EN EL CORAZÓN DE LA CIUDAD DE MONTERREY NACE UN FUERTE COMPROMISO POR LA CONSERVACIÓN DEL RÍO SANTA CATARINA

Esta es una historia de amor. Es larga y complicada, pero nunca aburrida. Lo sentí desde el primer momento que lo vi. Sin embargo, no me enamoré de una persona, sino de un lugar. El río Santa Catarina me conquistó un domingo cualquiera, en la primavera del 2023. Era la primera vez que me aventuraba a conocerlo, a pesar de que lo veía todos los días desde la ventana de mi carro durante los largos trayectos que caracterizan a la ciudad de Monterrey.

Como muchos regiomontanos, crecí con la idea de que el río Santa Catarina es todo menos un río. Surgían palabras despectivas en las conversaciones cotidianas: “está seco, no hay nada”, o “es un cochinero”, como si fuera un gigantesco terreno baldío. En el imaginario de la ciudad persiste la idea de que el valor de este espacio radicaba en las canchas y mercados que solía albergar, hasta que el Huracán Alex devastó todo a su paso en el 2010.

No obstante, mi perspectiva cambió durante mi etapa universitaria cuando emprendí un proyecto audiovisual para visibilizar el trabajo de las colectivas ambientales en Nuevo León. Fue así como descubrí a la comunidad de Viaje al Microcosmos, un grupo de chicas que investiga el río Santa Catarina por medio del arte y la ciencia ciudadana. Ellas me invitaron a hacer un recorrido en abril, en el que cambió para siempre mi percepción de este espacio.

Un oasis urbano

Esa mañana la vista era impresionante. Por primera vez reconocí al río Santa Catarina como un oasis que, frente a toda costa, se abre paso entre dos de las avenidas más transitadas de la ciudad de Monterrey. Hay numerosas flores y árboles elevándose sobre los pilares de concreto que obstaculizan su cauce. Al caminar bajo la sombra, vi garzas perchadas sobre nosotras, indiferentes al bullicio de su entorno. Pensé en que valió la pena levantarme temprano tan sólo con ver cómo los primeros rayos del sol acariciaban la superficie del agua. 

En ese momento me enamoré. No podía creer que había tardado 22 años en visitar el río por primera vez. Aquel día, descubrí un refugio de vida en medio del caos urbano y una comunidad apasionada por su preservación. Me comprometí a utilizar mi gusto por la fotografía para resignificar el río Santa Catarina e inspirar a otras personas a verlo desde una perspectiva diferente. Me sumé a los esfuerzos de Viaje al Microcosmos, pues me pareció una oportunidad extraordinaria para sanar nuestra relación tóxica con el entorno natural, que cada vez es más escaso por el crecimiento desmedido de la mancha urbana.

El desmonte

Como en toda buena historia de amor, hay tragedia. La nuestra sucedió el 7 de julio de 2023, cuando las autoridades desmontaron casi dos kilómetros del cauce del río Santa Catarina. Bajo el pretexto de la gestión de inundaciones, ignoraron los reclamos de las y los científicos locales, quienes se esfuerzan por visibilizar el rol de la vegetación del río en la limpieza de nuestro aire, su papel en la reducción de temperaturas extremas y cómo influye en la disminución de la velocidad del agua durante las tormentas. Sin atravesar procesos de participación y de información pública, las obras con maquinaria se iniciaron apenas un día después de la rueda de prensa del proyecto.

Fue un vil ecocidio. El estruendo de las excavadoras reemplazó el canto de las aves. Los árboles caídos al borde del cauce yacen como testigos mudos de la codicia humana. Originalmente protegida por las altas copas de los árboles, ahora la zona arde bajo un sol abrasador que seca lo que quedaba del río hasta convertirlo en un lecho de polvo. No podía creer que el ser humano pudiera ser tan ciego ante la belleza natural, tan insensible ante la destrucción y tan ignorante al bienestar que nos brinda este espacio. 

El poder de la comunidad

En respuesta a la destrucción, casi treinta organizaciones locales nos unimos bajo el lema “#UnRíoEnElRío” para emprender acciones legales contra los representantes del Estado. Detuvimos el resto del desmonte mediante la movilización ciudadana, así como diversos amparos resueltos por el Poder Judicial de la Federación. Durante la primera audiencia pública en la historia de Nuevo León exigimos la declaración del río Santa Catarina como Área Natural Protegida (ANP) y, a regañadientes, las autoridades presentes accedieron. 

Desgraciadamente, este compromiso quedó en el aire, pues nuevos proyectos de infraestructura, como un viaducto elevado y múltiples presas en el Parque Nacional Cumbres de Monterrey, amenazan la integridad del cauce. Ha transcurrido casi un año y el Río sigue sin ser declarado ANP, a pesar de que es un corredor biológico de suma importancia para la ciudad. En todos sus planes, el gobierno prioriza el crecimiento económico del estado, aunque esta prosperidad signifique sacrificar la vida del río y, por ende, nuestro bienestar.

Hacia el futuro

#UnRíoEnElRío reconoce que el problema trasciende a los responsables individuales del desmonte: la devaluación de la naturaleza está incrustada en el tejido social de una ciudad fuertemente industrializada como Monterrey. La solución ha sido la resistencia en colectivo: escucharnos y organizarnos para proponer alternativas sustentables para la gestión del río. Nuestra narrativa pone bajo el reflector a las soluciones basadas en la naturaleza, que representan un cambio radical a la infraestructura gris que recubre a la capital regia.

Ante la crisis climática, es crucial reconciliarnos con nuestros ecosistemas urbanos y emprender acciones de conservación y restauración. El movimiento está conformado por científicos e investigadores, pero también por artistas y líderes comunitarios que aportan una perspectiva única a los esfuerzos. En conjunto, organizamos recorridos por el río Santa Catarina cada mes e implementamos espacios de aprendizaje en las universidades. Mediante la cultura y participación política, fomentamos la reciprocidad con el río, una visión que reconoce la interdependencia entre el ser humano y el entorno natural.

Esta historia de amor está lejos de terminar. Es un compromiso que se vuelve más fuerte con el paso del tiempo. Espero que perdure por muchos años más y que, finalmente, veamos nuestro sueño hecho realidad: un río Santa Catarina declarado Área Natural Protegida, símbolo de la reconciliación entre la ciudad y la naturaleza. Un legado digno para las futuras generaciones. 

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Texto por Andrea Villarreal Rodríguez, narradora visual y gestora de comunidades radicada en Monterrey. Su trabajo se destaca por el liderazgo de las niñas y las mujeres para abordar la crisis climática.

IG: @andyvillarrealr


Fecha de Publicación:
Lunes 22/04 2024