GERARDO DAMIÁN Y PUKI DE ALABAMA REALIZAN REBOZOS QUE VISIBILIZAN SUS PROPIOS CONTEXTOS Y PROBLEMÁTICAS

Los saberes artesanales en México se comparten generalmente de generación a generación; los abuelos a las generaciones jóvenes y cuando estos crecen a sus hijxs o nietxs. Así se mantienen vivas tradiciones de origen indígena y mestizo en nuestro país. También existe una clara división de la labor en muchas de estas poblaciones; las mujeres históricamente se dedican al telar de cintura para la construcción de enredos y huipiles; entre sus labores domésticas. Los hombres se dedican al campo y dependiendo la región, a la talla de madera, alfarería, etc.

Desafiar estos roles supone una ruptura; nos acercamos a dos artesanxs que se dedican al telar de cintura. A través de sus piezas platican su contexto, su orientación sexual, su identidad de género y los prejuicios a los que se enfrentan.

Gerardo Damián

Gerardo nació en Oaxaca y ahí aprendió a hacer textiles mixtecos, del municipio de San Pedro Jicayán. Aunque en un inicio hombres y mujeres colaboraban en la creación de textiles; el oficio se fue volviendo femenino hasta que fue mal visto que los hombres participaran en él. La mamá de Gerardo se dedicó más al campo y fue su abuela quien lo cuidaba y notó este interés por tejer; ella le enseñó.

Aprendió a escondidas; estos temas se vuelven una especie de chisme en el pueblo. Sus papás se opusieron a que aprendiera, hasta que su abuela les explicó que independientemente de todo, es una fuente de ingreso y una manera de mantenerse; en cualquier lugar en el que viva. Hacer telar de cintura, ha sido históricamente, la manera en que algunos pueblos se visten. La mujer aprendió hacerse su propia indumentaria y la del hombre; y también funciona como un regalo. En las bodas se regalaban servilletas o textiles para la casa hechos por las mismas mujeres. Hoy en día, el interés por los textiles de las personas afuera de la comunidad ha detonado un factor de intercambio económico.

Al llegar a la Ciudad de México entró a estudiar la carrera de Comunicación y cultura. Su propia historia le ha hecho interesarse siempre en la conservación del tejido en telar de cintura, la creación del hilo, la investigación de tintes naturales, etc.

Crear una sola pieza textil es una parte de la historia completa de una región. Desde que se crece el algodón hasta que se desgrana y se hila; teñirlo con el palo del mango, chile o jamaica, ir a cortar las varas que sirven para crear el telar (del árbol del nanche o del mango); mi abuela me enseñó todo eso.

Un pozahuanco de arcoiris

Para Gerardo es importante preservar el proceso completo aunque no siempre es posible; materiales comerciales (fibras, colorantes, etc) han ido reemplazando partes del proceso. Al llegar a la ciudad, él se trajo todo eso (herramientas y conocimiento); tejer desde aquí, lo conecta con su cultura. Empezó a trabajar desde aquí por encargos para su familia y entre estos se hacía los que eran para él. Los rebozos, cotones, enredos o pozahuancos, tienen una duración larga y son gruesos al principio; la gente los compra para toda la vida y por eso también son más valiosos.

En la ciudad de México también pudo entenderse como una persona que formaba parte de la comunidad LGBTTTIQA+ y lo quiso poner en su trabajo. Empezó con integrar los colores de la bandera arcoiris en el pozahuanco. Esta pieza normalmente mide 2 metros por 1.90 y se ocupa como falda, aunque recientemente también lo portan como rebozo. En su comunidad existen dos tipos, el de animalitos y el antiguo (solo con franjas que emulan el agua en una cascada).

Él hizo la bandera con el de animalitos que representan la flora y la fauna del pueblo mixteco. Éste tiene gatos, perros, tortugas, colibríes, alacranes, pollos,gallos, águilas bicéfalas; además escogió figuras que representan simbólicamente su identidad, como la mariposa. Otros animales que también se representan en los textiles mixtecos son: la iguana, las hormigas chicatanas, las arañas, los armadillos o las víboras y el flora el cempasúchil y la flor de mayo.

Romper estereotipos abre oportunidades para que otras personas LGBT+ indígenas puedan crear dentro de su comunidad y no tengan que migrar para poder hacer lo que les gusta.

Habitarse muxe y las problemáticas de su trabajo

De su lado materno (de origen mixteco) aprendió a tejer, un conocimiento que le conectó con sus antepasadas. Tejer es sinónimo de su propia construcción del tiempo, es un proceso lento; diferente a la vida caótica y agitada de la ciudad. Incluso de otro sistema -no monetario y autosuficiente; aquí las herramientas cuestan, no las provee la propia naturaleza. Por eso es difícil la traducción a precio de lo que hace. Y se enfrenta a problemas de regateo; de gente que no entiende el tiempo que se invierte en hacer una piez; y de la escasez de recursos y como los originales (algodón coyuchi, tintes de añil, de grana cochinilla o de caracol purpura panza) elevan el precio.

Su familia paterna es zapoteca, Gerardo nació en Juchitán y vivió ahí hasta los siete años. En esta región convivió con personas muxes y debido a su expresión femenina su familia le nombró así, incluso sin él ser consciente de esto. En la costa aprendió el telar, pero al mismo tiempo la cultura mixteca es más machista y patriarcal, (la organización zapoteca es más matriarcal). Para él llegar a la Ciudad de México tenía que ver con la posibilidad de estudiar a menor costo; viajar de San Pedro a los tecnológicos de Pinotepa o Jamiltepec significa trayectos largos y costos de transporte elevados.

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Al llegar a la ciudad pudo también reconocerse como muxe y reconectar con su origen zapoteco. Es importante recalcar que las personas muxes se identifican con el término como parte de una identidad cultural zapoteca; ésta puede abarcar a mujeres trans, identidades no necesariamente binarias y también a hombres homosexuales. Para él ahora es un sinónimo de orgullo; ahora viste tanto el traje de las mujeres del istmo como sus creaciones de textil mixteco. Él representa dos pueblos distintos.

Seguimos luchando por que se reconozcan nuestras identidades indígenas y morenas como parte de la población LGBT+. La gente idealiza a estereotipos blancos, pero nosotrxs también exisistimos y nos ha costado mucho salir adelante como para ser discriminadxs dentro de nuestra misma comuninad diversa.

FOTO: Guillermo Khalo

Puki de Alabama

Jaime Antonio Ferreira se nombra Puki, que significa puma o animal de monte en purépecha. Lo aprendió al estudiar este idioma. Es historiador de formación en la Universidad de Michoacán pero su labor principal es la de realizar rebozos. Trabaja bajo la técnica de telar de cintura en la elaboración de rebozos de jaspe y además es profesor en la Universidad Intercultural Indígena de Michoacán en la carrera de Arte y patrimonio.

Puki nació en Ario de Rosales, Michoacán; éste es un pueblo rural, no indígena. Su entorno familiar fue violento, machista, con un padre drogadicto. Puki desde niño fue inquieto y mostró interés por el arte y por la “cultura mexicana”; lo que en ese entonces tenía de referencia, imágenes mediáticas populares y homogéneas. Se empeñó en aprender un oficio o artesanía y visitó a un artesano de cestería en su pueblo que no le quiso enseñar. Salió de su casa a los 17 años a causa de este entorno familiar; llegó a vivir a Morelia y entró a la facultad de Historia. A pesar de ser una ciudad pequeña, cuando llegó, todo le parecía sorprendente.

FOTO: Florence Leyret

Ahí conoció la Casa de las Artesanías, ahora Instituto del Artesano Michoacano, en el Exconvento de San Francisco. Además de funcionar como tienda y museo, en la planta alta hay locales de artesanos. Esta institución se fundó en 1976 y desde entonces se les dieron locales a los artesanos que estaban viviendo en la ciudad; originarios de distintas regiones, todos conviven ahí. Ahí conoció a Esperanza Valencia de Aranza, Michoacán, cerca de Paracho (famoso por sus guitarras).

Ella le enseñó los fundamentos del telar de cintura y de forma autodidacta perfeccionó sus conocimientos para elaborar rebozos. Primero aprendió a hacer los de Patacua, un textil tipo gasa, técnica representativa de Aranza. Hay cuatro comunidades purépechas de Michoacán que generan el rebozo de origen indígena: Turícuaro, Ahuirán, Angahuán y Aranza.

Abrir espacios

Como yo no vengo de una familia de artesanos o formo parte de un capital cultural (institucionalmente eso pesa), la manera de ganar experiencia y reconocimiento es a través de la participación en concursos y mercados regionales, donde estas piezas pueden comercializarse.

En los imaginarios colectivos de las instituciones en México (las cuales son muy racistas), buscan construir al artesano como una persona pobre y de origen indígena (por conveniencia de folklore turístico). Yo soy pobre, estudié a través de una política de gratuidad, pero al no pertenecer a estas identidades soy ajeno a los circuitos tradicionales.

A Puki le costó tiempo nombrarse artesano, después de tres años de dedicarse al tejido de cintura lo hizo; más para designar una actividad que en plan de ponerse un “rango logrado”. Por respeto al trabajo específico de las comunidades indígenas purépechas a las que él no pertenece, decidió trabajar el rebozo de jaspe. Una prenda que se realiza en Tenancingo,Santa María del Río y también en Michoacán, una técnica mestiza rural, no indígena. Aprendí la técnica en La casita de piedra, un centro cultural en Jiquilpan; región en la que existe una tradición rebozera y de cultivo de seda, de antaño.

En la Casa del artesano en Morelia y a nivel institucional, no se reconocía la técnica de jaspe como algo que sucediera en esta región. Le tocó romper varios prejuicios dentro de los jurados y nunca ganaba; participó en el Segundo congreso del arte del jaspe y el rebozo, Décimo Simposio de Shibori y otros; siempre representando a Michoacán como rebocero de jaspe. Hasta que Martha Turok les explicó en La Casa del Artesano, que él ya iba haciendo trayectoria y que se había enseñado en Jiquilpan; le dieron oportunidad de participar y de acceder a los premios.

“Pinche sidoso”

La técnica del rebozo de jaspe o ikat se caracteriza por su teñido por partes, lo que en el resultado del tejido genera patrones gráficos de contrastes de color. Además es una técnica predominantemente realizada por hombres, a diferencia de otros textiles tradicionales; aunque no está mal visto que una mujer lo realiza (no existe un estigma social) y se pueden hacer en telar de cintura o de pedal, depende de la región. Para realizar estos tejidos se ocupan muchas herramientas, más que en los textiles de tradición indígena. Digamos que se busca simular el proceso de telar de pedal al de cintura; por ejemplo se usan varios cabos de hilo para urdir.

Las chalinas y rebozos, de todo tipo, pueden reproducirse en un rango muy amplio de calidades, incluso se pueden hacer en telares industriales y se venden como “artesanías” a precios muy bajos. Por esto es importante que la gente conozca el proceso detrás y aprenda a identificar la buena calidad en un textil.

Puki no se identifica bajo el término “gay”, sino que se apega a una terminología local, más cercana al “ser joto”. Si me lo digo a mi mismo, pierde el carácter peyorativo que el sistema heteropatriarcal le pone. Consciente de su contexto particular y sin ánimo de pisarle los talones a otros compañeros artesanos, buscó denunciar sus problemáticas cercanas. A través de sus textiles representa la fluidez de su propia identidad de género.

Me parecen problemáticas las etiquetas que utilizan las nuevas generaciones sin interiorizar a cabalidad, ni entender la complejidad de su significado. Esto ha desvirtuado el carácter político de varias de ellas. Y si lo pensamos, muchas de estas denominaciones vienen de términos anglosajones; ¿qué necesidad tenemos de adherirnos a ellas si pueden no ir de acuerdo a nuestros contextos particulares?

Recuerdo a los jotos en mi pueblo cuando era niño, en esa entonces tendrían 50 o 60 años y pertenecían a construcciones de identidad que hoy denominariamos queer o no binarixs; pero ellxs mismxs se llamaban jotos. Siempre hemos existido.

Además del cuestionamiento por nombrarse; el tema de activismo de VIH se siente muy diferente en la Ciudad de México en comparación con el resto de la república, por lo que también le preocupa hacerlo más visible. En varios estados, Michoacán incluido, se trata de forma aún secreta, las personas que viven con el virus enfrentan discriminación; incluso del sector salud. En uno de sus rebozos se lee: “puto, marica, joto”, y una epígrafe al centro: “que el estigma se convierta en orgullo, ser, amar y existir es resistir”, este se presentó en la bienal FEMSA 2020. El segundo, en el que se lee: “pinche sidoso”, se expuso en Salón Cosa como una declaratoria del estigma que la comunidad aún enfrenta.


  • TEXTO: Rodrigo De N. Colmenero

  • FOTOS: Cortesía de lxs artistas

Fecha de Publicación:
Miércoles 30/06 2021