LOS TRABAJOS DE LA CULTURA POPULAR HAN ESTEREOTIPADO A PERSONAS DE ORIGEN ASIÁTICO EN MÉXICO
En los medios y productos culturales mexicanos se han cimentado buena parte de los estereotipos racistas que persisten en la actualidad. Como se abordó en la edición anterior, estas representaciones caricaturizadas se encargaron de definir a un tipo de mujer negra con base en su capacidad para ser cuidadora. Ahora bien, para esta edición, hablaremos acerca de la representación racista de mujeres asiáticas que se popularizó durante el siglo XX a través de la historieta (y posteriormente telenovela) “El pecado de Oyuki” de Yolanda Vargas Dulché.
Vargas Dulché, también conocida como la “Reina de las historietas”, nació en 1926 y murió en 1999 en la CDMX. Sus historias aparecían regularmente en la revista “Lágrimas, Risas y Amor”, publicadas por la Editorial Vid, de la cual ella y su esposo eran propietarios. Hasta la fecha ha recibido reconocimientos y homenajes por su trayectoria, y por tener una carrera prolífica en la creación de historietas, fotonovelas y telenovelas. Es reconocida por ser la creadora de Rubí, Memin Pinguín, Yesenia y el Pecado de Oyuki, por nombrar algunas de sus series.
Aunque fue una escritora prolífica, es importante también hablar de las representaciones estereotipadas y racistas que creó; pues se cimentaron en el imaginario colectivo de muchas personas mexicanas. Éstas influyeron de manera inevitable en la manera en la que percibieron a personas negras o asiáticas, por ejemplo.
“El pecado de Oyuki” fue una historieta cuya trama fue escrita por Vargas Dulché e ilustrada por Antonio Gutiérrez, publicada inicialmente en 1949, con una reedición en 1975 y posteriormente en 2006. También fue publicada como fotonovela y en 1988 Televisa produjo una telenovela, protagonizada por Ana Martin.
Orientalismo
Para entender por qué esta serie contiene representaciones racistas sobre las personas asiáticas es necesario tomar en cuenta el orientalismo; entendido como una perspectiva etnocentrista que impone una manera de entender el mundo occidental sobre contextos ajenos. En otras palabras pretender explicar a todas las culturas del mundo a través de esquemas rígidos europeos y blanqueados. En este caso, la mirada occidental impone una serie de represiones, proyecciones y deseos sobre “el Oriente”.
El concepto “orientalismo” fue acuñado por Edward Said para referirse a estereotipos impuestos por la mirada occidental hacia las personas de medio oriente. No obstante, también es válidos para Asia del este (extremo oriente). A través de esta perspectiva, Asia del este es definida a través de un énfasis en su “otredad”, es decir, en reiterar lo extraño y peculiar de los lugares, las personas y las culturas. La persona “oriental” promedio está construida como una generalización, con una carga de inferioridad inherente ante las personas “occidentales” (blancas). Estas narrativas sobre el Orientalismo nacieron en la academia occidental, y es a través de ella que se reiteran. En el caso de Japón pensemos en el texto de Ruth Benedict “El crisantemo y la espada” de 1946.
A través de esta perspectiva “el Oriente” es un espacio lleno de pasividad y excentricidad, donde las personas tienen una tendencia hacia los regímenes déspotas. La moral de Japón, por ejemplo, es vista como exótica, extraña y hasta absurda. “Todo está al revés”, y la mirada occidental les juzga por no adaptarse a los valores que la modernidad exige.
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Ahora bien, sabemos que las personas que narran, no importa cuál sea su medio, transmiten también su manera de ver y entender el mundo a través de sus palabras y descripciones. Por ello, en palabras de Masao Miyoshi, en su texto “Off Center”, plantea que las historias relatadas desde occidente sobre el oriente dicen mucho más de las personas que las escriben (y leen); más que sobre las personas o culturas que supuestamente retratan.
Por ello, cuando leemos o vemos esta obra de Vargas Dulché, más que una mirada hacia cómo es Japón o las personas japonesas, es más valioso entenderlo como los juicios y prejuicios que tenía la escritora respecto a “Oriente”. Si leen algunos extractos extractos de la historieta, o la sinopsis[1] de la trama, el hombre blanco del que se enamora pretende “rescatarla” de esa cultura “que la reprime” y que está llena de costumbres “arcaicas e injustas”; por lo que ya se encuentran varios juicios sobre la sociedad y cultura japonesa del momento desde la mirada de un hombre blanco inglés.
Asimismo, es fundamental señalar el contexto de producción de la telenovela, pues en lugar de contratar a una actriz mexicana de origen asiático, decidieron poner a Ana Martin en Yellowface.
El Yellowface es la práctica a través de la cuál personas blancas se maquillan para interpretar personajes asiáticos. Busca marcar al cuerpo como “oriental” opuesto a la blanquitud. Esta práctica exagera los “rasgos raciales” que se han designado como “orientales”; ojos rasgados, sobremordida y piel color amarillo mostaza[2]. Dichas representaciones son deshumanizantes y reproducen estereotipos dañinos, causando consecuencias negativas y violentas en la vida cotidiana de las personas de origen asiático. De esta manera, no es aleatoria la elección de Martin; aunque sí fueron contratadas personas mexicanas de origen asiático para otros roles en la novela, el personaje principal se disfrazó utilizando yellowface para que pudiera mantenerse como un “otro”, como un ser exótico y misterioso.
En México
En la telenovela se hace evidente la contraposición entre la naturaleza sumisa de Oyuki ante los abusos de su hermano y la actitud de las mujeres blancas, que son “modernas”. Se transmite el mensaje que claramente estas últimas se mueven y expresan con libertad, incluso que son más felices.
Aunque para algunos pueda parecer excesivo criticar una novela producida durante 1988, hay que destacar que cuando salió, la serie fue todo un éxito. Muy pocas personas tenían (y tienen aún) la oportunidad de viajar a países asiáticos y tampoco existía el internet para conocer otras realidades o investigar cómo es posible en el presente.
Una gran cantidad de personas que leyeron o vieron esta serie se quedaron con la idea de Japón y las personas japonesas a partir de la mirada (y prejuicios) de una persona blanca mexicana. Además, esta novela aún es reconocida como obra paradigmática en la televisión mexicana, pero hasta la fecha que escribo este artículo aún no he visto alguna crítica a la manera racista en la que retrata a las personas japonesas ni del uso de yellowface, por ejemplo, en este video del programa “Hoy” transmitido en 2018[3].
En él, la actriz Ana Martin reconoce que se estiró los ojos hasta lastimarse, y que le pintaban la piel de un color “rosa-amarillo”. Asimismo, su personaje es una versión hiper sexualizada y mal entendida de la geiko (geisha) y por eso sus escenas de semi desnudo se encuentran incluso en la secuencia de créditos. No sólo es un personaje exótico por su forma de vestir y sus costumbres; su atractivo sexual es fundamental, pues es parte de su construcción a partir de una mirada occidental que la convierte en fetiche. Al final del día Ana Martin se podrá quitar el disfraz de “oriental” sin preocupaciones.
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No obstante, las personas de origen asiático que vivimos en México nos vemos obligadas a enfrentarnos a las consecuencias de representaciones como las que ella creó. Para la escritora, “El pecado de Oyuki” no fue más que una historia divertida que inventó, pero para las mujeres asiáticas es una representación que cosifica, que deshumaniza.
Desde mi abuela Namiko a quien le decían que era de una raza maligna cuando era niña, hasta a mí, que me preguntan que si soy extranjera (aún cuando mi bisabuelo migró hace más de cien años a este país). Por ello es fundamental seguir analizando y criticando estas series y novelas que mostraron una versión fabricada de las personas asiáticas en México; la variedad de lenguas, culturas y tradiciones tan diversas que fueron homogeneizadas bajo el velo de “lo oriental”.
[1] Disponible en https://es.wikipedia.org/wiki/El_pecado_de_Oyuki_(historieta)
[2] Para mayor información consultar: https://www.teenvogue.com/story/yellowface-whitewashing-history
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TEXTO: Jumko Ogata
Fecha de Publicación:
Miércoles 25/11 2020
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