EN AMÉRICA LATINA HAY TANTAS “MODAS” COMO LENGUAS.

Parece que ha pasado suficiente tiempo para mirar atrás. Hace diez años las capitales de moda vieron desfilar la crisis en tonos neutros, siluetas principalmente funcionales y menores ornamentos de lujo respecto a lo acostumbrado en esa época, los primeros años del 2000 cuando todo era olanes, verde lima y pantalones a la cadera. Pero era 2009 y, en definitiva, el desempleo era la tendencia socioeconómica a la alza. Entonces el mundo entero vio desfilar a los empleados de Lehman Brothers, paseando por las calles del sur de Manhattan, cargando cajas de cartón con sus pertenencias. Esto era historia, una nueva era: la Gran Recesión.

Aunque comenzó en el 2008, para autoridades como José Luis Machinea, exministro de Economía de Argentina, la gran crisis llegó un año después. De manera insospechada, Latinoamérica logró sortear rápidamente, con respecto a muchos países desarrollados. Sobre todo, el bloque sur conformado por países como Argentina, Brasil o Bolivia. Incluso para su industria de la moda, acostumbrada a una realidad mucho menos fortuita que en Estados Unidos y Europa. De pronto, la moda del continente se veía a sí misma, sin depender del punto de vista de terceros. 

Pero América Latina dista mucho de ser una región uniforme. No es extraño que haya quienes se preguntan, todavía, si se trata de una ficción. Después de todo, el término “L’Amérique latine nace en Francia durante la década de 1860 como parte de un plan conquistador hacia la población hispánica. No obstante, como apuntaba el político Darcy Ribeiro: “Latinoamérica, más que una entidad sociocultural diferenciada y congruente, es una vocación, una promesa”.  Corresponde a sus habitantes, y sólo a sus habitantes, reconocer esas diferencias y reinventarse a partir de ellas.

Particularidades

Ante esta promesa los diseñadores no tienen todas las preguntas, mucho menos las respuestas. Sin embargo, en América Latina hay tantas “modas” como lenguas. Frente a las problemáticas de mercado, hay probablemente un gran tema que mantiene a los inversores globales y marcas con cautela frente al territorio. Ahora más que nunca Venezuela está atravesada por una crisis económica, social y política, pero este tipo de escenarios no han sido inusuales en la historia latinoamericana. En un reportaje publicado en Business of Fashion alrededor de este contexto, la diseñadora Chiara Macchiavello sostuvo: “América Latina tiene un desafortunado estigma cuando hablamos de la forma en que nos ve el mercado global. Por su larga historia de gobiernos corruptos, así como sus contrastes sociales y económicos, a veces somos percibidos como infradesarrollados. Es por eso que algunas personas continúan cuestionando nuestro sentido del estilo”. 

Macchiavelo ha participado en Caravana Americana, la feria de diseño y moda creada en Ciudad de México por Regina Barrios y Alessandro Cerutti. Desde su fundación en 2015 ésta se ha realizado dos veces al año en Ciudad de México, donde ha reunido a cientos de creadores en un espacio de compra-venta. Es interesante mencionar que, al ser un proyecto creado por diseñadores, se ha desarrollado de tal manera que sirva como una plataforma de integración e intercomunicación de la comunidad latinoamericana. En la conferencia de prensa de su octava edición, Guillermo Vargas -fundador y director creativo de la marca mexicana  ⅛ Takamura- mencionó que fue a través de la feria que comenzó a experimentar con textiles peruanos. Un proyecto en progreso que surge a partir de conversaciones con artesanos del país sudamericano.

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2009 también fue el año del brote de influenza A(H1N1) en el entonces Distrito Federal y el Estado de México. La situación fue tan severa que el gobierno federal decidió suspender labores académicas en todos sus niveles como medida preventiva, algo que no había sucedido desde los días posteriores a los sismos de 1985. Muy a pesar de la gravedad de la coyuntura, en ese tiempo la plataforma Mercedes Benz Fashion Week México se llevó a cabo con la postergación de unos cuantos días. 

En aquella edición de otoño/invierno participaron diseñadores como Paola Hernández, quien vive y trabaja en su marca homónima en Nueva York desde que se mudó en 2012. Su colección más reciente es la de otoño/invierno 2019; titulada “Aquí y ahora”, está conformada por suéteres con motivos geométricos y transparencias. A la fecha, sus colecciones se han presentado en París, Londres y Nueva York, y han sido publicados en prestigiosas revistas de moda internacionales. Los tiempos han cambiado, pero la estética de la diseñadora mexicana ha sido coherente con su exploración de lo funcional, si acaso ha agregado mínimos toques de ornamento en los últimos años. En un comunicado de prensa difundido en 2009, se decía lo siguiente sobre su entonces joven trabajo: “Sus colecciones están inspiradas en la evolución de la humanidad y la apertura de la conciencia”. 

Lo cierto es que antes de estudiar la licenciatura de moda en Central Saint Martins, Hernández estudió Filosofía en la Universidad Iberoamericana, lo cual explica los intereses reflexivos de su propuesta de diseño. Actualmente, las preocupaciones de la marca se han extendido a difundir y promover la importancia de la sustentabilidad en la moda. Una necesidad de primer grado que atiende utilizando materiales biodegradables y tintes naturales, además de usar prendas hechas con un solo componente. Esto las hace más fáciles de reciclar, como sucede con la lana merino, el algodón o la seda. 

Consciencia

Así como Hernández, cada vez más diseñadores latinoamericanos se suman a las acciones para desacelerar el cambio climático y las condiciones opresivas de trabajo provocadas por el exigente ritmo del fast fashion. Específicamente, los creadores de la región han visto potencial en la recuperación de técnicas artesanales y tradicionales. En esta línea, Carla Fernández es indudablemente el nombre de referencia en México. No sólo por el ADN inconfundible de la marca -cuadros y rectángulos priman cada colección, inspiradas en nuestra tradición de indumentaria- sino, sobre todo, por su colaboración constante con diversas comunidades indígenas del país.

Entre las voces que tejen el gran relato divergente está la de Alessandra Petersen, nacida en Lima. Mientras que la escena gastronómica es poderosa en Perú, la de diseño era prácticamente inexistente hasta hace alrededor de diez años. Aunque aún falta mucho por hacer, Petersen es una de las diseñadoras más reconocidas por su delicado trabajo en la creación de textiles. Trabaja en colaboración con diferentes comunidades, como los bordadores del pueblo de Huánuco o los tejedores de Hauycán, cerca de Lima. Todas sus prendas son únicas, por lo cual se pueden hacer pedidos especiales, y están hechas de alpaca y algodón Pima, dos fibras oriundas de este territorio.

Colombia

Desde Colombia, Miguel Mesa Posada comparte la postura activista de Fernández: prestar atención a los orígenes de la indumentaria de su país para reconstruirla en una imagen contemporánea. En 2013 dio a conocer una colección sumamente crítica titulada Potosí, en ColombiaModa. Las prendas están inspiradas en formas de cicatrices, hechas con restos de algodón teñido a mano. Una colección-protesta que denuncia la explotación humana que tiene lugar en las minas de América.

No es novedad que el negocio de la moda en Colombia ha prosperado de manera importante en la última década. En este universo, Johanna Ortiz es la diseñadora de mayor reconocimiento. Quizá sea por la constancia en el infalible estilo de olanes sobre tops off-the-shoulders. Así como la importancia de las siluetas reloj de arena en su contexto o la incorporación de colores vibrantes que recuerdan al paisaje colombiano. También ha sido invitada a presentar sus colecciones en la Casa Blanca en Washington, así como en el edificio de las Naciones Unidas en Nueva York.

Cuando Colombiamoda emergió en 1988 la ciudad tenía uno de los promedios más grandes de homicidios en el mundo. Y, naturalmente, era el hogar de la leyenda del narcotráfico Pablo Escobar. Hoy, aún en el largo camino de sanación después de la guerrilla su industria de 8 billones ha adquirido un papel fundamental en la reconciliación del país, luego de 50 años de conflicto. Aquí es cuando se torna inevitable hablar de Pablo Restrepo, diseñador bogotano de voluntad pacifista y fundador de la marca Paloma & Angostura. La firma es conocida por su rama de camisetas básicas creadas por mujeres que salieron de grupos paramilitares, y que ahora buscan una manera digna de reinsertarse en la sociedad. En Perú, Pietá sigue un modelo de trabajo social similar. Prendas de vestir, artículos de marroquinería y zapatos, son trabajados en su totalidad en cárceles, lo que permite a los presos lograr estabilidad económica.

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En un plano general, la región tan salvaje como transparente que nos ocupa en este texto evoca frecuentemente imágenes de sensualidad, típicamente catalogadas como tropicales o exuberantes. Si bien es innegable que las propuestas en este tono tienen más visibilidad ante ojos externos, es en parte porque la moda latinoamericana tiene aún poca visibilidad mediática. 

Es el caso de A New Cross, cofundada por Vanessa Gómez y Nicolás Rivero, que a todas luces escapa al exotismo del folclór colombiano. Una entrega reciente se titula “Todo lo que no tejí”. En una carta abierta firmada por Rivero, explica que “no es una colección, es un proyecto abierto que indaga desde múltiples saberes y técnicas diferentes formas de entender y reinterpretar la artesanía y los oficios. Esto a través del diálogo horizontal y la cocreación entre artesanos, comunidades y el equipo de diseño”.

Como apunta el diario británico Business of Fashion, “probablemente no son lo que el mundo exterior espera de la moda colombiana”. Y eso es formidable. De estética minimalista influenciada por las subculturas punk e industriales, este proyecto ha encontrado su éxito en Asia y Europa. ¿Es esto una ironía? No lo es. Luego de presentarse en la Semana de la moda en París, en 2016, demostraron su maestría en la manipulación artesanal de las tradiciones colombianas. Y al mismo tiempo, probaron su capacidad de sintetizar el presente de su nación en reconstrucción. Esto a partir de piezas que flotan en el silencio de los tonos oscuros.

México

Por el lado mexicano, este año Lorena Saravia cumple una década de existencia. Creada en tiempos de crisis mundial, no sólo sobrevive sino que es una de las marcas más consolidadas de la emergente industria de moda mexicana. Ella ha encontrado una mirada propia, ajena a estereotipos de la mexicanidad en su línea estética sobria, ligeramente masculina y sartorialmente poderosa. Entre vestidos satinados pero antagónicos a lo cursi y minimalismos en un solo tono, en la vitrina de su boutique sobre avenida Masaryk brotan, temporada tras temporada, algunas piezas especiales como las botas vaqueras con aires cosmonautas de la primavera 2018

¿Qué pasaría si intentáramos llevar lo mexicano a la hipérbole, hasta que luzca tan obvio que se convierta en un absurdo? Como repetir una palabra tantas veces que pierda, de pronto, su significado para convertirse en algo más. Esta lógica no es lejana a las puestas en escena de Bárbara Sánchez-Kane. La diseñadora yucateca creó la marca homónima en 2015, y actualmente vive y trabaja en Ciudad de México. En 2016 presentó su primer pasarela en la plataforma de VFILES en Nueva York.

La colección Citizen es frontalmente crítica con Donald Trump, a partir del juego de palabras “No Wall” y “Now All”. Sin reparos, Sánchez-Kane exhibe íconos y objetos de la cultura mexicana. Desde imágenes religiosas hasta el hábil estilismo de sombreros sobre sombreros al infinito, del mismo modo que los utilizan los vendedores de provincia. Y sin embargo, ocurre una poderosa resignificación que no sólo llama la atención a nivel mediático. En poco tiempo ha logrado sembrar preguntas sobre la cotidianeidad nacional, dentro y fuera de ella. 

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Tomar una instantánea que capture cabalmente todos los matices de la industria de moda en América Latina es un propósito a largo plazo. Con suerte, esta entrega comenzará por mostrar el primer bosquejo de lo que viene. Colombia, Brasil y México dominan hoy el bloque en términos de industria de moda, aunque hemos tomado en cuenta a Perú por las importantes implicaciones que tendrá a nivel de diseño su fuerte industria algodonera. La inversión en semanas de la moda y eventos satelitales han sido estimulantes para el presente. Ha iniciado el largo proceso de integración y consolidación de la moda latinoamericana. Sabemos que las incertidumbres elevarán y desaparecerán muchos nombres, pero en el camino hacia la madurez encontraremos nuestras rupturas y nuestras convergencias. Entonces lo sabremos: somos futuro.


  • TEXTO: Carolina Haaz

  • FOTOS: Coolhuntermx

Fecha de Publicación:
Jueves 16/01 2020