DEBIDO A LA PANDEMIA POR COVID-19, HOY EN DÍA SE HAN POSPUESTO Y CANCELADO MÁS DE 4,000 EVENTOS, GENERANDO PERDIDAS MONETARIAS.

Arrancamos esta nueva colaboración presentándonos; somos un sello musical mexicano llamado Drecords. Nos dedicamos a producir música original, tocar en fiestas, clubes, festivales y a promover una fuerte creencia en la libertad, en la colaboración, en la autenticidad, el compromiso y en la posibilidad de siempre poder catalizar un cambio a través de una escena consciente y unida. Llevamos los últimos 8 años siendo parte de una escena cultural que año con año estuvo creciendo y desarrollándose hasta que un día ocurrió lo inimaginable.

Al escribir esta columna queremos abrir una conversación con la comunidad y hablar sobre la cultura que juntos estamos construyendo: la escena del rave, la que gira alrededor de los clubes, la vida nocturna, los festivales y los movimientos que surgen alrededor de diversos géneros de la música electrónica. Esto no se trata de fenómenos que ocurren aislados en algún barrio en Detroit, sino de movimientos colectivos que se relacionan estrechamente con la moda, nuestra definición de libertad, nuestra percepción estética, nuestra identidad sexual, posturas políticas, políticas económicas y una infinidad de expresiones presentes en todas las disciplinas del hacer humano.

A lo largo de los próximos meses vamos a hablar de los diferentes medios que componen esta industria. “El medio es el mensaje”, decía Marshall McLuhan. ¿Y cuáles son los medios más importantes de nuestra escena? Los festivales, los clubes, los discos, el internet y la radio.

¿Qué pasa con los Festivales?

En México ocurren y han ocurrido un sin fin de raves y festivales. Desde los de magnitudes gigantescas como el EDC (Electric Daisy Carnival) con sus 100,000 asistentes, o el BPM (Bartenders, Promoters and Musicians) en Playa del carmen con 70,000 asistentes; hasta raves underground en lugares como la Ex Fábrica de Harina, o la ex fábrica Eureka (1994). Hoy podemos hablar de eventos en Teotihuacán, en Tepoztlán, en la Marquesa, en Las Estacas en Morelos, en las playas de Veracruz, en Acapulco, entre cientos de otros conceptos y locaciones desde hace más de cuatro décadas.

En 2020 se han pospuesto y cancelado más de 4,000 eventos debido a la situación de confinamiento por la pandemia que juntos atravesamos. Esto representa una pérdida estimada de 3.3 miles de millones de dólares para la industria; además de cientos de empleos perdidos en todo el ecosistema. Han habido cancelaciones, clubes en bancarrota y una escena completa que se ve en la necesidad de redefinir absolutamente todo.

Booking (Programación)

Tradicionalmente, el modelo de compra de talento (artistas) está basado en el dólar y el euro. Esto quiere decir que, dependiendo de la paridad cambiaria que exista entre esas monedas y la nuestra; los talentos internacionales (aún de países en Latinoamérica como Colombia) se vuelven más caros. A la vez, somos un país que todavía vive bajo una esquema que idealiza lo extranjero, y las ventas de tu evento dependen fuertemente del peso del talento internacional. Esto nos convierte en un país, otra vez, que consume y que no produce. Con un público que pierde interés en el talento local y que literalmente lo posiciona en un escalón/horario más bajo que al internacional en los festivales y los clubes.

Lo que sigue es una bola de nieve, talento más caro significa boletos más caros; y en un contexto en el que la población más joven no cuenta con los medios para pagar estos boletos cada fin de semana, el mercado se satura y comienza a golpear a las escenas locales. La conveniencia de pagar un boleto y ver a +30 artistas, hace que a los ojos del consumidor; parezca trivial asistir a un pequeño showcase en un bar local. El costo de oportunidad del consumidor es grande y existe un gran FOMO (fear of missing out) por pertenecer a los eventos que prometen generar más estatus.

Al final la poca rentabilidad de los festivales pone a los organizadores y dueños de clubes hasta el fondo de la cadena alimenticia teniendo que asumir todo el riesgo. Lo que obliga a los promotores a vender patrocinios con marcas que a veces degradan la calidad y legitimidad del discurso. Además de propiciar un modelo de negocios cada vez más apretado, vendido, y sin el poder de controlar su curaduría con fines culturales y sociales.

Todo se vuelve un negocio basado en estadísticas y métricas para asegurar un retorno de inversión y no en visibilizar luchas sociales, ecológicas y políticas que están impresas en los +339 géneros musicales que componen los carteles de los diferentes eventos del mundo.

El booking es víctima de su propia inconsciencia por no crear a través de los años un modelo sustentable entre el talento nacional y los consumidores.

Los artistas

Hoy , la mayoría de los festivales del mundo los dividen en 3 categorías: locales, midlands, y headliners. Los locales son muy mal pagados y no venden boletos por sí solos; los midlands (representados por grandes agencias de talento) cobran demasiado por los boletos que realmente venden y los headliners han incrementado 10% sus fees cada año (los 10 djs más pagados en el mundo ganaron 273 millones de dólares en el 2019, por dj sets de 90 a 120 minutos). Para muchos festivales y clubes es un esquema
que no funciona, a menos que la escena se vuelva extremadamente elitista, como los modelos de mesas para 10 personas vendidas por 50,000 dólares, (sí, eso realmente pasa).

La situación hace que sea más difícil para los productores y artistas independientes crecer; ya que no existe un panorama fértil y estable que les permita exposición con sus audiencias más importantes.

Arte / Experiencia

Constantemente, en este país, están ligadas a las activaciones de publicidad BTL -no existe una separación entre lo comercial y lo artístico. El arte es un instrumento de las marcas para crear un valor agregado. Ésto termina por darle la posibilidad a las marcas de controlar los discursos artísticos, políticos y sociales. Para festivales como Ceremonia mantener sus ideales y continuar empujando por distintas causas sociales, representa un riesgo si estas no se alinean a los valores de sus patrocinadores.

Sociedad

La cultura mexicana de “las cortesías” y “el VIP del VIP” ha sido tradicionalmente marcada por el clasismo, el racismo, el machismo y la exclusividad; son las bases por las cuales se mueven las cortesías y los mejores espacios de los festivales.

El PR es el instrumentalismo de las relaciones humanas; la idea de gente que proyecta “cierta imagen” es un tipo de discriminación que se normaliza en los festivales. Se transforma a los individuos en una mercancía estética para legitimar el coolness de un evento.

Esta definición de estética , por supuesto, ha sido principalmente la de la élite mexicana. Una percepción generalmente blanca de la mexicanidad, que muchas veces está en choque directo con los mensajes de los artistas por los que se pelean sus cortesías. La mayoría de estos problemas son consecuencias del proceso descontrolado de la transformación de una “escena a una industria”; lo que en algún momento fue un espacio para buscar asilo de las opresiones emocionales, físicas y limitaciones del capitalismo corporativo es ahora un lugar y momento donde podemos atestiguar su máxima expresión.

Poniendo atención, todo esto se puede ver reflejado en la pista de baile. Ahí, las cabanas, los VIPS, el backstage, el backstage del backstage, estar detrás del Dj en el escenario; lo que significa estar en un evento, las fotos que se suben a Instagram, los más jóvenes en Tiktok, las relaciones entre crews del underground, el precio de los boletos, el precio de las bebidas, la ubicación del festival, el trato de la seguridad con el público, el cateo, las drogas que se consumen, la proxémica en cada festival, el uso del lenguaje; la manera en la que se venden los festivales, las propuestas del booking, la
viabilidad del negocio, y por último, la música de los artistas.

Hoy, las iniciativas de streaming, conciertos en coches y fiestas con sana distancia retan y descontextualizan el núcleo de nuestra cultura. Sin duda alguna, es una crisis grande pero también es una gran oportunidad para nosotros. La pausa obligatoria nos hace repensar si lo que estamos construyendo tiene un futuro en nuestra sociedad. Enfatiza las cosas importantes que extrañamos de la vida nocturna y también expone las fallas y vicios que la industria llevaba cargando durante mucho tiempo. Por ahora tuvimos que soltar esa carga y ahora cuestionarnos si debemos de llevarla otra vez o si deberíamos de diseñar un nuevo camino para nuestra comunidad.

Lo que sí es un hecho, es que hay que cuestionar qué podemos hacer con la cultura del prohibicionismo que orilla a promotores independientes a realizar sus eventos en espacios cada vez menos rentables y más inaccesibles… Nuestra cultura es parte de una industria y sí, todavía vivimos y viviremos en una realidad neoliberal capitalista. Pero la cultura y el lenguaje lo cambiamos, nosotrxs, juntxs. Si antes el dancefloor, los eventos, los clubes y festivales eran un refugio, volvámoslos ahora lugares de debate. Seamos más conscientes y defendamos nuestras utopías.

Where failure is still considered a virtue and differences become commonalities, then we are at home.

Moyn Moyn Festival

Fecha de Publicación:
Martes 18/08 2020