Cocina del Convento de Santa Rosa, Puebla, P.Fossas, 2009.


LA TRANSFORMACIÓN DE LA COCINA MEXICANA CON EL PASO DEL TIEMPO Y LOS CAMBIOS EN NUESTRAS COSTUMBRES CULINARIAS.

Hablar de México es hablar de sus regiones, costumbres y por supuesto de su comida. Nuestra herencia culinaria se remonta a Mesoamérica, a la domesticación del maíz, el chile y el frijol. Sin embargo, también esta presente el simbolismo alrededor del fuego y las reuniones que conlleva. El entorno de la cocina se vuelve protagonista en las historias y convivencias familiares, los quehaceres domésticos y las verbenas; porque hacer comida es necesidad básica pero también es deleite a la hora de festejar.

La cocina es un objeto en sí mismo. Es también un repositorio de otros objetos, un sistema creativo que se adapta a sus ocupantes y colabora en los trabajos del cuidado alimenticio en hospitales, escuelas, empresas y hogares. De ahí partimos a estilos: moderno, contemporáneo, tradicional, minimalista, rústico y un largo etcétera, cuya historia resumiré en dos entregas.

El diseño en la cocina

Aunque pudiera ser evidente, la cocina como sistema forma parte de un diseño habitacional, de objeto y de costumbres. Es decir, la cocina funciona como un conjunto en donde se reúne diseño arquitectónico; de mobiliario fijo; de objetos, de sistemas de producción y la relación de todo esto con las personas: su carácter antropométrico y emocional.

Además, el espacio culinario corresponde al sincretismo de usos y costumbres locales y familiares. Incluso a pesar de esa identidad específica, podemos decir que básicamente todas las cocinas contienen lo mismo y cubren una única necesidad primaria. Precisamente en ello radica su presencia protagónica dentro de nuestra historia.

Ciudad de México, Distrito Federal, México, Ca.1910, Instituto Nacional de Antropología e Historia de México.

La cocina antes de los españoles

Una gran área de lo que ahora conocemos como México fue parte de Mesoamérica. Un cúmulo cultural y geográfico que se extiende hacia Centroamérica y que se divide en parte por su clima y por sus recursos naturales; que son cualidades que definieron en gran medida las costumbres alimenticias de los habitantes prehispánicos.

Históricamente confiamos en que las actividades de nuestras antepasadas correspondían a un bien colectivo; a la lectura cíclica del clima, y a la dependencia que todas las actividades tenían en la cotidianidad para fines jerárquicos y rituales.

Cocina tradicional en San Juan Achiutla, Oaxaca, 2020. Fotografía: Eduardo Ruiz Mondragón.

En un principio, el ingrediente primario de la cocina fue el fuego rodeado de tres piedras, por lo que transformó a la cocina en ese espacio que lo cubre, casi con veneración en forma circular. La alimentación se vinculó entonces con ingredientes como maíz, frijol, calabaza, chile, aguacate, insectos y quintoniles, entre otros. Y fueron preparados con objetos básicos de piedra y obsidiana: metates, bancos, vasijas, cantos, utensilios de hueso, mimbre y barro.

Artefactos principalmente ocupados por mujeres, quizá incluso creados o modificados por ellas mismas, ya que dichos instrumentos no corresponden únicamente a su contexto; también a su necesidad dentro de las tareas. ¿Quién sabe mejor cómo será una vasija que quien la usa?

Transformación a raíz de la colonia

Todo lo anterior sirvió como base para mezclarse con las costumbres e ingredientes españoles. Esto generó un sincretismo vigente hasta nuestros días y que dio nacimiento a mucho de lo que hoy llamamos comida mexicana. El encuentro entre Mesoamérica y la cultura ibérica trajo consigo transformaciones que cruzaron hasta la cocina. Comenzó por el desplazamiento jerárquico monoteísta y las distinciones de castas; razones que influyeron directamente en qué se comía y dónde.

Por un lado consideremos que las costumbres culinarias españolas provenían de influencias de todo Europa, árabes y africanas. También nos corresponde reconocer que la cocina ibérica ya era un espacio más complejo pues también incluía objetos metálicos como hornos, calderas, cazos, calderas, parrillas y ganchos. Culinariamente hablando la cocina española trajo especias, trigo, cerdo, cabra, gallina y oveja, entre otros.

La arquitectura cambió y con ello la conformación de sus habitaciones. Las cocinas nobles se mostraron como espacios más complejos y privados, pues había que mantener controlado al fuego y sus peligros, además de propiciar la conservación, secado y horneado de los alimentos. En el caso de la clase baja hablamos de espacios con alimentos menos elaborados, harinas sin refinar y por supuesto, menos proteínas. ¿Alguien dijo cuaresma? 

Cocina poblana por José Agustín Arrieta, 1865, Instituto Nacional de Antropología e Historia de México.

Hablemos pues del sincretismo: las cocinas en la Nueva España combinaron hornos con comales y metates con molinos, herramientas dominadas nuevamente por mujeres. Es curioso que históricamente en ambos continentes se vincule a las mujeres en el espacio culinario. La parte lamentable de la historia es la esclavitud. Los quehaceres domésticos representaron para las mujeres de los pueblos originarios y africanas, el sometimiento a la voluntad hispana. El dominio de la corona y sus costumbres no sólo para cocinar, sino para cualquier otro servicio. 

La forma y espacio de las cocinas también se transformaron pues se incorporaron nuevas actividades que requirieron elevar el fuego. Ya podemos hablar de hornillas altas de leña, barras para manipular ingredientes y hornos con chimenea, que transformaron los espacios circulares a espacios más amplios.  A los objetos de cocina se incorpora la cerámica vidriada y comienza la tradición de talavera que aún prevalece en pisos, paredes y objetos cotidianos. Además podemos considerar la existencia de diversas cocinas: de la nobleza, del clero y el resto. El intercambio, sin duda, fue en ambas direcciones.

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En la segunda parte se abordará el diseño moderno en las cocinas, las actuales y las del futuro.


  • TEXTO: Itayedzin Aragón

Fecha de Publicación:
Miércoles 30/03 2022