

LA DEGRADACIÓN AMBIENTAL EN GUATEMALA AMENAZA LA BIODIVERSIDAD, LA CULTURA Y EL FUTURO DE LAS JUVENTUDES
Una conexión ancestral con la naturaleza
Desde que tengo memoria, cada año he recorrido más de 225 kilómetros desde la Ciudad de Guatemala hasta Huehuetenango, la tierra que vio nacer y crecer a mi familia. Rodeada de majestuosas cordilleras, ríos cristalinos y una flora exuberante, siempre siempre me sentí atraída por la paz y el misticismo que envuelven la naturaleza guatemalteca.
Este territorio, forjado desde el Cenozoico, parece eterno, pero hoy enfrenta una crisis ambiental sin precedentes. El modelo económico actual, la falta de educación ambiental y la desvalorización de los saberes ancestrales amenazan no solo los ecosistemas, sino también la identidad cultural y la salud pública de Guatemala.
La pérdida de biodiversidad no es un problema aislado: es una amenaza directa al futuro de las nuevas generaciones y al equilibrio social del país.

La sabiduría Maya: clave para la conservación ambiental en Guatemala
Para entender el contexto ambiental de Guatemala, es necesario conocer a sus pueblos indígenas y su cosmovisión. El país es el hogar de los mayas, un pueblo vivo que, lejos de haber desaparecido como algunos creen y que representan más del 41% de la población, conservan una relación espiritual y respetuosa con la naturaleza, transmitida desde tiempos precolombinos.
Su cosmovisión se basa en una profunda conexión con la naturaleza, han protegido la biodiversidad y generado modelos sostenibles de convivencia con la diversidad genética desde la época precolombina. Este vínculo ha dado lugar a un modelo de conservación basado en el respeto a la Madre Tierra, donde el equilibrio con la naturaleza no solo rige el uso de los recursos, sino también las dinámicas sociales.

Crisis ambiental en Guatemala: datos que alarman
Lastimosamente, esta relación de equilibrio y respeto, que durante siglos garantizó la protección del entorno, se ha visto gravemente afectada. En los últimos años, el deterioro ambiental en Guatemala ha llegado a niveles críticos:
- Entre 2002 y 2023, Guatemala perdió un 22% de sus bosques húmedos.
- El 90% de sus fuentes de agua presentan algún grado de contaminación, incluyendo un río que, por sí solo, aporta el 3% de la contaminación plástica mundial.
- La explotación de poblaciones biológicas aumentó un 34.2% entre 1974 y 2017.
Estos datos reflejan una emergencia ambiental que pone en peligro la biodiversidad, la cultura y la calidad de vida de millones de guatemaltecos.
Además, el cultivo de palma africana ya ocupa el 2.5% de las tierras cultivables, alterando los ecosistemas no solo por la expansión de esta especie, sino también por la contaminación derivada del proceso de extracción de su aceite.
Explotación de recursos y desplazamiento de comunidades
Guatemala, con más de 14 zonas de vida y 13,866 especies, enfrenta una grave amenaza por políticas extractivas y de explotación de recursos naturales. La expansión de industrias como la minera internacional y el cultivo de palma africana (que ya ocupa el 2.5% de las tierras cultivables) han alterado ecosistemas enteros y desplazado a comunidades indígenas.
Además de la pérdida de biodiversidad, estas actividades generan contaminación ambiental y contribuyen al cambio climático.

Juventud guatemalteca: entre la resistencia y la esperanza
Mientras los recursos naturales del país son explotados y las comunidades despojadas de sus territorios, la juventud guatemalteca se enfrenta a un dilema: aceptar la destrucción de su hogar o defenderlo.
A pesar de este panorama, existen voces que han decidido no quedarse de brazos cruzados. Jóvenes como Flori López Atz nombrada National Geographic Explorer, o Handel Mux Roquel, delegado de Guatemala en la Conferencia del Agua 2023, han trabajado activamente en espacios nacionales e internacionales para concientizar sobre las problemáticas ambientales del país y guiar la toma de decisiones.
Por otra parte, organizaciones como Utz Che’ – que significa “buen árbol” en idioma K’iché – trabajan junto a comunidades indígenas en todo el país para promover el manejo sostenible de bosques y fuentes de agua, rescatando así conocimientos ancestrales en la conservación del territorio.
Es así como las juventudes junto al apoyo de diversas comunidades han estado en una lucha constante para preservar la diversidad biológica de Guatemala. Su trabajo no solo busca frenar la degradación ambiental, sino también reivindicar el conocimiento ancestral y fomentar un modelo de desarrollo más armonioso con la naturaleza en un mundo donde lo “moderno” ha significado dejar totalmente atrás los conocimientos de nuestros abuelos.
La vida que se pierde
En mis últimos viajes a Huehuetenango, he sido testigo del deterioro acelerado del paisaje. Las montañas imponentes ahora están salpicadas de basura, los ríos han perdido su transparencia y los árboles de los que alguna vez recogía frutos han desaparecido. Los mismos ríos donde mis padres nadaban en su infancia hoy se han convertido en corrientes de desechos.
Los efectos de esta crisis no son invisibles: en 2022, más de 74,000 personas se vieron obligadas a desplazarse debido a desastres climáticos – tales como inundaciones y sequías – en el país. Además, 720,000 guatemaltecos enfrentan inseguridad alimentaria severa como consecuencia de las sequías prolongadas. La pérdida de flora y fauna no solo altera los ecosistemas, sino que también incrementa el riesgo de nuevas enfermedades en la región, creando un ciclo de crisis ecológica y social que amenaza el futuro de las próximas generaciones.

El futuro no espera
Si hoy ya enfrentamos las consecuencias de décadas de explotación y descuido ambiental, ¿qué nos espera en 10 años? ¿En 50? La crisis ecológica no es un problema lejano, es una realidad que afecta nuestro presente y definirá nuestro futuro.
Podemos actuar desde lo individual y lo colectivo: Apoyar mercados locales que promuevan la agricultura sostenible, valorar y aprender de los conocimientos ancestrales y promover cambios en nuestras comunidades a través de la educación ambiental. Exigir a las autoridades que protejan los recursos naturales, denunciar la contaminación y presionar para la implementación de políticas climáticas más justas son pasos clave para impulsar un cambio real.
Si la ciencia ya ha demostrado la urgencia de actuar y las comunidades han probado que otro camino es posible, ¿qué más necesitamos para comprometernos?
Al final, debemos recordar que ninguna flor crece en tierra muerta.
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Fotos: Cortesía
Fecha de Publicación:
Martes 22/04 2025
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