PARECE QUE LA CREENCIA EN LA MERITOCRACIA, LA IDEA DE QUE EL ÉXITO DEPENDE ÚNICAMENTE DEL ESFUERZO PERSONAL, ESTÁ MUY PRESENTE DENTRO EN NUESTRO CAMPO LABORAL

Parece que la creencia en la meritocracia, la idea de que el éxito (llámese obtener una beca, exponer en cierto museo, revolucionar el arte mexicano, crear una publicación de arte reconocida, etcétera) depende únicamente del esfuerzo personal, está muy presente dentro en nuestro campo laboral.

Me gustaría revisar 3 ejemplos. El primero:

“Si tú generas un sistema donde todos tengan acceso aunque no tengan pasión, ¡qué weba! O sea, la gente que accede a las cosas es por pasión, siempre, en todas partes, en todo el mundo, seas de la clase [social] que seas. El tipo que mete los goles, la tipa que acaba siendo la secretaria de la asociación financiera… Todos es por pasión que logramos las cosas. Me parece peligrosísimo soñar un mundo donde los logros no valgan la pena”.

Carlos Amorales

Dijo esta frase en una conversación grabada con Irmgard Emmelhainz y publicada hace unos días en el podcast Lágrimas y Risas. Sorprende que la crítica no haya hecho nada por cuestionar a su interlocutor y simplemente se haya limitado a cambiar de tema. No sería la única ocasión en el podcast donde el artista sugiere que es un problema que ahora “vamos a mostrar un videito de Forensic Architecture porque hay que darle chance a todos”, como dando a entender que para él hay gente que merece lo que tiene, que por logro propio llega al museo y aquellos que son expuestos por… ¿Lástima? ¿Corrección política? ¿Cuotas?

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El segundo caso no es reciente, es más una cuestión de cómo hemos escrito la historia del arte contemporáneo mexicano. Sobre La Panadería, el espacio independiente que operó de 1994 a 2002, se nos dice que:

“Después de volver a México graduado de Canadá en 1994, Yoshua Okón decidió ocupar un edificio recién comprado por sus padres y previamente una panadería y convertirlo en un espacio de encuentro, exhibición, diálogo y formación de nuevas propuestas artísticas fuera de los recintos oficiales o de galerías tradicionales.”

Decidió ocupar un edificio recién comprado por sus padres. Decidió. Así, como si la posibilidad de que tu familia te brinde un inmueble para tener tu propio espacio independiente fuera una simple cuestión de elección. Lo hemos hecho sonar tan fácil.

El tercer caso es análogo al segundo.

“Al mismo tiempo, quiso la casualidad que la mayoría de los artistas del Taller fueran hijos de la clase intelectual y artística, de modo que estaban bastante más a salvo de caer en tales prejuicios que los demás. Hablamos ya de Toledo, pero también estaban por ahí Mario Orozco Rivera, un muralista de la segunda generación; Rogelio Cruzvillegas, quien además de maestro universitario y artesano, hacía radio para las comunidades indígenas en Michoacán, y el actor de teatro experimental, Héctor Ortega”.

María Minera en el texto “Autoescuela” sobre los integrantes del Taller de los Viernes.

¿Quiso la casualidad? No es ninguna casualidad que quienes se destaquen en el campo del arte provengan de la clase intelectual y artística, ya que esto puede facilitar el ingreso. Ya sea por haber crecido asistiendo a exposiciones, rodeados de arte, libros, escuchando hablar de ciertos temas o teniendo el apoyo familiar (tanto moral como económico) para poder dedicarse a esa carrera.

“Decidió”, “quiso la casualidad”. Detenernos en estas elecciones de palabras podría parecer irrelevante, sin embargo, estos ejemplos no son solo anecdóticos. Es muy común que los relatos sobre la Panadería, el Taller de los Viernes o a casi cualquier historia del éxito de un agente del arte, dejen de lado las cuestiones de clase y otros factores estructurales que jugaron de su lado para poder consolidarse  —o ser consolidados, mejor dicho— y ocupar un lugar de eminencia en el campo.

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La finalidad de este texto no es defenestrar a personas en particular. Sin duda han tenido propuestas valiosas y sus obras poseen cualidades interesantes, pero esto ya lo sabemos y siempre se nos ha contado.

Lo que me gustaría es que pusiéramos en duda el supuesto mérito artístico, aquel que Amorales parece defender cuando dice que es “peligrosísimo soñar un mundo donde los logros no valgan la pena”. Rebatir la idea de que obtener visibilidad en el campo del arte es sólo cuestión de pasión, una casualidad, una elección propia o algo que meramente tiene que ver con “la calidad artística de nuestra propuesta” —como rezan las convocatorias de  los certámenes—, para contar historias más completas, que no ignoren las situaciones de clase y las desigualdades que están presentes tanto en el arte como en otras profesiones.


  • TEXTO: Obras de Arte Comentadas

  • FOTO: Vanne Flores

Fecha de Publicación:
Jueves 14/01 2021