¿SEÑALAR LA CONTRADICCIÓN, LA INCONGRUENCIA O LA HIPOCRESÍA?
La cultura de la cancelación ha traído a discusión y puesto en evidencia el racismo, la lgbtfobia o el abuso en cualquier esfera de nuestras vidas. Eso me parece muy valioso. Muy necesario. Hoy se vuelve evidente cuando una novela o serie “envejece mal” y lo que antes pareciera pasar desapercibido, hoy es políticamente incorrecto e inaceptable.
¿Qué nos ha traído la cultura de la cancelación?
Ha puesto sobre la mesa términos como blanco, racista o gentrificador al usarse a manera de adjetivo o verbo: ‘Gentrificar la paca’, ‘gentrificar los bailes de salón’ o ‘los blancos privilegiados’. Pero me parece hay riesgo de traer confusión, ya que el análisis queda muy por encima de lo complejo que pueden volverse el abordarlos. Se quedan en hilos de 280 caracteres o carruseles donde más que informar, provocan (hemos aplicado esa, lo acepto).
Hace poco leí un hilo de Twitter sobre “la blanquitud” y cómo ha cooptado las luchas sociales partiendo que, la blanquitud es una ética regida por el capitalismo. La verdad me dejó muy confundida y después de leer al filósofo ecuatoriano Bolívar Echeverría, que trajo a la mesa este término (citado en dicho hilo), me confundí todavía más.
No me puse a leer a los sociólogos y teóricos para intentar entender como opera el concepto de la blanquitud, partir del mito del mestizaje (para esto te invito a leer a Jumko) o la política identitaria para escribir este texto. Tampoco voy a negar que urge dialogar sobre ello, pero en la interlocución activa y desde otros lugares y en diversidad de pensares.
El hilo que cito anteriormente surgió a partir de la polémica con Poder Prieto, su directora Maya Zapata y Luz Valdez (tema viejo dirán algunxs). Y a partir de este acontecimiento escuché o leí por ahí términos como el “racismo amoroso”, el “feminismo patriarcal” o “blanquitud sistémica”; y demás conceptos que, me generaron duda y desconcierto, pero revelaron la voracidad de la cultura de la cancelación. O tal vez, sólo querer subirse al tren opinando al respecto.
Pero regreso al tema de la representación o “darle voz” a las comunidades artesanales, a partir de la polémica citada anteriormente, ya que seguía con muchas dudas. Por lo que Aída Naxhielly nos compartió su perspectiva, quien a su vez decidió hilar su texto con el de Nancy Vázquez y Frida Hyadi Díaz. Son muy pertinentes sus diálogos textileros y reflexiones que recomiendo mucho leer.
Otro tema de efervescente discusión fue la pasarela de una marca de lujo en el Centro Histórico el pasado 20 de mayo; tema del que quisimos posicionarnos con cuestionamientos en lo que se cocina un texto periodístico. Y establecer si es apropiación cultural y extractivismo o no; que si el uso del arte de protesta o que si tuve un mal uso del término “alta costura” y demás menesteres. Vamos a desmenuzar punto por punto ya que el suceso tiene muchas lecturas. Además, estamos a la espera que Secretaria de Cultura responda a nuestra solicitud de transparencia ante el INAI. Faltan aclarar muchas cosas si el gobierno estuvo implicado en esto.
Como medio, este fenómeno de la cancelación también nos ha exigido mucho, que se traduce que tener que hacer mejor nuestro trabajo. Que si publicar o no —al reclamarnos— “a puros hijos de papi en nuestro especial Menores de 30” (por cierto, te recomiendo echar el ojo a la edición anterior y en julio salimos con el listado de este año); que si promover o no el trabajo de un artista denunciado en #MeTooArte o un restaurante con prácticas laborales abusivas. A este paso no publicaríamos a nadie.
Mejor una cultura del cuestionamiento
Aunque por otro lado, me gusta más pensar en la cultura del cuestionamiento, aquella que nos permita hacer preguntas en lo público, en lo compartido; y qué mejor, a mi parecer, sin usar términos rimbombantes y académicos de por medio para propiciar mejor escucha. La redes sociales han democratizado y hecho visible muchas realidades y diversas vivencias.
Sin embargo, la cancelación está en auge, al menos eso me ha hecho creer mi burbuja en el timeline de Twitter. El entusiasmo por cancelar es mayor, que por analizar o dialogar. No es para menos, seamos honestxs, hoy todxs tenemos cola que nos pisen y cualquier paso en falso basta para desacreditar y poner en duda nuestra congruencia y nuestra ética. Porque al final de eso se trata, poner en tela de juicio que tanto somos congruentes con lo que decimos y hacemos.
Hoy puede ser contraproducente proclamarse feminista/antiracista/activista/buen empleador o marca “justa”, pero no actuar acorde a, y en cambio, apropiarse de manera superficial del movimiento en cuestión. Aclaro, esto no debería ser motivo para doxear o cancelar públicamente sin ningún fundamento; aunque sí servir para poner sobre la mesa temas urgentes que se han visto beneficiados del silencio.
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