EL OBJETO POR ENCIMA DEL SUJETO Y LOS PROCESOS

El filósofo y sociólogo Henri Lefebvre acuñó la concepción de la producción del espacio” en el año 1974rompiendo con la visión del espacio como un contenedor o escenario de objetos y relaciones sociales, para tra-nsitar hacia el espacio entendido como un proceso. El espacio, desde esta visión basada en la tradición Marxista, es producto y productor de procesos y relaciones sociales.

La gran aportación de Lefebvre nos lleva a reflexionar sobre lo que Marx nombró como el fetichismo de la mercancía: reducir la producción y el intercambio de mercancías a relaciones entre cosas [dinero y mercancía], ocultando las relaciones sociales implícitas en los procesos de producción e intercambio. El fetichismo permite encubrir la explotación de los trabajadores pues, a través de la mercancía misma, no somos capaces de conocer las condiciones laborales de las personas involucradas en los procesos de producción. Es así que Lefebvre propuso aproximarnos al estudio y al análisis del espacio, como Marx se aproximara al estudio de la mercancía: 

Quizá el espacio haya de ser analizado ahora como antes lo fueron las cosas en el espacio, con el fin de descubrir sus relaciones sociales. La tendencia dominante fragmenta y recorta el espacio. Enumera los contenidos del espacio, las cosas, los diversos objetos. Los especialistas se reparten el espacio y actúan sobre sus partes, estableciendo barreras mentales y práctico-sociales.

Henri Lefebvre. (1974). La producción del espacio. España: Capitán Swing. Cita en página 145.

Entender el espacio como producto y proceso social permite evidenciar aquello que está oculto, desvaneciendo lo que Lefebvre llama “la ilusión de la transparencia”. Esto es, creer que los objetos o las cosas comunican de forma transparente las relaciones sociales implícitas en ellos: 

Las cosas y los productos que son medidos, esto es, reducidos al patrón común del dinero, no comunican su verdad; al contrario, la ocultan en tanto que cosas y productos. […] mienten y disimulan el tiempo de trabajo social que contienen, el trabajo productivo que encarnan y también las relaciones de explotación-dominación en que se basan.

Henri Lefebvre. (1974). La producción del espacio. España: Capitán Swing. Cita en página 137.

Partiendo de la postura de Lefebvre, y haciendo un paralelismo con la arquitectura, podríamos concluir que conocer un edificio, proyecto u objeto arquitectónico, no es conocer aquello que está a la vista y se nos presenta como inteligible (cualidades formales, funcionales, estructurales y estéticas), sino conocer sus procesos de producción y las relaciones sociales que se generaron durante dichos procesos. Sin embargo, en la práctica profesional los procesos de producción arquitectónica se mantienen ocultos, alimentando así la ilusión de la transparencia: se sigue creyendo que basta con ver unas fotografías o hacer una visita de sitio para conocer un proyecto y la multiplicidad de procesos sociales involucrados en su producción. Incluso se otorgan premios y reconocimientos basados en representaciones visuales [fotografías, renders, esquemas, planos, volumetrías, etc.] y descripciones textuales que abordan aspectos técnico-constructivos, formales y estéticos, pero que pocas veces [por no decir nunca] narran los procesos de producción del objeto arquitectónico.

La fetichización de la arquitectura conlleva a una serie de conflictos sociales, éticos, políticos, económicos y ambientales, sobre los que consideramos necesario reflexionar:

Individualización y tecnocracia

Entender la arquitectura como una cosa u objeto  (en donde el valor está puesto únicamente en los aspectos formales y estéticos) y no como un proceso social que necesita de la participación organizada y la cooperación de muchas personas para producirse, deriva en la autoría individual: ¿cómo es que un esfuerzo colectivo es borrado para acabar en el reconocimiento de una persona o un grupo reducido de personas?

No existe ningún arquitecto o arquitecta que tenga las habilidades, conocimientos y herramientas para producir un edificio de inicio a fin, sin embargo, la valorización actual de la arquitectura únicamente visualiza el momento de diseño como una actividad creadora y digna de reconocimiento: ¿por qué no se valora con el mismo énfasis a todas las personas [y sus conocimientos] que hacen posible la materialización de dicho diseño? Sin duda alguna esto va ligado a la tecnocracia, la colonialidad del saber y al racismo epistémico: modos de opresión que asignan valores distintos a los conocimientos y el trabajo de las personas con la finalidad de explotar y acumular. 

A project by Alejandro Cartagena of portraits

El filósofo Ivan Illich nombra esta tecnocracia vertical y aplastante como “Profesiones inhabilitantes” argumentando que:

Los profesionales declaran poseer un conocimiento secreto acerca de la naturaleza humana, conocimiento que sólo ellos tienen el derecho de administrar […]. En cualquier campo donde pueda imaginarse una necesidad humana, estas nuevas profesiones, dominantes, autoritarias, monopolistas, legalizadas y que, al mismo tiempo, debilitan e incapacitan al individuo han llegado a ser las únicas expertas en el bien común.

Profesiones inhabilitantes, H. Blume Ediciones, Madrid, 1981.

Si nos aproximamos al estudio y análisis de la arquitectura como un proceso social colectivo, podríamos comprender qué tan fundamental es el diseño como los albañiles que construyen, las personas que administran, los dibujantes que realizan los planos, los supervisores de obra, quienes se encargan de gestionar los permisos, y un sinfín de personas involucradas en distintos momentos de la producción arquitectónica. Sin embargo, modificar la valorización actual de los conocimientos conllevaría también a modificar los salarios y las condiciones laborales de miles de personas, siendo esto un atentado para los procesos de acumulación del capital. 

Invisibilización y explotación

Al igual que con la mercancía, la fetichización del objeto arquitectónico implica la invisibilización y la explotación de las y los trabajadores involucrados en los procesos de producción arquitectónica: ¿en qué condiciones laborales se encuentran las personas que trabajan en la construcción?, ¿qué tipo de salarios y jornadas tienen pasantes, prestadores de servicio social, practicantes profesionales y arquitectas recién egresadas? Es bien sabido en el gremio, tanto a nivel nacional como internacional, las condiciones precarias en las que se desempeñan las personas involucradas en los distintos momentos de la producción arquitectónica.

La fetichización de la arquitectura es conveniente para la producción arquitectónica mercantil [aquella regida por la lógica capitalista de acumulación], pues promueve la exaltación tecnocrática de la figura del arquitecto o arquitecta y, por lo tanto, conlleva a la invisibilización que anula y oculta el trabajo colectivo, pero se beneficia de la cooperación de muchas personas para explotar conocimientos y obtener plusvalía. 

A project by Alejandro Cartagena of portraits

Fetichización de los materiales y producción de la naturaleza

La explotación en los procesos de producción arquitectónica también se generan en el entorno natural a través de la ocultación de los procesos de extracción, producción y distribución de los materiales para la construcción. Es necesario reconocer que, si bien existen materiales industrializados como el cemento, el block, el tabicón y el acero, todos son producidos a partir de bienes naturales, lo cual implica “la producción de la naturaleza”. En palabras de Lefebvre y Neil Smith: 

Nada hay en la historia y en la sociedad que no sea adquirido y producido. La misma «naturaleza», tal como es aprehendida en la vida social por los órganos sensoriales, ha sido modificada, esto es, producida.

Henri Lefebvre. (1974). La producción del espacio. España: Capitán Swing. Cita en página 125.
Dominio. Image © Onnis Luque

La naturaleza es vista por lo general como eso que no puede producirse, es la antítesis de la actividad humana productiva. […] el paisaje natural se nos presenta como el sustrato material de la vida diaria, como el reino de los valores de uso y contrario al lugar de los valores de cambio. […] el desarrollo del paisaje natural se nos presenta como un proceso de producción de la naturaleza, cuyos resultados diferenciados son síntomas materiales del desarrollo desigual. Por lo tanto, en el nivel más abstracto, es en la producción de la naturaleza donde el valor de uso y el valor de cambio, el espacio y la sociedad, se fusionan.

Neil Smith. (2020). Desarrollo desigual. Naturaleza, capital y la producción del espacio. Madrid: traficante de sueños. Cita en página 61.
Primeras comunidades con impresoras 3D en México. Image © Joshua Pérez

La producción de la naturaleza, al igual que la producción del espacio, nos plantea una forma distinta de aproximarnos a los procesos sociales que establecen la valorización, producción, intercambio y consumo de los bienes naturales. Este concepto nos ayuda a romper, por un lado, con la idea de la naturaleza prístina al margen de lo social y el determinismo ambiental que convierte los desastres sociales en desastres naturales [muy habitual cuando se necesitan justificar las tragedias originadas por el desarrollo desigual]. Por otro lado, nos invita a revisar críticamente los discursos ambientalistas de la arquitectura o el urbanismo sustentable que maquillan los procesos de explotación y acumulación por medio de tecnologías ajenas a los lugares, avances científicos y capitalismo verde. 

Dominio. Image © Onnis Luque

Para acumular, el capital debe perfeccionar de forma continua los medios técnicos de producción, y esto implica el avance continuo de la ciencia. Si la ciencia crece con la tarea inminente de mejorar las fuerzas productivas, entonces pronto adquiere una función ideológica, hasta el punto de que opera casi como una religión secular.

Neil Smith. (2020). Desarrollo desigual. Naturaleza, capital y la producción del espacio. Madrid: traficante de sueños. Cita en página 85.

Fetichizar la arquitectura, en términos socioecológicos, significa ver los objetos arquitectónicos sin cuestionar los procesos de producción de la naturaleza involucrados en ellos: ¿qué materiales se necesitaron para la producción del proyecto?, ¿de dónde se obtuvieron?, ¿cómo se trasladaron?, ¿qué impacto generó la extracción de los materiales?, ¿qué tipo de condiciones laborales tienen las personas que producen dichos materiales? La fetichización de la arquitectura implica otros procesos de fetichización y se vuelve urgente preguntarnos: ¿qué tipo de naturaleza esta produciendo la arquitectura actualmente?

Ciudades rurales sustentables”. Image © Onnis Luque

Relaciones de poder, clase y negación de la participación

Si partimos de reconocer la arquitectura como “producto y producente” social, tendríamos entonces que preguntarnos también: ¿quiénes tienen los medios de producción?, ¿por qué tienen esos medios de producción?, ¿qué relaciones sociales y de poder se necesitan para participar en la producción arquitectónica?, ¿quiénes toman las decisiones sobre la producción del espacio?, ¿quiénes quedan fuera de la toma de decisiones?

Estas preguntas se vuelven importantes ante un proceso de aprendizaje académico que poco toma en cuenta las relaciones de poder y clase: por un lado, en las aulas nos enseñan a diseñar grandes obras [museos, hospitales, bancos, desarrollos inmobiliarios y torres, entre otros] sin decirnos que para participar en su producción hace falta tener los recursos económicos o las relaciones de poder que se requieren para llevarlas a cabo. Por otro lado, poco se nos enseña a trabajar con recursos económicos limitados y bajo la lógica de la producción social y el acompañamiento integral [técnico y social], lo cual es más cercano a la realidad socioeconómica de nuestro país en donde más del 70% de las personas autoproducen su vivienda.

“Ciudades rurales sustentables”. Image © Onnis Luque

Entender la arquitectura como un proceso social nos llevaría a evidenciar las estructuras de poder que permiten la acumulación de la producción arquitectónica mercantil y la toma de decisiones sobre la producción del espacio en unas pocas manos, alienando a la mayoría de la población de los entornos producidos: 

Si las coaliciones de propietarios inmobiliarios, promotores, financieros, contratistas, arquitectos, planificadores y gobiernos tienen el poder de producir el entorno construido de la cuidad en la cual el resto de nosotros vivimos, entonces para ellos es perfectamente factible construir paisajes urbanos de los que la masa de la población esté alienada de una manera irrecuperable.

David Harvey. (1996). Justicia, naturaleza y la geografía de la diferencia.España: traficante de sueños. Cita en página 360. Negritas agregadas.

Es bajo estas dinámicas de control y poder que el Estado, en conjunto con el gremio arquitectónico como brazo ejecutor, ha generado, promovido e implementado proyectos y programas anclados en la lógica de la autoría individual y el fetichismo de la arquitectura. Este tipo de proyectos y programas, entre los que podemos mencionar Vivienda Unifamiliar Regional” yDel territorio al habitante” del INFONAVIT, “Ciudades Rurales Sustentables” en el Estado de Chiapas, “Construyes tu casa” del FOVISSSTE y el Programa de Mejoramiento Urbano [PMU] “Mi México late” de la SEDATU, reflejan las relaciones de poder existentes entre el gremio y las instituciones públicas, la visión tecnocrática del Estado, la acelerada fijación del capital a través de procesos constructivos como estrategia económica y la negación de la participación colectiva en la producción del espacio y la vivienda.

Del territorio al habitante”. Image © Jaime Navarro

Si es verdad que estamos frente a una transformación política y social, ¿no debería reflejarse en nuevas formas de producir el espacio?, ¿por qué se siguen empleando viejas fórmulas que han demostrado su fracaso en múltiples ocasiones? No existe transformación política sin una transformación en los procesos de producción del espacio:

Una revolución que no da lugar a un nuevo espacio no llega a realizar todo su potencial; embarranca y no genera cambios de vida, tan sólo modifica la superestructuras ideológicas, las instituciones, los aparatos políticos. Una transformación revolucionaria se verifica por su capacidad creativa […] en el lenguaje y en el espacio [..]

Henri Lefebvre. (1974). La producción del espacio. España: Capitán Swing. Cita en página 112.

Hegemonía en la producción y representación arquitectónica

Las estructuras de poder, la individualización, la invisibilización y la tecnocracia, conducen a la hegemonía en la producción arquitectónica: pocos discursos imponen, valoran y determinan, qué es y cómo debe ser producida, representada y narrada la arquitectura. Estos discursos marcan no solamente los procesos de producción, sino también los procesos de aprendizaje en los espacios académicos: se nos enseña a consumir la arquitectura de espectáculo a través de representaciones e imágenes, sin cuestionarnos críticamente sobre los procesos de producción de dicha arquitectura. Sobre esta hegemonía en la producción del espacio, Lefebvre apunta lo siguiente:

Quizá sea preciso ir más allá y admitir que los productores del espacio han actuado siempre de acuerdo a una representación, mientras los «usuarios» han experimentado pasivamente lo que les ha sido impuesto, más o menos insertado o justificado en su espacio de representación. Si los arquitectos poseen una representación del espacio, ¿de dónde deriva? ¿en provecho de qué y de quienes resulta «operacional»?

Henri Lefebvre. (1974). La producción del espacio. España: Capitán Swing. Cita en página 125.

El cuestionamiento que lanza Lefebvre a las arquitectas y arquitectos es contundente y únicamente puede ser respondido a través del conocimiento de los procesos de producción arquitectónica. Conocer de manera integral los objetos arquitectónicos nos ayudaría a dejar de fragmentar las discusiones, reflexiones y acciones sobre la producción de los proyectos y, de esta manera, romper con el mito de la arquitectura como una expresión artística individual, inocua y apolítica, sino como un proceso social que obligatoriamente involucra una postura ética y política [ya sea de manera consciente o inconsciente].

Los profesionales del hacer arquitectónico se encuentran preocupados principalmente por encontrar las respuestas en los lenguajes formales y en seguir las corrientes dominantes, mayormente publicitadas por el marketing arquitectónico y la atracción de la high tech: arquitectos famosos y revistas en un mercado que se globaliza, se estrecha y tiende a ser dominado internacionalmente.

Gustavo Romero. (2014). La complejidad y la participación en la producción de arquitectura y ciudad. México: Universidad Nacional Autónoma de México. Cita en página 106.

Consideramos necesario transitar de la fetichización del objeto arquitectónico hacia el conocimiento de los procesos de producción y las relaciones sociales que generan, así como el reconocimiento de la participación como un derecho colectivo y no como una concesión:

La participación no es una cuestión de buena fe, asistencialismo o buena voluntad. No es la compartición de ignorancias y voluntarismo altruista ni tampoco una simple cuestión metodológica de razón instrumental. Desde la Producción y Gestión Social del Hábitat, se entiende la participación como una postura ideológica, política y democrática.

Diseño Participativo: de la crítica a la praxis. Gustavo Romero Fernández, José U. Salceda Salinas, Javier Hernández Alpízar y Ulises Castañeda Carmona. Documento facilitado por los autores.

Ante esta posibilidad surgen las siguientes preguntas: si conociéramos los procesos de producción de los objetos arquitectónicos autorales, ¿seguiríamos premiando a los mismos personajes?, ¿continuaríamos reconociendo objetos arquitectónicos que tienen implícitas relaciones de poder, explotación y acumulación?, ¿nos permitiríamos consumir y aprender la arquitectura de la misma manera?, ¿cuál sería nuestra postura ética-política si no estuvieran ocultos los procesos de producción?, ¿qué tipo de naturaleza y espacio produciríamos si el énfasis se colocara en los procesos y no en los objetos?

Si en verdad queremos generar un impacto social positivo a través de la arquitectura, es necesario estar conscientes que la oportunidad para la transformación social no está en los objetos arquitectónicos autorales que ocultan y encubren relaciones sociales desiguales. La oportunidad de cambio está, precisamente, en transitar hacia una postura político-práctica que permita la transformación del sistema de procesos interdependientes, dinámicos y diversos, involucrados en la producción social del espacio.

[…] tenemos la obligación de invertir ahora en la búsqueda colectiva y totalmente pública de alguna manera de entender las posibilidades de alcanzar un proceso de urbanización justo y ecológicamente sensible en las condiciones contemporáneas. […] Cómo traducir este momento puramente discursivo del proceso social a los ámbitos del poder, de las prácticas materiales, de las instituciones, de las creencias y de las relaciones sociales, es, sin embargo, donde empieza la política práctica y acaba el discurso reflexivo.

David Harvey. (1996). Justicia, naturaleza y la geografía de la diferencia.España: traficante de sueños. Cita en página 562.

Fecha de Publicación:
Miércoles 22/12 2021