¿LOS DE LA CODEÍNA?

Sobre el consumo acrítico, la reproducibilidad de objetos sonoros -que responden a identificaciones sociales- industrias generadoras de economías culturales, y la sublimación de la necropolítica.

Fotografía por Sofía Manzano.

Banalización, unificación y estandarización de lo mexicano

Problematizar y entender que lo ‘mexicano’ es una ficción identitaria. Nombrar como ‘Regional Mexicano’ fue una manera de englobar las muchas músicas que se producen, comparten y se escuchan en todo el territorio de México.

Es imperante cuestionar por qué la industria musical estadounidense homologó varios géneros musicales como uno solo. Y es necesario desmarcarse de esa designación. No es lo mismo: corridos = tambora = sierreño = cumbia texana = boleros = chilenas = charangas = rancheras = boleros = polkas = duranguense = mariachi = norteñas = banda = huapangos = sones = cumbias = corridos tumbados. Es importante diferenciarles.

El desarrollo de una sonoridad deviene de el entramado social -bastante complejo- propiciando (recurrentemente) que un género musical sea la amalgama de diversos procesos culturales, dinámicas sociales y momentos históricos. Pensemos en los flujos migratorios, las condicionantes de establecer y permanecer a una región, y en las fronteras -tanto geográficas como ideológicas-. Sobre todo, la temporalidad y el intercambio (obligado) cultural.

Antes de determinar si un género musical tiene un impacto negativo, o si su alcance mediático puede ser mal interpretado con la posibilidad de detonar en una forma de atentar en contra del orden establecido es preciso entender y conocer el proceso de consolidación, modificación, hibridación y mercantilización de los corridos.

Corridos tumbados: Natanel Cano a Peso Pluma

Se tiene que saber que los corridos se plantearon en un principio como ‘Poemas’. Posteriormente, dieron pauta a los autores para componer y proponer la existencia de los corridos románticos; y con la libertad de escritura se desarrollaron los corridos revolucionarios. –Relatos sobre los ‘Héroes Históricos Mexicanos’ que nos brindaron libertad– a través de la insurrección y la lucha de clases. Luego, llegaron los corridos transculturados. No obstante, estos siempre se identificaron por narrar la historia de los personajes -reales o ficticios- rindiendo un homenaje o como un regalo para la posteridad.

Los corridos se han bifurcado a través del tiempo, por temáticas específicas, contextos históricos y sociales particulares, y sobre todo, de la experimentación sonora y de los elementos musicales que los conforman. Podemos apreciar la existencia de los narco-corridos, corridos verdes, alterados, progresivos y bélicos.

Las fronteras, tanto en territorio como en pensamiento, son un factor determinante para el intercambio y el entendimiento de lo que engloba el proyecto de Estado – Nación Mexicano para las personas que residen dentro y fuera de tierras ‘mexicanas’. Los corridos tumbados tienen como precedente un movimiento fronterizo de jóvenes mexicoestadounidenses conocido como TAKUACHE CUH (Trokiando Cuh), y se afianzaron en los escuchas mediante una comunidad –virtual– gracias a la identificación como los $ad Boyz 4 Life. Y en los últimos cinco años, los corridos tumbados se han ido gestando como un género musical, una forma de vida, un posicionamiento político y de clase que derivó e impactó en la industria musical mexicana, estadounidense, y recientemente, en la industria cultural global.

No obstante, no se deben de relegar ni invisibilizar a ciertos músicos, compositores y cantantes que se volvieron figuras significativas e hitos en la construcción de los corridos como un género musical propiamente ‘mexicano’: Antonio Aguilar, Los Tigres del Norte, Los Tucanes de Tijuana, Chalino Sánchez, Lupillo Rivera, Joan Sebastian, Valentín Elizalde, Ariel Camacho, El Tigrillo Palma, Tito Torbellino, Alfredo Olivas, Gerardo Ortíz y Komander, por mencionar sólo algunos.

Criminalización, banalización, despolitización

Los corridos no son glorificación o apología al crimen ni a los ‘criminales’ en sí mismos. La violencia es palpable, sólo que la lógica dominante se ha encargado de criminalizar las expresiones culturales del sector ‘popular’ para mantener el control, y esto comenzó con la prohibición de los mismos debido a su ‘supuesta’ relación con el narcotráfico. La crítica es necesaria, pero adjudicar la problemática social a un género musical que se ha popularizado, exime al Estado, limitando sus funciones y obligaciones. Pensar en la necropolítica es fundamental para entender el entramado social: capitalismo tardío – colonialidad – patriarcado, y cómo este opera en México.

La detracción se basa, principalmente, en el racismo para emitir su opinión sobre estas propuestas sonoro – musicales. Y en estas, se encuentran demasiada información incrustada para entender el contexto social e histórico, al igual que la memoria sonora y afectiva de las personas que transitan un territorio, y se asumen como ‘mexicanes’. Sin embargo, es más fácil responsabilizar a los proyectos musicales que al estado fallido y a la necropolítica. Dejemos de creer que la ‘música’ educa o tiene una responsabilidad ética-moral basada en la congruencia y en los valores civilizatorios blancos. Unx se aprehende de ella y esta nos atraviesa todo el tiempo, como el mismo sonido.

Alucínes y globalización

Las plataformas digitales, cómo TikTok y lxs influencers se han encargado de banalizar los corridos, principalmente los tumbados. Y malentendieron a los corridos bélicos; cuando posiblemente muchxs de ellxs criminalizan (en demasía) el consumo de sustancias ‘ilícitas’, y aborrecen la mal llamada ‘narcocultura’.

El rápido reconocimiento y la popularidad de los corridos tumbados es, y va más allá, de lo sonoro-musical. Se tendría que entender cómo una disputa cultural desde una escena bi-local (en México y en ciertas partes de USA), en tanto al territorio. Tendríamos que apreciar esta expresión trans-local y virtual, “constituidas por el dominio discursivo, y atravesada por flujos étnicos, raciales, identitarios y —de género—” (Deleuze) cuyo fin es generar economías culturales.

Indiscutiblemente, no a todes nos atraviesa y nos determina cierto contexto cultural porque no experimentamos las mismas dinámicas sociales que son pertenecientes a ciertas regiones, que también se rigen con sus propios códigos, acuerdos, modos y costumbres. Ser y estar en México, no implica que todxs lxs mexicanxs vivamos de la misma forma. Al final, consumimos productos culturales y artísticos que no entendemos ampliamente porque no encarnamos en su totalidad los relatos y las vivencias; sólo nos quedamos con una canción, un tiktok, un vídeo, y unas fotos en IG.

En este caso, escuchamos rolas sobre la CH y la Pizza, pero no vamos a comprender cómo en ciertas regiones se vive el conflicto armado, y cómo les afecta directamente a las personas la violencia propiciada por el narcotráfico. Y no hay que ignorar esta circunstancia: el prohibir los corridos, no subsana el daño que causa el Estado, el Capitalismo y la Blanquitud.

Blanqueamiento de los corridos tumbados

Es válido disfrutar y consumir los corridos tumbados, pero cuando se hace conscientemente enriquece la experiencia musical. Seguir las tendencias y referenciar a ciertos artistas sólo porque lucen de cierta forma o porque las estrategias de mercado sí logran manipular a las masas, es lo que provoca que ciertos procesos violentos como blanquear un género musical impacten desfavorablemente.

Consideremos lo que significa que cierto grupo social pasará de llamarles NACOS a lxs escuchas de corridos, a autoadscribirse y nombrarse BÉLICOS, tiene un trasfondo político y social, y que sucediera en tan poco tiempo es de reflexionarse. De llamarle música ‘agropecuaria’ a posicionar exponentes mexicanos en los charts musicales globales, principalmente los que se basan en parámetros de USA. Es algo ilusorio, el epítome de Occidente moldea y se ajusta a la demanda; hay elementos extramusicales que escapan de las métricas. Sin embargo, Peso Pluma suena en todos lados, y no nos vamos a sordear con ese fact.

Están blanqueando y mercantilizando algo que sólo se ve y se escucha cool porque lo volvieron algo de admirarse y digno de aspirar. Subvirtieron la racialidad que había en la expresión musical. No obstante, el sesgo vivencial queda de lado. Incluso con mi especulación, relego la experiencia situada —el hablar desde un regionalismo— nos brinda un contexto más cercano a una experiencia más real. Soy de Ecatepec, no de Sinaloa.

Personalmente, no puedo solamente aceptar que se blanquee tal cosa ‘o tal género musical’ sólo porque así es el ciclo de la vida. Si lo hiciera, provocaría que este proceso, que al final es violento, y una expresión del soft power se siga enarbolando. Y ser consciente de lo que ocurre -sonoramente- a nuestro alrededor nos ayuda a denunciar y cuestionar el desarrollo de narrativas y discursos hegemónicos.

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Los corridos no son malos, ni son buenos; son corridos, nomás. No sé si es lo más representativo de México —actualmente— pero está con madre escuchar un requinto acompañado de la tarola y los instrumentos de viento en todos lados. Hasta ganas dan de jalarse a la bandona pa’ vaciar botes.


Fecha de Publicación:
Jueves 11/05 2023