¿CÓMO HACER UNA PRÁCTICA DE DISEÑO REGENERATIVO?

En la primera parte de este artículo, abrimos el diálogo acerca de las características y los retos de los modelos de desarrollo sostenible y regenerativo. También mencionamos el enorme reto al que se enfrenta el diseño frente a la postura de la regeneración. Plantear un diseño regenerativo, desde el entendimiento actual que tenemos del diseño, no sólo es un reto, sino una quimera.

Si tomamos como premisa que la meta de la regeneración es regresar y potenciar la salud de un ecosistema, en el que nos incluye; la producción masiva de bienes basada en la explotación desmedida de recursos no deja espacio para pensar en ello.

Hablamos con Cointya Oviedo, diseñadora industrial que comenzó hace más de un año un proyecto de investigación sobre biomateriales. Un auténtico esfuerzo de diseño de ciclos cerrados y de una postura de responsabilidad frente al diseño.

Su postura es clara y partió de aquellas epifanías que ocurren en la vida, en su caso en el supermercado. Cointya se empezó a cuestionar todo lo que implica este entorno que hemos creado repleto de cosas y materiales. La forma en la que compraba y consumía la llevó a pensar: ‘Esto nunca lo vamos a poder esconder debajo de la alfombra… ¿Qué es lo que seguimos haciendo con la basura hoy en día?”.
 

El diseño prosperó amparado por la libertad de no tener consciencia. Nadie cuestiona por qué, para qué y cuánto se produce. Porque el diseño responde a un sistema que necesita crear satisfactores para necesidades no primarias de las personas. 

Todo el entorno material que te rodea influye en la construcción de tu persona y la refleja. Lejos de la discusión sobre el gusto, a través de la disciplina se han diseñando miles de millones de artículos desechables e innecesarios. También hay ejemplos de arquitectura y urbanismo terriblemente deficientes.

Por un lado se satisface un ego de creador, postura totalmente antropocentrista. El diseñador cree que crea, pero nunca pensamos en el impacto real del diseño; sobre todo este diseño de millones de unidades, que termina construyendo una realidad material para las personas. Y en mi opinión, llega a la última consecuencia de motivar estados psicológicos nada benéficos.

En una cultura donde además creemos que tener más significa un mayor logro social. Y que tristemente se traduce en automóviles sin llantas que llevan décadas en la acera de enfrente; en obras negras con castillos al aire: Diseñar por diseñar, adquirir por adquirir. Pero cuando hablamos de diseño, ¿a qué nos referimos exactamente? 

Como objeto de análisis, el diseño es un problema que puede entenderse dentro de varias esferas que coexisten y se interrelacionan: 

  • La social como un fenómeno cultural.
  • La económica, como una industria ligada a la extracción y transformación de recursos para la producción de bienes y servicios .
  • La ecológica, que puede abordarse desde la antropología física.

Desde el enfoque antropológico, el humano se caracteriza por ser la única especie que ha generado un entorno artificial; así, cualquier intervención humana en la naturaleza es una acción de diseño o una falta del mismo, en un sentido físico-ecológico.

Esto va desde dejar basura en cualquier lugar, levantar un muro fronterizo que interrumpe migraciones animales u ocasionar un incendio forestal. Pero del mismo modo, ocurre con la huella ecológica de todos los productos y servicios que generamos de manera constante. 

En lo económico-social, entendemos al diseño como una actividad de la que dependen las industrias creativas en su conjunto y, las disciplinas proyectuales clásicas: la arquitectura y diseño gráfico, de producto y de modas; que son punta de lanza para hablar de temas como impacto ambiental y sostenibilidad, así como para generar tendencias y líneas de desarrollo. 

Desgraciadamente, la discusión se ve velada en la mayoría de los casos por el socorrido greenwash, que en su forma más burda es mercadotecnia pura. Literalmente usa una etiqueta verde o una leyenda de reciclable como estrategia comercial para hacer a un producto “ecológicamente amigable”; pero en los mejores casos reporta prácticas superficiales de mitigación de impacto ambiental.

Cointya comparte que no hay una regulación sobre el diseño o un Plan Nacional de Diseño; sobre todo tratándose de un momento donde todos deberíamos cuestionar el punto de no retorno en la crisis ecológica que se tiene encima. La diseñadora también recalca que nadie pone límites sobre lo que se produce; ni qué va a pasar con los desechos que esto genera ni los recursos que consumen.

El diseño está en un punto de quiebre donde precisamente podemos solucionar esto, del diseño depende la posible regeneración sistémica.

¿Y qué es lo que ella está haciendo en realidad? Como parte de una nueva generación de diseño, sus preocupaciones son compartidas con muchos emprendedores que quieren buscar respuesta a la misma pregunta: ¿Cómo hacer una práctica de diseño regenerativo?

Empezó a pensar en la basura, los empaques de la comida que compraba y entonces hizo memoria en cómo eran las cosas antes del plástico. ¿Cómo eran las cosas antes del metal y del vidrio? Comenzó a poner especial atención en las frutas y en cómo algo tan delicado como su cáscara puede proteger a la pulpa. Se trataba de un material vivo y de agentes externos.

La envoltura de los alimentos

Muchas culturas han usado hojas de vegetales para guardar, soportar y transportar alimentos. La hoja de maíz es un ejemplo en México: la envoltura de la semilla que se convierte en alimento. Puede contener al alimento procesado y te permite comerlo directamente del mismo empaque. También existen platos ecológicos de almidón de maíz. Ni siquiera es necesario procesar un plato, la hoja es el plato.

Cointya descubrió que los biofilms bacterianos son formas de crecimiento que tienen ciertas bacterias para generar una película o capa adherente. El sarro de los dientes o el limo del desagüe son un ejemplo de estos crecimientos, mismos que suelen ser asociaciones simbióticas de microorganismos. También se presentan en las madres de ciertos fermentos como el vinagre o la kombucha, según la diseñadora.


Es evidente que esto continúa en una etapa experimental y donde hay que diseñar la técnica de producción del material. En este momento existe un modelo replicable para generar un material de biocelulosa bacteriana a partir de las cepas con las que he experimentado y aislando de manera empírica para generar el fermento. 

Estas bacterias tienen la capacidad de asociarse y crear una capa aislante en un medio acuoso. Generan una especie de nata en la superficie del medio en el que crecen. Es una medida de protección para la colonia simbiótica contra posible daño; especialmente de otros tipos de bacterias que pudieran competir por crecer en el mismo medio. 

Esta nata, aislada y deshidratada, produce materiales que emulan otros. Van del rango de un papel quebradizo como la piel exterior de una cebolla, a un cuero para tapicería. Lo que es brillante en este proyecto es que la materia prima son desechos orgánicos.

Me parece un sinsentido ecológico usar elementos que provienen de fuentes de alimento para hacer biocelulosa. ¿Qué sentido tiene usar azúcar y té, que es un alimento de uso humano, para alimentar un cultivo de kombucha? Es como usar almidones para hacer bioplásticos. Son recursos con su propia huella ecológica que podrían destinarse para beneficio alimentario. 

Cointya afirma que al usar desperdicios orgánicos no hay una entrada real de recursos o de energía que tenga que ser suministrada al sistema. Ella comienza de un desecho para alimentar el cultivo. La bacteria es un agente vivo del proceso y se convierte junto a su biopelícula en el material final. Después de tener muchos resultados sobre la generación del material, la diseñadora quiere iniciar un protocolo de producción y, lo más importante, experimentar en aplicaciones.

Uno de los resultados más sorprendentes que ha tenido fue con un cultivo que dejó abandonado debido a un cambio residencia de meses. Cuando regresó, se encontró con una película tan gruesa, resistente y flexible que imita las características de un cuero animal. La diseñadora sigue reviviendo el cultivo y estudiando los cambios de sus propiedades con sucesivas rehidrataciones.

Cointya afirma que al tratarse de un material que se genera a partir de una bacteria, las condiciones ambientales del medio de crecimiento determinan mucho del resultado. Actualmente estudia distintas condiciones de crecimiento, inhibidores de bacterias patógenas, reguladores de pH, aditivos para hacer más flexible el material y elaboración de composites entre el biofilm y cargas de material orgánico. Esto ha dado como resultado un material biológico que al final de su vida útil es 100% compostable y sólo requiere de agua y desechos orgánicos para su desarrollo, detalló la diseñadora.


  • TEXTO: Juan Barriopedro

  • FOTOS: Cortesía

Fecha de Publicación:
Lunes 16/05 2022