UNA PROSPECCIÓN NECESARIA EN EL DISEÑO.

¿Es posible responder o plantear la pregunta de cómo ir de lo sostenible a lo regenerativo? En tiempos de crisis es justo replantear paradigmas; ya que nos enfrentamos a la evidencia de un sistema o entidad que no están funcionando bien, sean estos: empresas, Estados, servicios, productos… O el modelo económico global.

Aunque existan personas que no se atreverán a cuestionar el capitalismo financiero que rige como paradigma de la economía; es innegable que sus consecuencias negativas están presentes. Al plantear la pregunta que titula el artículo, tenemos que aceptar el daño ecosistémico que representa el modelo actual. Al grado en que las acciones de mitigación, compensación y conservación ecológicas han sido la forma viable de generar modelos de sostenibilidad; pero ya no son suficientes.

Complejidad y sistemas: 

De la sostenibilidad a la regeneración

Comencemos por definir los dos conceptos. En lo común, ambos implican garantizar un equilibrio entre crecimiento económico, bienestar social y cuidado medioambiental. Sus diferencias medulares son que, mientras la sostenibilidad se basa en la premisa de un desarrollo que satisface las necesidades actuales de las sociedades; la regeneración implica dejar de utilizar recursos no renovables y no utilizar ningún recurso más rápidamente de lo que pueda ser regenerado. Son consideraciones que la sostenibilidad no descarta pero no postula, al centrarse en la satisfacción de necesidades y no en la permanencia de los recursos. 

Además, en otra acepción del concepto, una de las posturas ambientalistas son que la regeneración no sólo implica restaurar la salud ecológica; sino llevarla a un estado de mayor potencial. Esto implica una acción que no sólo regresa la vitalidad y función ecológica a un sitio con daño ambiental; sino que incrementa los servicios ecosistémicos que pueden proveerse dentro de un sistema (sea su estado dañado, restaurado o aún no impactado).

Aquí comienza la dificultad del problema de la regeneración en el diseño:

Pensemos en arquitectura (doméstica), interiorismo o diseño Industrial, que usen… madera. Si queremos diseñar con este material, el primer nivel de complejidad y probablemente el mayor problema, en escala, sería establecer un suministro regular y renovable de madera.

Suponiendo que tenemos un proceso tan controlado que se anulan o compensan los impactos ecológicos de la explotación agroforestal; pensemos ahora que también se reducen y contrarrestan los costos energéticos y materiales de transporte y transformación de la materia prima. También de los procesos de transformación, empaque, embalaje y distribución del producto; es un segundo nivel de complejidad. 

Ahora imaginemos que se cierra un ciclo de economía circular donde tu producto de madera, incluso si es una casa, no genera residuos; ya sea porque no tiene obsolescencia programada, es reciclable, reusable o perfectamente biodegradable. Recordemos, además, que a lo largo del proceso no utilizamos recursos no renovables ni extraídos de explotaciones no sostenibles. Resolvimos un tercer nivel de complejidad y somos sostenibles… Pero la regeneración implica aún otro nivel de complejidad.

En este simple ejemplo, todo supuesto, podemos ver la deficiencia que implica plantear los problemas del diseño de forma lineal y unidireccional. Tener un material y producirlo, un producto tiene una vida útil y se desecha, acaba en un relleno sanitario o se recicla. O quizá termina en el océano, o es basura quemada. ¿En qué momento mi diseño contempla todas las otras materias primas usadas en la fabricación del producto final y sus propios procesos transformativos? ¿En qué momento estoy pensando en el fin de su vida útil?

Pensar así nunca debió ser viable, pero hoy más que nunca es necesario dejar de pensar en relaciones lineales de causa-efecto al entender los problemas. Estos deben abordarse desde una perspectiva sistémica: cualquier fenómeno o situación tiene múltiples causas y múltiples efectos. 

Para entenderlo mejor, podemos tomar como ejemplo a la permacultura. Como modelo agroecológico, la permacultura plantea ciclos cerrados de entradas y salidas de energía y recursos. Pero no sólo resuelve cómo administrar una plantación orgánica que puede ir desde la escala de una granja familiar hasta una finca de producción industrial. Además de aumentar el potencial productivo agrícola y de posibles ecotecnias asociadas para fines humanos (avicultura, apicultura, ganadería, acuacultura, agroforestería, etc.); el potencial de servicios ecosistémicos que provee una producción permacultural, aumenta: Si creamos un lago artificial para un sistema de piscicultura no sólo obtendremos pescado; regresarán anfibios, reptiles, aves migratorias.

Si no sólo plantamos especies agrícolas explotables, sino además se siembran especies nativas, también haremos que retornen otros tipos de fauna local. Si también sembramos especies florales que alimenten polinizadores, tendremos abejas, mariposas, avispas, murciélagos. Podemos tener un sistema agroforestal rotativo donde una o varias especies vegetales son maderables. Aunque en su proceso de crecimiento también producen captación de carbono ambiental y generan forraje para ganado; que a su vez genera excremento compostable y fertiliza cultivos asociados.

Si compostamos todos los residuos vegetales de la cosecha agrícola podemos obtener fertilizante y dependiendo el grado de tecnificación, incluso se puede producir gas combustible. Este gas será un derivado que no tendrá reentrada en el sistema y no reporte un servicio ecosistémico mas que para el humano; y en su forma final sea un contaminante.

¿Cómo abordar el problema?

Sólo expusimos el caso hipotético de un material y un ejemplo probado de diseño regenerativo; pero hablamos de un material orgánico vegetal renovable y de la permacultura como un sistema productivo intrínsecamente ligado a la tierra y a un entorno artificial. Un entorno diseñado, pero orgánico, pensado para sostener la mayor biodiversidad posible. ¿Qué pasa entonces con el diseño masivo de productos?

La mayoría de los recursos minerales como los conocemos no son renovables. Toda la industria de la construcción basada en vidrio y concreto depende de minar arena sílica y roca caliza. Probablemente haya roca para elaborar cemento para varios siglos aún; pero se estima que es cuestión de décadas para que la arena utilizada en la elaboración de vidrio se agote. Lo mismo pasa con los yacimientos de roca fosfórica, cuya base para la elaboración de fertilizantes depende en gran medida la agricultura industrial convencional.

¿Cómo nos planteamos entonces una nanotecnología que depende de minar elementos como metales preciosos y tierras raras, a un costo irreparable de devastación ecológica? ¿Qué va a pasar con los productos plásticos y toda la industria de la química orgánica, la farmacéutica incluída, que dependen de la existencia del petróleo?

Es necesario entender que incluso al hablar de sostenibilidad, pero sobre todo de regeneración, nos enfrentamos a un panorama en construcción. Un objeto de estudio que ya percibimos como sumamente complejo. Si bien la sostenibilidad en el diseño tiene alcances notorios, los retos de la regeneración son mayores. Sobre todo cuando nos centramos en el diseño de productos y especialmente en escala industrial, ya que el modelo productivo vigente antepone intereses privados de crecimiento económico al uso racional de recursos.


Precisamente por su relación sitio-específica, la arquitectura es la disciplina de diseño que mejor ejemplifica su potencial regenerativo. También implica entenderla en una nueva relación con el sitio y desde la lógica de un desarrollador urbano o un constructor de rascacielos. Abordemos un ejemplo puntual de proyecto arquitectónico, planteado como un desarrollo de laboratorio sitio-específico y un ejercicio de paisajismo ecológico para la biorremediación. Eunice Véliz, responsable de Vinculación de este proyecto, lo describe:

En medio de la mancha urbana que crece en el corazón de Valle de Bravo, Estado de México, hay un espacio que hace diez años comenzó a vivir un proceso de regeneración: El Humedal. Se trata de un centro de investigación que durante 40 años se ocupó como canchas de tenis de arcilla en 2,300 m2.

Hoy, el lugar es escenario de la sintropía que sucede en un bosque comestible, un huerto biointensivo y un humedal artificial. Aunado a los residentes vitales que han encontrado en este espacio su hogar y habitación. La meta de este laboratorio es mostrar alternativas para integrar proyectos constructivos a un plan de diseño regenerativo. Esto implica ecotecnias asociadas y un énfasis especial en cerrar ciclos de energía, agua y captación de residuos. 

Una de las características que distinguen al proyecto, además de ser amigable con el medioambiente, es su atractivo visual. Las perspectivas ambientales, sociales, históricas, culturales y técnicas son la base de un diseño arquitectónico bioclimático, hecho por el Taller de Arquitectura de Alto Rendimiento (TAAR). Inspirado en la arquitectura mazahua considerando el uso de materiales de origen natural o reciclados.

Además de su valor estético, El Humedal también tiene el valor de ser responsable en su operación. Antes de querer cambiar al mundo; lo más importante es conocer el flujo tanto de nuestros recursos como de nuestros desechos y hacernos responsables de ellos. El proyecto está diseñado para no generar residuos, aprovechar y generar los recursos que utiliza un ciclo cerrado. Especialmente en lo relacionado con el agua, la energía y el suelo.

Con base en la observación e investigación sobre los ecosistemas vivos y recursos naturales del lugar, hoy El Humedal tiene como premisa crear suelo vivo. Cuida los procesos naturales mediante la aplicación de composta, bioles y remedios naturales producidos in situ. 

Asimismo, El Humedal usa agua que viene de la lluvia y del drenaje. Almacena 130 mil litros de agua de lluvia y da tratamiento al agua del drenaje de cinco casas, una clínica, una escuela y un manantial contaminado. Se procesan en una planta de tratamiento y luego en el humedal artificial del lugar.

De esta manera, se da tratamiento hasta 4,500 l de agua al día. Una vez que el agua pasa por la planta de tratamiento, ingresa al humedal artificial donde se tratan más de 2’500,000 l al año. Así, más de 2 millones de litros de agua tratada van al lago o se infiltran.

Como resultado, El Humedal es autosuficiente en captación y generación de energía eléctrica; en sus recursos hídricos; produce alimento orgánico; y tiene a su resguardo peces, reptiles y anfibios catalogados como amenazados. Además de albergar a muchas especies endémicas más que han regresado a un espacio ecológicamente sano, rico y diverso. La misión de El Humedal es inspirar y difundir este tipo de prácticas regenerativas.


  • TEXTO: Juan Barriopedro

  • FOTOS: Cortesía

Fecha de Publicación:
Miércoles 04/05 2022