JUMKO OGATA NOS HABLA SOBRE LA NECESIDAD DE QUE OTRAS POBLACIONES LLEVEN AL CINE SUS HISTORIAS
El cine, además de ser un medio de entretenimiento, expresión artística o de crítica a la sociedad, ha sido también una herramienta de propaganda ideológica a favor de regímenes coloniales e imperialistas a lo largo del siglo XXI y hasta el presente. Ya sea la manera en la que Hollywood manipuló las narrativas acerca de la guerra de Vietnam para ocultar las atrocidades que cometieron las tropas estadounidenses en aquel país o el apoyo que han recibido varias películas de Marvel por parte del ejército de Estados Unidos y Reino Unido, por mencionar algunos ejemplos.
El cine tiene la capacidad de mediar nuestro acercamiento a determinados espacios o sujetxs. Si bien, la mirada de muchxs cineastas blancxs ha impuesto una visión degradante o negativa de lxs sujetxs que retratan, también hay una corriente importante de cineastas indígenas, negrxs y asiáticxs que han utilizado al cine como un medio para subvertir estas representaciones violentas.
Cineastas como Ousmane Sembène con su largometraje “Black Girl”, Sarah Maldoror con “Sambizanga” o Ángeles Cruz con “Nudo Mixteco”, nos muestran diversas formas de resistencia anticolonial así como la manera en la que personas racializadas cuentan sus historias y las de las comunidades a las que pertenecen. Desafortunadamente, es poco accesible la formación como cineasta a gran escala, ya que las escuelas dedicadas a esta disciplina suelen ser elitistas, estar concentradas en las grandes urbes, además de ser muy costosas, por lo que una parte mínima de la población tiene las posibilidades para estudiar y dedicarse al cine.
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En este sentido, en agosto de 2021, la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC) anunció que firmó un convenio con el Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (Conalep) para ofrecer a sus estudiantes la posibilidad de hacer carreras técnicas para trabajar en la industria del cine. Las opciones de estudio son: vestuario, utilería y decoración, montaje de iluminación, construcción y montaje y tramoya para cine y audiovisual.
Asimismo, estas carreras serán ofrecidas en los 308 planteles con los que cuenta el Conalep a lo largo del país.
Durante el anuncio del acuerdo entre ambas instituciones, Mónica Lozano, presidenta de la AMACC, afirmó que “todos estos héroes anónimos hacen que nuestro audiovisual sea reconocido en el mundo”, y en este sentido, vale la pena preguntarse, ¿por qué deben residir en el anonimato?
Esta no pretende ser una descalificación del convenio, ni un desprecio a estos papeles desempeñados en el cine, sino reconocer los matices en torno a la situación. Por una parte, este convenio da lugar a que más personas jóvenes racializadas que no pertenecen a las élites socioeconómicas puedan trabajar en espacios que no han sido históricamente accesibles para ellxs. Asimismo, pensando en la formación técnica que ofrece el sistema del Conalep, resulta coherente la propuesta para introducir a lxs estudiantes egresadxs al campo laboral en un nicho que requiere a personal especializado en estas actividades específicas.
No obstante, también podemos preguntarnos por qué no se plantea de manera paralela la formación de estudiantes para escribir, dirigir, producir o actuar sus propias historias. Sobre todo por el hecho que existe un estigma asociado a quienes estudian en esta institución por racismo y clasismo. En internet abundan los memes sobre el conalep: una variedad de chistes de corte racista, clasista y machistas, que insinúan que quienes asisten a estas escuelas no tienen historias valiosas que contar. En este sentido, es evidente que aún prevalece una idea colonialista sobre el cine, particularmente sobre quiénes tienen el derecho a narrar.
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Esta lógica se reproduce de manera sistémica con la manera en la que se distribuye el acceso a la formación cineasta; en las escuelas de difícil acceso la oferta es mucho más diversa y le da las herramientas a las persona estudiante para formar parte del proceso que prefiera respecto a la creación de películas. Mientras tanto, en instituciones como el Conalep (en la que prevalecen estudiantes racializadxs de clase baja) pareciera que la formación está limitada a aquello que permita asistir a otrxs a contar sus historias, no en desarrollar las propias.
De esta manera regresamos a la declaración de Mónica Lozano; aún cuando personas racializadas que han sido históricamente excluidas de la industria del cine son incorporadas, esta inclusión supone aún un grado de invisibilización, permanecer en las sombras asistiendo en la creación de historias ajenas — no en nutrir las historias propias que podrían contar.
Por ello, es tan pertinente pensar en que las carreras en el Conalep son un importante paso para hacer accesible la producción de cine a sectores de la población en desventaja, como resaltar que existen desigualdades dentro de la industria del cine que se pueden reproducir a través de las personas que tienen acceso a crear y desarrollar las historias que se narran.
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No hay una manera única de imaginar la descolonización del cine, pues depende del lugar y el momento en el que se crean nuevas películas, no obstante, parte fundamental de este proceso es la diversificación en toda su expresión; si bien ahora estamos teniendo la discusión de lo importante que es la diversidad frente a la cámara (en referencia a quiénes actúan, cómo son mostradxs, qué papeles pueden interpretar y los estereotipos que son impuestos) es igual de importante pensar en la importancia que tiene la diversidad detrás de ella.
Por una parte están quienes escriben los guiones, la manera en la que construyen a los personajes, qué historias deciden contar, así como quienes se encargan de los aspectos técnicos y que pueden hacer la diferencia en la manera en la que, por ejemplo, se ilumina a personas de piel oscura de la mejor forma.
Es por ello, que es tan importante reconocer la importancia de estos primeros pasos como continuar promoviendo la formación de jóvenes delante y detrás de la cámara, además de buscar la erradicación de dinámicas de opresión sistémica en estos contextos para hacer del cine una herramienta anti-colonial que nos ayude imaginar nuevos futuros en los que la liberación es posible para todas las personas.
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TEXTO: Jumko Ogata
Fecha de Publicación:
Martes 14/09 2021
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