LA PELÍCULA NARRA UN MOMENTO ESPECÍFICO EN LA HISTORIA DE MONTERREY, UNA SUBCULTURA QUE DA CUENTA DE LAS PROBLEMÁTICAS DE LA REGIÓN.

Este pasado 27 de septiembre, “Ya no estoy aquí” fue galardonada en varias categorías del Ariel 2020; la película de Fernando Frías que desde su estreno generó polémica entre la gente de Monterrey, y con un formato de exposición que a muchas personas, amantes del séptimo arte no les agrada, se hizo ganadora de “Mejor película”, “Mejor director” y “Mejor guión original”, solo por mencionar algunos. 

Y es que sin duda su adaptación de la cultura cholombiana a la pantalla grande, ha conseguido retratar un momento en específico antes no visto. No dejando fuera ningún detalle, creó una ambientación que nos transportó al Monterrey de unos años atrás, lo cual le hizo a él y a su equipo ser la película más premiada de la noche, llevándose también “Mejor fotografía”, “Mejor diseño de arte”, “Mejor edición”, “Mejor sonido”, “Revelación actoral” y “Mejor vestuario”.  

Ya no estoy aquí, debutó en Netflix posicionándose rápidamente en el ranking de los contenidos más vistos de la plataforma de streaming. Casi de manera simultánea los comentarios en redes de algunos habitantes de Monterrey buscaban desenmarcarse de dicha identidad; aclaraban que la película no los representa y eso es bastante obvio. La película narra una problemática específica de un contexto específico. Lo que sí trae a colación es que se analiza poco la disparidad social que la capital de Nuevo León presenta.

San Pedro Garza García, en el área metropolitana de Monterrey, fue en 2018 el municipio más caro para adquirir una vivienda en México. La relación que la población tiene con “el otro lado” es muy familiar; es común que la población de clase media viaje con frecuencia a McAllen de compras. Una de las avenidas principales Junto al río, claramente presenta dos vistas de la ciudad. De un lado se puede ver un cerro y cómo éste poco a poco se ha llenado de casas y calles que suben y bajan. Es la colonia Independencia, o como mejor se le conoce, “La Indepe”.

Fernando Frías, dentro de la película nos muestra sus arrinconadas calles, y sus casas abandonadas a medio construir. Además ha buscado representar la violencia que hay en cada una de sus calles y la vida en ellas. Al final, es una vivencia con la que muchos mexicanos sí nos sentimos relacionados. Tampoco es una mentira decir que Monterrey, en los años en los que la historia se sitúa; dentro del periodo de” guerra contra el narco”, sufrió de una gran violencia. Aquí no sólo la muestra “desde lejos”, sino que se utiliza como un eje en la trama por la que el personaje principal huye hacia “el otro lado”.

Gerry Kim, uno de los productores menciona que le interesó hacer “Ya no estoy aquí”, porque no muestra la típica historia de migración hacia Estados Unidos. Tampoco se apoya en la idea del sueño americano que estamos acostumbrados a ver. De hecho hace todo lo contrario, aborda la falta de educación y oportunidades, además de un entorno familiar disfuncional pero cotidiano. Es esta mezcla de factores que vieron nacer a la cultura cholombiana.

Es interesante recalcar que, a modo casi de documental, los personajes fueron interpretados por gente que se identifica con la cultura; no por actores experimentados. Este es un elemento que cada vez vemos más a menudo en los films mexicanos. Personajes interpretados por personas envueltas en situaciones similares ayudan a darle realismo a la historia.

La Kolombia de Monterrey

Vice publicó en 2011 un artículo en el cual hace hincapié en dos cosas; una la llegada de la música colombiana a este barrio y la singular vestimenta que identifica a un cholombiano. Como experiencia personal mi tía, quién vivió en la Indepe en su niñez y adolescencia; dice que aún más arriba de la indepe, está lo que se conoce como “el tanque”. Es básicamente un tanque con agua donde los jóvenes se reunían. Al ser un barrio pobre, la violencia y las drogas abundan. Ella me cuenta que el origen del baile que suelen hacer para ese tipo de música deriva del consumo de drogas, en el famoso avioncito por ejemplo, ellos “vuelan de verdad”.

La dirección de arte estuvo a cargo de Thaisa Maloufque, quien hizo hincapié en un realismo bastante cuidado de cada uno de los personajes. No solo se enfocó en los cholombianos, sino en cada personaje y su contexto. Otra parte fundamental es el sonido de la cinta, que estuvo a cargo de Javier Umpierrez. Este es una pieza clave para contextualizar la vida de Ulises y remarcar su identidad. La música en la película ayuda a conectar con el personaje, a sentir el ritmo. Y no sólo eso, sino que evidentemente es el escape más fácil de nuestro personaje, porque, ¿de cuántas maneras se puede ya no estar aquí?

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Ya no estoy aquí (2019), de Fernando Frías está disponible en streaming en Netflix.





  • TEXTO: Leticia Ramírez

Fecha de Publicación:
Lunes 01/06 2020