UN ENSAYO DE JIMENA ACOSTA SOBRE AQUELLAS GRANDES O PEQUEÑAS RUTINAS Y RITUALES QUE FUNGIERON COMO UN ANCLA DE ESTABILIDAD DURANTE LA PANDEMIA
No salir de casa a trabajar o escribir en un café, en semanas, que se convirtieron en meses, fue al principio, muy raro. Y mientras que el tiempo pasó, se volvió más difícil continuar con rutinas y rituales que nos hacen compartir la vida con los demás, y que nos preparan para empezar un día nuevo. A muchos, ya les daba ya igual bañarse, perfumarse y ponerse anillos o aretes. Los rituales coquetos, quedaron a un lado y dieron pie, en muchos casos, por las especulaciones de cuánto estarían ahorrando en agua, o gas si solamente te bañas dos veces a la semana.
Para mí dichos rituales aparentemente banales, no desaparecieron sino por el contrario, se convirtieron en algo más significativo; funcionaron como las anclas que me permitieron pasar del lunes al martes, al miércoles con un sentido del tiempo. Seguir usando joyas, en especial seguir usando aretes, le dió un color a todos mis días de encierro durante los meses inciertos de pandemia de 2020.
Rituales paganos con algo de religioso
Elegir cada mañana después de bañarme, cuál me pondría fue no solo un ejercicio de pura vanidad, sino una manera de darle la bienvenida al nuevo día. Aunque, sabía desde tempranas horas de la mañana que el día no tendría tantas novedades, tendría interacciones con pocas personas y que muchas cosas serían muy parecidas al día anterior, y al anterior a ese. Pero en esa calma, me dí chance de ponerme las cosas más bonitas que tengo, las cuáles cuentan una historia de mi gustos y mis afectos.
De los que más he usado desde el primer encierro son un par de aretes diseñados por Marta Carmela Sotelo (mi primer par de la diseñadora). Me los regaló mi novio Emiliano en una visita a la Galería de Diseño Mexicano de Carmen Cordera (pionera e incansable promotora del diseño mexicano) cuando estaba en Polanco. Me maravillaron las delicadas geometrías irregulares que cuelgan de un bastón dorado, y han sido de mis preferidos por años.
Otro de mis pares favoritos que también usé mucho en esta pandemia son unos aretes de plata que encontré en Tane. La plata parece papel doblado tal y como un origami, y en el momento que los ví me enamoré, volví tres veces más a la tienda a probármelos; hasta que me los compré. En ese momento no sabia que también los había diseñado Marta Carmela en colaboración con Tane, sino hasta que en una visita a su estudio, platicando con ella me lo contó. Confieso que Tane y sus piezas han estado en mi vida desde hace décadas con regalos de cumpleaños y navidad, y mis nuevas favoritas son unas arracadas doradas que me regaló mi madre.
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También usé mucho un par de aretes de la diseñadora brasileña Mana Bernades, son largos hechos de fibra óptica, gris con unos flequillos y transparentes. A pesar de estar hechos con un material sencillo y común, se ven muy finos. Y aunque antes los usaba solamente para ir a cenas o fiestas, ahora me han acompañado muchos días de juntas por zoom. Otro de mis favorito es una una hoja chapada en oro, bellísima, diseñada por Gabriela Artigas; es la figura de una sola hoja, larga, y solitaria, no tiene par, es así, y me la pongo del lado derecho. Me recuerda cuando a los 16 años me ponía solo un arete que habría encontrado en un puestito de artesanos de Coyoacán. La verdad la calidad de los materiales no era la mejor, pero las combinaciones de piedras, y volúmenes hechos con hilos de plata me parecían muy interesantes.
Usar esta colección de joyas fue durante momentos de incertidumbre un ritual personal aparentemente inútil, que desafió el sinsentido de los días con un juego. A veces los rituales paganos tienen algo de religioso. Al ver tu propia historia a través de una colección de objetos de plata, oro y fibra óptica, te recuerda la persona que has sido, que te ha gustado, y quien te ha amado.
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