EL CONSUMO ALREDEDOR DEL FENÓMENO BARBIE.

“Barbie”, dirigida por Greta Gerwig contaba con una anticipación desmedida por parte de la audiencia; prometía ser todo lo que esperábamos y más. La película cumplió con las expectativas e incluso las superó. Tan sólo en México se vendieron 1.5 millones de entradas para el 20 de julio, día del estreno, recaudando 107 millones de pesos.

Más allá del discurso evidente de la película que se ha discutido ampliamente sobre si Barbie es feminista o no; un punto que no ha sido explorado extensamente es el alcance de la campaña de mercadotecnia. Principalmente su influencia en nuestro acercamiento a la película como producto. Se estima que el presupuesto dedicado a su campaña fue de 150 millones de dólares, que incluso excede el costo de producción de la película.

Además, se hicieron colaboraciones con otras compañías y marcas para crear productos que celebren el estreno. Desde una casa en renta en Airbnb que imita la casa de ensueño en Malibu, California, hasta los vasos conmemorativos de Cinépolis. Existe un aliciente hacia el consumo generalizado con todo lo que sea remotamente rosa o relacionado con Barbie.

Además en los días previos al estreno fueron frecuentes las publicaciones en redes sociales de personas que pedían sugerencias porque no tenían ropa rosa para ponerse ese día, seguido de publicaciones que anunciaban una colección temática de marcas como Zara o C&A. En consecuencia, gran parte de lxs asistentes al cine para esta película fueron con ropa rosa o alusiva a la muñeca. Se tomaron fotos grupales o saludándose entre sí con un entusiasta “Hi Barbie!”, aunque no se conocieran.

La parafernalia alrededor de una película

De esta manera, la experiencia Barbie deja de ser una sencilla ida al cine, sino todo el ritual en el que se sitúa — elegir un outfit adecuado, ir a tomarse la foto a la enorme caja de muñecas que está en la entrada del cine, y sentirse coqueta con el vasito rosa con una “B”. Es un espacio de diversión aparentemente inocente, en el que pueden participar todas las personas que vayan al cine.

Cuando fui a ver la película, mi experiencia fue precisamente la que acabo de describir; lo que me sorprendió fue ver a muchas personas formadas afuera del cine. Faltaba aún una media hora para que abrieran y en teoría ya todo mundo tendría su boleto. Además, los asientos están numerados, por lo que sería raro que se formaran para agarrar lugar. En cuanto abrieron las puertas me di cuenta que era para comprar el vaso exclusivo que iba a vender Cinépolis. Todas las personas corrieron hasta la dulcería, algunas para comprar el vaso y otras sencillamente para llenarlo (al parecer, se vendieron previamente en algunos cines). Rápidamente se volvió una cuestión de exclusividad; quiénes tenían el preciado producto y quiénes no alcanzaron.

Algunas chicas miraban soberbias a las demás, orgullosas de ser de las pocas suertudas que lograron obtener el codiciado objeto. Otras sencillamente fueron a comprar su vaso y no entraron a alguna función en ese momento. Sentada en una banca viendo el ajetreo, pensaba repentinamente “¿debería pararme a ver si aún hay vasos?”. Había tanta emoción y atención en torno al consumo, que sentía que debía unirme. Y gracias al capitalismo, no sólo somos espectadores de una película o serie, sino que se nos invita a formar parte de ella.

Una parte importante de este sentido de pertenencia es consumir —los productos “oficiales”, comprando la membresía, el espacio exclusivo para fans…objetos que no sólo nos certifiquen como “parte de” una comunidad, sino que nos permitan demostrar en el espacio público nuestra afición. Desde la selección mexicana de fútbol hasta Harry Potter, estas expresiones consumistas de nuestros gustos no son recientes ni se limitan al cine. La intención es utilizar nuestras emociones, sobre todo la nostalgia por la infancia, para atraer a un público cautivo a consumir todo lo que les recuerde a ese periodo de la vida. Principalmente, lo que veían en la tele y ahora, los juguetes con los que jugaban.

Existen maneras de crear comunidad y convivencia sin centrarlo alrededor de nuestros hábitos de consumo. Sin embargo, es cada vez más complicado debido al hecho que las mismas corporaciones fomentan esta auto-identificación y alusión a las emociones. En el caso de Barbie, hay que recordar que entre 2011 y 2015 bajaron en un tercio las ventas totales de la muñeca. En buena medida, porque los estándares de belleza centran a las mujeres blancas, rubias, de ojos azules, delgada y con proporciones humanamente imposibles.

¿Inclusión en la película de Barbie?

Era una figura que estaba quedando atrás en una sociedad que se atrevía cada vez más a hablar de los dañinos estereotipos y roles de género. Fue entonces que Mattel, la compañía a la que pertenece Barbie, tuvo que aprender a adaptarse a su mercado o retirar definitivamente a este juguete. En respuesta se creó la colección “Barbie Fashionista” en 2015. Se trataba de una serie de 24 muñecas en la que existían 8 tonos de piel distintos y diferentes texturas y colores de cabello. Un año después, salieron al mercado muñecas de diversas estaturas y tipos de cuerpo. Por ello, es cuestionable si realmente se esté revolucionando la imagen original de este personaje porque haya un interés sincero en cuestionar los ideales que ha representado a lo largo de 74 años de existencia.

Más bien, se trata de  un intento por convertirla en lo que mejor reciba el mercado. Ni tan revolucionaria que sea realmente disruptiva, ni tan conservadora que aburra a las audiencias jóvenes a las que trata de atraer. Cuentan con que las mujeres y personas femme que jugaron con muñecas irán por ese sentimiento de nostalgia de la infancia (el personaje de Gloria es quien media esta perspectiva). Y además, cuentan con que esas generaciones llevarán a sus hijxs a ver la película, exponiendo así a una nueva generación a querer y desear tener una Barbie.

Aunque el mensaje final de la película y la muñeca es “sé lo que quieras ser”, no deja de ser llamativo que la Barbie que más atención recibe es la estereotípica. Hay un par de Barbies “distintas”, pero esa diferencia sigue siendo muy limitada y dentro de los cánones de belleza convencionales. Hay una Barbie gorda, pero es blanca e híper femenina. Hay dos Barbies negras, pero ambas son delgadas y con rizo sueltos.

Hay incluso una Barbie trans, pero el final de la película nos recuerda que la Barbie original es cis y que va al ginecólogo. Prueba de esta exclusión velada es el caso de Ernesto, un chico que fue vestido de rosa a ver la película al cine, que fue objeto de múltiples burlas y humillaciones en redes sociales. ¿Por qué ensañarse específicamente con él? Porque es un cuerpo que no cumple con los estándares que pone Barbie — es un hombre moreno, femme, en un cuerpo gordo. Y de esta manera arbitraria se determina quiénes tienen derecho a disfrutar de la imagen de Barbie y a quiénes se elige humillar por no cumplir con las características poco reales de la muñeca, continuando así con la imagen dañina que siempre ha representado el personaje.

Por mucho que nos presenten alternativas de la Barbie original, toda la historia remite finalmente a mujer “ideal” que así como fue nuestra compañera de juego. También fue la primera lección de racismo, misoginia, transfobia y tantas otras formas de opresión estructural.

La película hace una breve crítica a sí misma, reconociendo los puntos que acabo de mencionar, pretendiendo estar en la misma página que las nuevas generaciones conscientes de la violencia estética. Sin embargo, el mensaje con el que nos deja es que, a pesar de existir una gama ligeramente más diversa de Barbies, la historia más importante sigue siendo la de la original —la blanca, delgada y rubia. Barbie deja de usar tacones pero su cuerpo cumple con la mayoría de los estándares de belleza, sólo son ligeramente más relajados. Dejar los tacones por chanclas de marca no cambia radicalmente las ideas en torno a la belleza y cómo se deben ver las mujeres.

Por último, en vista del éxito de Barbie, Mattel ya está desarrollando películas en torno a otros de sus juguetes. Nos esperan mas oleadas de nostalgia a la infancia con Polly Pocket y Hot Wheels para fomentar el consumo desmedido. Esto, con el propósito de diversificar los ingresos de la compañía ya que la venta física de juguetes no está siendo suficiente. Así que nos esperan más proyectos ante los que debemos ser críticxs. No caer en los discursos románticos que sólo pretenden que compremos otro objeto conmemorativo que se empolvará en nuestras casas.

Esto nos deja con algunas preguntas. ¿Cómo podemos ser espectadores de la película sin obligarnos a ser algo que nos han dicho que debemos ser? ¿Es posible disfrutar estas películas sin caer en el consumo desmedido? ¿Hay que dejar estos objetos de la infancia en el pasado?


  • TEXTO: Jumko Ogata

  • FOTOS: Cortesía

Fecha de Publicación:
Martes 08/08 2023