REFLEXIONES QUE EXPLORAN LA ESCENA DEL ARTE CONTEMPORÁNEO, EL DISEÑO Y LA CULTURA VISUAL EN LA CIUDAD DE MÉXICO; UN ENFOQUE ESPECIALIZADO, MIGRANTE Y CON UNA MIRADA DESDE EL SUR GLOBAL.

Con este texto, doy inicio a una serie de reflexiones exclusivas para Coolhuntermx, en las que exploraremos la escena del arte contemporáneo, el diseño y la cultura visual en la Ciudad de México. Lo haremos desde un enfoque especializado, migrante y con una mirada desde el Sur Global. El objetivo es aportar nuevas perspectivas críticas a las prácticas, proyectos y actividades relacionadas con las disciplinas creativas en la ciudad.

El valor de la Semana del Arte en México

Indudablemente, la Semana del Arte en México se posiciona como el evento cultural más destacado en el ámbito de las artes visuales y el arte contemporáneo en el país. Cada año, este evento da cabida a nuevas propuestas estéticas que se exhiben tanto en las renombradas ferias ZⓈONAMACO, Material y Salón ACME, como en las más modestas pero igualmente importantes ferias como BADA, Clavo y Quipo. Además, surgen otras ferias alternativas y especializadas, como “todo-mundo” e Index art book fair, que amplían la diversidad de expresiones artísticas presentes durante esta semana tan significativa para el panorama cultural mexicano.

La semana se convierte en una vitrina viva donde numerosos actores locales buscan destacar por sus obras, mientras que galerías, art advisors y coleccionistas aprovechan para dinamizar el mercado artístico y sus capitales.

Hablemos del mercado de arte contemporáneo en esta semana

Las ferias representan pilares fundamentales en la economía del arte contemporáneo. Atraen a una amplia variedad de compradores, coleccionistas privados, instituciones públicas y corporaciones, junto con todas las economías satélites y servicios asociados a estos eventos. No cabe duda de que ferias como ZⓈONAMACO y Material, gracias a su considerable inversión en artistas de renombre, curadores expertos y una programación rica en experiencias culturales, se han convertido en las plataformas más importantes para la generación de riqueza y patrimonio a través de productos culturales.

Estos eventos son sistemas de transacción diversificados entre arte y entretenimiento que involucran a galerías de alto calibre, con la capacidad financiera de participar en múltiples plataformas de comercialización, así como galerías de mediana trayectoria que ya cuentan con una red de coleccionistas nacionales e internacionales, y galerías emergentes que ingresan al mercado con producciones frescas y que lo apuestan todo para hacerse visibles y acceder a una nueva cartera de clientes.

Un ejemplo de gestión de espacios y galerías emergente es ZⓈONAMACO SUR, donde se exploran las prácticas de artistas y proyectos provenientes del Sur Global. Este tipo de escenario da foco a un grupo de profesionales poco representados en la escena del arte contemporáneo. Sin embargo, esta participación también revela una estrategia artificial que manipula la noción de diversidad, de inclusión social y económica. En realidad lo que subyace es la necesidad de competir en un mercado del arte que, lamentablemente, pone a prueba nuestras más cuestionables herramientas de explotación y acumulación, no sólo en términos de capital económico, sino también en los ámbitos social y cultural.

En los últimos años, hemos presenciado cómo este modelo tradicional de ferias, enfocado en la exhibición, el mercado y la colección, se ha expandido a diferentes escalas de la economía local. Han surgido nuevos formatos de ferias de arte, como el Salón ACME, que desafían la gestión, presentación tradicional de proyectos y representación de artistas; aunque siguen reproduciendo el modelo tradicional de explotación del arte.

Las interrogantes: El fantasma de la vorágine del arte

Surgen interrogantes sobre el modelo de mercantilización del arte contemporáneo que estamos construyendo para los actores locales. ¿Quiénes acumulan el capital económico y simbólico, y quiénes son los explotados? ¿Es sostenible el modelo actual? Estas son cuestiones cruciales que requieren una reflexión profunda en el ámbito del arte contemporáneo.

Entendemos que el valor económico de una obra o proyecto de arte contemporáneo puede verse influenciado por una serie de factores, que van desde la reputación del artista o los gestores, hasta la rareza de la obra, su condición, su procedencia y, en muchos casos, por factores especulativos, como las tendencias del mercado que actualmente incluyen el impacto de las redes sociales.

Surge una problemática cuando estas obras de arte, gestores locales o proyectos se ven involucrados en plataformas de comercio que intentan replicar los modelos tradicionales de las ferias de arte, pero sin contar con los recursos económicos, humanos y profesionales necesarios. Esta situación ejemplifica una de las consecuencias del agotamiento del modelo de economía del arte actual donde se hacen cada vez más presente las situaciones de desequilibrio: la oferta excede a la demanda.

Los gastos de producción, sostenimiento o ganancias de estas pequeñas ferias (oferta) en su gran mayoría terminan siendo subsidiados o absorbidos por los proyectos artísticos y artistas que pagan por un booth, que en su aspiración de hacer visible y legitimar su producción, recurren a este tipo de plataformas que terminan presentando propuestas con poca calidad expositiva y en sus actividades, o sin un programa claro que permita destacar los proyectos presentados y no cuentan con una cartera de coleccionistas integral.

Estas ferias se convierten en economías fantasma, donde los inversores, tanto artistas como gestores, se ven desencantados al no lograr las transacciones comerciales esperadas para cubrir su inversión. Al mismo tiempo, estos eventos crean una sobre oferta y se convierten en semilleros de desesperanza, donde tanto los espacios, los proyectos artísticos, como sus productores luchan por mantener su fortaleza emocional ante un modelo cada vez más desigual y obsoleto.

Pero, ¿cómo puede el arte contemporáneo construir una producción material, simbólica y de pensamiento que vaya más allá de las dinámicas tradicionales de la obra de arte como mercancía singularizada? ¿O estamos estancados en la creación de plataformas, eventos y productos artísticos que solo responden a la tradicional estructura de exposición, mercado y colección?

Es evidente en la historia económica que abordar el mercado del arte como uno convencional y simplemente exhibir destrezas técnicas y analíticas resulta insuficiente. Este terreno está minado por una diversidad de comportamientos sociales, subjetividades y decisiones con profundas raíces psicológicas y motivaciones humanas, que van desde la búsqueda de la belleza estética y la conexión histórica, hasta las necesidades de acumulación y creación de patrimonio basado en el disfrute y el gusto personal.

Lo que podemos procurar es desarrollar y modelar nuevas formas de aproximación económicas al arte, menos extractivas y más equitativas para los creadores, con reglas claras para los intermediarios. Se trata de convertir lo que parece inexistente en algo tangible, real.

Esta reflexión nos invita a considerar modelos alternativos de economía para la Semana del Arte en México, que prioricen el cuidado, la calidad de las propuestas y la redistribución de los capitales generados.

Se podría argumentar, en crítica a estas reflexiones, que para que un mercado funcione eficazmente, basta con tener una libertad de acción e información. Sin embargo, en la práctica, ni siquiera contamos con esa libertad, ni con la información que transparente las formas de operar de este mercado; y muchas veces esta libertad enmascara prácticas de explotación y extractivismo ocultas tras la fachada de la monetización del arte.

Es esencial desentrañar la otra cara, menos evidente, de esta moneda. Si logramos crear un mecanismo para comprender la forma en que opera este mercado y las dinámicas de acumulación de capitales, también podremos idear nuevas formas de distribución y replantear el modelo económico que actualmente prevalece en todas las ferias de arte. De lo contrario, seguiremos siendo los artistas quienes sostienen la estructura de la pirámide.

Un ejemplo inspirador fue el enfoque de la 35ª Bienal de Sao Paulo, que priorizó conceptos como la redistribución, la escucha y el cuidado de las personas, los espacios y los territorios. Este enfoque estético busca trascender más allá de la institucionalidad y las políticas monetarias convencionales del arte. Es hora de iniciar una conversación sobre una economía del arte más inclusiva y “pluriversal”, que explore el imaginario más allá de la simple monetización de la expresión artística.

**************

Juan Carlos León. Artista ecuatoriano que actualmente reside en México. Su trabajo se caracteriza por tener una constante identidad híbrida, su producción explora el desarrollo de paisajes y “visualizaciones de datos sensibles”, esculturas electrónicas, robóticas y automatizadas que incluyen procesos experimentales de investigación científica que unen la cultura y la naturaleza, el arte y la ciencia.


Fecha de Publicación:
Jueves 22/02 2024