 0-17 años constituyen casi un tercio de la población mexicana, un tercio sistemáticamente ignorado.

¿Ignorado? —preguntarán quienes consideran como una atención auténtica al paternalismo proteccionista con el que se resguarda a la niñez. Sí, marcadamente ignorado —responderemos quienes denunciamos el adultocentrismo que reconoce el valor de la niñez, mientras que desconoce su agencia.  Esto es evidente cuando la gente adulta se indigna por las 14 desapariciones diarias de menores y los 9 feminicidios al mes de niñas y adolescentes; mas no les hace partícipes de la solución. La sociedad civil les ve como víctimas, el crimen organizado como potenciales reclutas, las autoridades como objeto de intervención; pero nadie como agentes de cambio.

Nadie, excepto elles mismes. Las infancias que conocen sus derechos saben que tienen derecho a participar, a expresarse libremente y a acceder a la información. Así lo establece la Convención sobre los Derechos del Niño (sin lenguaje inclusivo, porque es de 1989) y la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes. Una porción importante de la niñez mexicana quiere ejercer estos derechos: 23% de personas entre 10-13 años quisiera participar en las decisiones que afectan su vida, como también le gustaría al 33% de personas entre 14-17 años.

¿Cuáles son las “decisiones que afectan su vida”? Pues, todas. Ya mencionamos algunas estadísticas que ilustran el impacto de la inseguridad y de la violencia machista en la niñez. A estos ámbitos se puede agregar la economía, considerando que el 39% de la población en pobreza son menores de edad. También está la problemática del calentamiento global, que le preocupa al 49% de personas mexicanas entre 14-17 años. De ahí que las infancias accionen para ser tomades en cuenta en la toma de decisiones de estos y más temas. 

Para ellas, ellos y elles, los canales institucionales como la “Consulta Nacional ¿Me Escuchas?”, la “Consulta Infantil y Juvenil” organizada por el INE, o diálogos intergeneracionales promovidos por organismos internacionales son necesarios, pero no han sido suficientes. Así lo señalan infancias activistas del colectivo Nuestra Voz Cuenta, quienes denuncian que las autoridades no brindan una atención digna a estos espacios ni a quienes en ellos participan. Es por ello que la niñez se ha organizado para no depender de los canales organizados por gente adulta, haciendo uso de las plataformas en línea para asociarse y difundir su voz. Sin embargo, la brecha digital es un obstáculo para las 9.86 millones de personas entre 6-17 años que no tienen acceso a internet en el país. 

Además de resolver desigualdades como esa, ¿cómo fomentar la escucha de las voces infantiles? En primer lugar, cesar de equiparar la corta edad con la ignorancia. Claro está que el pasar de los años permite mayor adquisición de conocimientos. No obstante, las infancias ya son expertas en cómo les afectan los asuntos públicos porque los viven diariamente. Ahora bien, ¿cómo han de expresar sus opiniones e incidir con autonomía si históricamente se les ha enseñado lo contrario? Se les hace creer que la política sólo concierne a los políticos corruptos y a las elecciones en donde votan los mayores de edad. Se omite el hecho de que cada decisión que esas personas toman influye en su vida y, como sujetos de derecho en una democracia, pueden informarse, pronunciarse y ser escuchades al respecto.

Esto se antoja distante en una sociedad donde el poder de decisión de las infancias es soslayado en sus comunidades más próximas, como la escuela y la familia. Es en estos espacios donde debe iniciar la “ciudadanía temprana”. Tal como señala la joven libia Hajer Sharief, cuando las decisiones familiares pasan de ser jerárquicas a democráticas, la niñez se vuelve consciente del impacto que tiene su opinar y actuar para cambiar la realidad familiar. Esta toma de consciencia no es sólo sobre valor de su agencia, sino de la responsabilidad que ésta conlleva.

Poco a poco esto se expande al resto de las comunidades a las que pertenece: el barrio, la escuela, el estado, el país, el mundo. Muchas, muchos y muches niñes en México ya ejercen su ciudadanía temprana a través de sus activismos. No porque en el futuro sean elles a quienes les afecten los problemas, sino porque siempre les han afectado en el tiempo presente. Esto no exenta a las personas adultas de su responsabilidad de resolver dichos problemas. Las infancias tienen el derecho de participar y expresarse, y las autoridades la obligación de atender los problemas con base en lo expresado.


Fecha de Publicación:
Jueves 11/08 2022