Materia cardinal, del diseño local a la producción local

De acuerdo al diccionario de Oxford Languages, una de las definiciones de la palabra cardinal es la siguiente: Que proporciona el punto o la base fundamental para posteriores desarrollos.

En este sentido, me gusta pensar en la materia como un punto de partida con infinitas posibilidades de transformación. Un ejemplo cotidiano, y que tal vez la mayoría de las personas hemos agradecido, es la existencia de la papa. Basta con buscar en internet recetas de cocina con papa para obtener decenas de escenarios posibles para la modificación del elemento: papas fritas, puré de papa, papa al horno, papas en mantequilla…

Ahora, si nos situamos en la disciplina del diseño, la papa también comienza a presentarse en formato de material para la producción de objetos. Por nombrar un ejemplo, Chip[s]Board ltd ha desarrollado un material basado en cáscara de papa condensada para crear tableros que pueden utilizarse en la fabricación de una amplia variedad de objetos como mobiliario.

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Además, su slogan me parece de lo más interesante:

“Revolutionary bio-plastics made from food that we leave behind”

Así como Chip[s] Board ltd, existimos quienes nos hemos interesado específicamente en la recuperación de residuos agrícolas como materia prima para la industria manufacturera. Pero, antes de imaginarnos una nueva Revolución Industrial en la que todo lo que se produce a gran escala estará hecho de materiales reaprovechados (biológicos y sintéticos), debemos cuestionarnos esta gran escala.

Hace unos días, en la Plataforma Activa de Diseño, conversábamos acerca del diseño para contextos locales. Algo que me motiva mucho dentro de mi proyecto en la PAD, es precisamente esta búsqueda de lo local, voltear a ver nuestro alrededor para identificar oportunidades en nuestros desechos, y retomar saberes y prácticas ancestrales para avanzar hacia una industria más consciente.

Entender el entorno y todos los procesos de la cadena de producción es fundamental para la práctica del Diseño Circular. Para obtener desechos agrícolas de cualquier tipo, se entiende que primero tiene que existir una industria agrícola que los genere y que no somos ajenxs a ésta, sino que la agricultura se encuentra directamente vinculada a nuestros procesos de obtención de materia prima.

Aquí se nos presenta una primera limitante que no debemos pasar por alto: la cantidad de materia prima existente. Quienes trabajamos con desechos agrícolas locales, estamos sujetos a la disponibilidad de la materia, que a su vez, depende de la cantidad de fruta, verdura o planta producida. Una segunda limitante para quienes trabajamos con frutos de temporada (como el tamarindo, en mi caso), es que el material no se encuentra con la misma facilidad durante todos los meses del año.

Entonces viene la pregunta, ¿cómo cubrimos las necesidades de la industria para contar con el material suficiente a gran escala? Y a mí me gusta replantearla de la siguiente manera, ¿por qué no pasar de una producción industrial gigantesca y desmedida a una producción local y controlada? ¿Por qué no tener en cuenta la capacidad real del planeta y los recursos para adaptar nuestros modelos de producción a contextos locales?

Dicen que quien no conoce su historia está condenado a repetirla, por ello no debemos perder de vista los errores humanos que nos han llevado a la sobreexplotación de los recursos naturales y las consecuencias que la producción industrial desmedida ha tenido en nuestro entorno.

Al replantear nuestros modelos de producción para situarnos en contextos locales, podríamos imaginarnos que en nuestra casa hay mobiliario (o cualquier objeto) que se diseñó y fabricó en un municipio cercano, que además los materiales de los que está hecho se obtuvieron en mi Estado y que cuando haya terminado su vida útil, puedo encontrar maneras de reinsertarlo en las cadenas de producción dentro de mi ciudad. ¡Qué maravilla sería!