Grietas ruderales y zapatistas: diálogos desde el arte y ecosistemas post-urbanos

En muchos de los imaginarios apocalípticos — desde la profecía bíblica al espectacular CGI Hollywoodense— las grietas aparecen como símbolo que anuncia el derrumbe del mundo para dar inicio a otro. Esta figura había tenido una connotación negativa en mi vida hasta que, mientras diseñaba una serie de activaciones colectivas de mi proyecto terminal de licenciatura, dí con las cifras de pérdida de biodiversidad en América Latina y el Caribe —94% en los últimos 50 años (Fondo Mundial para la Naturaleza, 2020)—. Ese momento mi percepción de la catástrofe transmutó al lento proceso con el cual desaparecen los insectos del jardín, los cerros sin concreto y los encuentros con animales no domesticados. Ante estas circunstancias la grieta cambió a una guía para una pregunta, ¿cómo se puede diversificar el mundo de nuevo? 

Grietas ruderales y entornos urbanos 

La palabra ruderal proviene del latín ruderis que significa escombro y se utiliza para describir aquellas plantas que crecen en suelos perturbados como las grietas y cuyas condiciones son sumamente desfavorables, ya sea por ausencia de agua, compactación del suelo, pérdida de nutrientes, u otras.

Ejemplos como los chichicastes (del náhuatl Tzitzicastli que significa ‘arbusto silvestre espinoso’)  y los tepozanes (del náhuatl Tepoztli que significa ‘donde hay cobre’) muestran prosperidad tanto en terrenos baldíos como en paredes en las que se dan todos las condiciones de manera simultánea. No obstante, hay una cualidad crucial para que acontezcan dichas situaciones que no está enunciada en la definición expuesta: las grietas son más fértiles cuando son comunitarias.  

Algunos casos impactantes de grietas son atribuidas a árboles como los hules y los laureles más no representan una potencia fértil para el entorno debido a que, al ser plantas exóticas, son incapaces de participar en muchas de las relaciones ecosistémicas del territorio. Fisuras sutiles iniciadas por un helecho pionero o un quelite rebelde, por otro lado, pueden llenarse de plantas nativas e interacciones ecosistémicas que no se presentan en casi ningún otro espacio de la ciudad. 

Aconteceres más figurativos de grietas pueden surgir entre los descuidos del control humano como en el caso de los cazahuates (entre los nombres que investigué, el más cercano es cuasöhuacuábitl del dialecto mexicano de Tetelcingo, Morelos) que desplazaron parcialmente las jacarandas –árboles exóticos provenientes de Sudamérica— de la Fuente de Cibeles en la Roma y permitieron la llegada de más colibríes, abejorros y otros polinizadores. ¿Esto sugiere entonces que la grieta significa el regreso de la biodiversidad perdida? 

Treinta años de grietas zapatistas

Buscar en la grieta un reinicio es absurdo. Su potencia no radica en regresarle al mundo lo que ha perdido, sino en el hospedar resistencias frente a la expansión de un tipo de mundo inhabitable. Estos procesos que realizan los cuerpos ruderales para metabolizar el concreto y el hormigón en nuevos sustratos para la vida tienen una fuerza tanto metafórica como tangible para la transformación de las estructuras actuales. Movimientos organizados como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), quienes cumplen 30 años este 2024, emplean continuamente la grieta en su retórica para apelar a la germinación de mundos fértiles y diversos. No obstante, tanto las plantas ruderales como les zapatistas se enfrentan con frecuencia los peligros de ser grietas. 

Desde antes de su levantamiento en 1994, les zapatistas y su lucha han tenido que maniobrar las dificultades de un gobierno que no está dispuesto a reconocer la autonomía indígena y  las complejidades de una sociedad atravesada por una cosmovisión colonial y racista. Es de admirar entonces que su convicción política esté basada en relaciones de apoyo mutuo que se expresan tanto en su interés por generar espacios de diálogo e intercambio en los múltiples encuentros que han organizado como en un gran compromiso con otras luchas de resistencia en el globo. Habitar la grieta para les zapatistas es similar entonces a las plantas ruderales: basadas en y hacia las colectividades.

¿Conclusiones o provocaciones pendientes?

La actual configuración de México y sus entornos urbanos son incompatibles con las grietas ruderales y zapatistas. Por un lado, se boicotea el avance de las grietas ruderales con nuevas capas de concreto, el deshierbe indiscriminado y la imposición de una paleta vegetal exótica cuyo valor es meramente ornamental. Por otro, la prosperidad de las luchas por la autonomía indígena tanto en Chiapas como en el resto del país se ve mermada por el hostigamiento y amenaza tanto del gobierno como del narcotráfico y su reconocimiento se enfrenta a los paradigmas de racismo y colonialismo que siguen permeando en nuestra sociedad. ¿De qué formas se pueden trazar ambas grietas para transformar lo que entendemos por territorio? 

Las grietas urbanas son un ecosistema en formación cuyo potencial aún está por descubrirse. Si bien el 94% de la biodiversidad que esta región ha perdido no regresará, existen nuevas vías por las cuales podemos diversificar los cuerpos con los que compartimos espacio. La lucha de les zapatistas y otros movimientos indígenas organizados están intrínsecamente relacionadas con los cuerpos ruderales, puesto que ambos invitan a repensar el territorio desde un enfoque comunitario y ecosistémico. ¿Qué tipo de estructuras y espacios pueden brotar desde una colaboración activa con las grietas? ¿Cómo pueden ser las realidades que germinan en conjunto?, y finalmente, ¿de qué forma agrietamos nuestras ciudades antes de que colapsen?

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*Este texto fue escrito entre los escombros de un camellón —al margen de una feria de arte y una base militar— en donde brotan también los cuerpos ruderales.