ENTRE 2018 Y 2024, CASI 15,000 NIÑAS MENORES DE 15 AÑOS DIERON A LUZ, UN REFLEJO DE LA VIOLENCIA SEXUAL GENERALIZADA FRENTE A LA CUAL EL ESTADO NO HA SABIDO PROTEGERLAS.
Una columna de Luisa Fernanda, también conocida como Wichita Científica, estudiante de Biología y Antropología en la Universidad de Pennsylvania. Su texto nos invita a reflexionar en torno al Día de la niña ¡Qué tu lectura sea fructífera!
A los 12 años, con un libro de Cuentos de niñas rebeldes en las manos, soñaba con cambiar el mundo. Pero ¿cómo podía hacerlo si salir a la calle ya significaba enfrentar la posibilidad de no volver?
Vivimos en una sociedad que, desde el privilegio, espera que las niñas sean la próxima gran revelación. Pero antes de pedirles que cambien el mundo, deberíamos preguntarnos si siquiera les estamos garantizando la oportunidad de vivir para lograrlo.
El incendio del Hogar Seguro: Una herida abierta
El 8 de marzo de 2017, 41 adolescentes perdieron la vida en el trágico incendio del Hogar Seguro Virgen de la Asunción, bajo custodia del Estado guatemalteco. Ocho años después, la sociedad sigue clamando justicia para aquellas niñas que murieron precisamente bajo el cuidado de la institución que, irónicamente, debía protegerlas.
Lamentablemente, esta no es una excepción: refleja la realidad que enfrentan miles de niñas en Guatemala y en toda América Latina. Según un informe de UNFPA, 14 de los 25 países con las tasas más altas de feminicidios en el mundo se encuentran en esta región. Además, una de cada cuatro adolescentes latinoamericanas se casa antes de cumplir 18 años, lo que trunca su derecho a la educación, a la salud y, en muchos casos, a la libertad misma.
Que la violencia y la desigualdad se repitan de manera tan sistemática en nuestros países no es casualidad: son patrones estructurales con raíces profundas en la historia, forjadas desde la colonización europea y perpetuadas hasta hoy.
La infancia no nace igual para todas
Ahora bien, es necesario profundizar en quiénes son las más afectadas en este entorno. Durante mi infancia, mis padres limitaron mis salidas e incluso con quién podía juntarme. Hoy, como universitaria, no los culpo: crecí en un país con más de 4,000 muertes al año. Sin embargo, también crecí desde una posición de privilegio.
Tuve acceso a educación privada, actividades extracurriculares y atención a mi salud física y mental. Todo esto allanó mi camino hacia lo que socialmente se considera “éxito”. Pero esta no es la realidad de la mayoría de niñas guatemaltecas. Sin ir más lejos, la historia de mi propia abuela paterna lo demuestra.
Ella nació en una aldea de San Marcos, al noroccidente del país. Nunca se le permitió ir a la escuela; cuando llegaban campañas de alfabetización, su familia la escondía. A los 14 años decidió huir a la capital en busca de un mejor futuro. Con hijos a cuestas y tras enviudar, recién a los 35 años aprendió a leer y escribir. Su historia me recuerda que el talento no basta: el entorno determina si una niña podrá desplegarlo o si sus alas serán cortadas antes de volar.
Tristemente, décadas después, la situación no ha cambiado tanto. El Banco Mundial estima que solo seis de cada diez niñas guatemaltecas logran terminar la primaria, y la cifra disminuye conforme avanzan los grados escolares.
Obstáculos que persisten generación tras generación
Historias como la suya se repiten incluso en comunidades cercanas a la capital. En un viaje a Sansare, por ejemplo, maestros de una escuela me contaron que muchas niñas no asisten a clases porque sus propios padres se lo prohíben. Y la educación no es el único obstáculo. Entre 2018 y 2024, casi 15,000 niñas menores de 15 años dieron a luz, un reflejo de la violencia sexual generalizada frente a la cual el Estado no ha sabido protegerlas. A ello se suma que siete de cada diez niñxs viven en hogares en situación de pobreza, lo que obliga a más de 300,000 a trabajar, en su mayoría pertenecientes a comunidades mayas.
Con este panorama, ¿cómo podemos esperar que las niñas guatemaltecas alcancen sus sueños si el entorno no les ofrece las herramientas mínimas para lograrlos? Y aun si una niña logra superar todas estas barreras, ¿es justo reducirlo todo a la frase “quien trabaja duro lo consigue”? No basta con dar ejemplos aislados de superación: es urgente garantizar condiciones dignas que permitan a todas crecer y desarrollarse plenamente.
No negaré que la historia de Malala o de Marie Curie me inspiraron a soñar con “hacer algo grande”. Conocer a mujeres que transformaron su comunidad y dejaron huella en la historia me mostró lo que somos capaces de lograr. Pero su ejemplo también evidencia una brecha profunda: Malala, tras el atentado que casi le cuesta la vida, pudo acceder a atención médica en Inglaterra, una posibilidad que resulta inimaginable para la mayoría de niñas en contextos de vulnerabilidad.
¿Qué esperamos realmente de las niñas?
Estas narrativas, aunque valiosas, corren el riesgo de invisibilizar las barreras estructurales que enfrentan millones de niñas. Al final, no se trata de que no puedan inspirarse, sino de que a muchas ni siquiera se les garantiza lo más básico: el derecho a crecer dignamente.
Aquí surge una pregunta fundamental: ¿qué esperamos realmente de las niñas? ¿Queremos que sean excepcionales, como Malala, que logren lo “imposible” y se conviertan en heroínas que inspiran al mundo? ¿O queremos que todas tengan asegurada la vida, la libertad y la dignidad, incluso sin cargar con la obligación de ser “ejemplos” extraordinarios?
La sociedad suele celebrar a quienes logran sobrevivir y destacar pese a la adversidad, pero rara vez se detiene a proteger a las que aún están en riesgo. Admiramos a las sobrevivientes, mientras invisibilizamos a quienes jamás tuvieron la oportunidad de contar su historia.
Por eso es urgente cambiar la narrativa. Las niñas no nos deben inspiración. Nosotrxs, como sociedad, les debemos protección. Antes de pedirles que cambien el mundo, asegurémonos de que tengan un mundo en el cual vivir. Solo entonces, cuando dejemos de romantizar la resiliencia y empecemos a exigir justicia, podremos hablar de un futuro verdaderamente digno para todas.
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Texto: Luisa López Monzón (Wichita Científica)
Fotos: Cortesía
Fecha de Publicación:
Viernes 10/10 2025
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