¿SENTIMOS LOS ESPACIOS QUE HABITAMOS? ¿PODEMOS EXPERIMENTAR LA ARQUITECTURA COMO EXPERIMENTAMOS EL ARTE?
Hacer arquitectura representa varios desafíos: no solo es cumplir con las necesidades fisiológicas del ser humano, sino también las psicológicas e incluso las espirituales.
¿Cómo diseñar un espacio para conectar con nuestro lado espiritual, o simplemente para estar presentes? Poniendo atención a toda nuestra experiencia corporal. Nuestro cuerpo nos recuerda quiénes somos, en dónde nos encontramos en el mundo y cómo lo experimentamos a través de nuestros sentidos.
La vista estimula lo háptico y se extiende a los demás sentidos. Sin embargo, a veces nos limitamos a contemplar, en lugar de experimentar. Contemplamos el arte, que (por las condiciones en las que se encuentran en los museos o lugares que se alberga) normalmente no las podemos tocar, pero existen otras formas de experimentar.
Adentrarnos en el arte
Podemos ver una pintura de paisaje e imaginar qué se sentiría estar en esa atmósfera. Preguntarnos a qué huele el bosque representado en la pintura, cómo el viento que mueve las hojas tocaría nuestra cara, cómo se siente la corteza de los árboles. Poner atención a los elementos que crean los artistas nos permite entrar a su mundo, recordar con todo el cuerpo lo que nosotros hemos experimentado y así adentrarnos en esa atmósfera.
“Vemos la profundidad, lo aterciopelado, la suavidad, la dureza de los objetos; Cézanne decía incluso: su olor. Si el pintor quiere expresar el mundo, es necesario que la disposición de los colores lleve en sí misma este Todo indivisible; sino, su pintura será una ilusión de las cosas y no reflejará la presencia y plenitud que constituye para nosotros la definición de lo real.”
Merleau Ponty, Sens et non-sens
La arquitectura, siendo una de las bellas artes, tiene una ventaja: no tenemos que imaginarnos cómo sería estar dentro de una obra, podemos habitarla y experimentarla.
La dualidad de las necesidades humanas
Habitamos nuestros espacios porque en ellos desarrollamos hábitos que se conectan con nuestros sentidos y por ende con nuestra memoria corporal. Para diseñar arquitectura se debe tomar en cuenta la funcionalidad de un espacio, pero no debe dejar de lado las necesidades existenciales y sensoriales que tenemos los humanos.
Es importante tener iluminación natural, pero en los espacios religiosos y espirituales requerimos de la penumbra. Necesitamos tener ventilación, pero también queremos que el olor del café mañanero se quede un momento. Queremos privacidad, pero nos gusta observar por la ventana lo que pasa en el exterior.
El espacio que complementa nuestras necesidades nos permite habitarlo y existir en plenitud, estar presentes con todo nuestro cuerpo. Juhani Pallasma en su libro “Los ojos de la piel” afirma que la arquitectura significativa hace que tengamos una experiencia de nosotros mismos como seres corporales y espirituales.
El espacio arquitectónico es espacio vivido, no solo visto. La arquitectura tiene lugar cuando interactuamos con ella y el encuentro con cualquier obra de arte implica una interacción corporal.
“Yo soy mi cuerpo”
Gabriel Marcel
“Yo soy el espacio donde estoy”
Noël Arnaud
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Texto por Kenya González, arquitecta, fotógrafa y creativa de la Ciudad de México. Busca fusionar sus disciplinas mediante el arte, la divulgación y volver el internet un espacio museal.
IG: @kenya_gm_
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Texto: Kenya González Mancilla
Fotos: Cortesía
Fecha de Publicación:
Viernes 05/04 2024
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