¿DEDICARSE AL ECOSISTEMA LITERARIO SIN HABER ESTUDIADO LETRAS?

En las últimas semanas se han dado una serie de discusiones en el mundo literario. Qué es o no es, a quién la pertenece, y quién tiene derecho a  analizarla “correctamente”. Estas discusiones se han dado a partir de  algunos artículos y comentarios publicados en redes sociales por personas que se dedican a literatur. También por parte de personas académicas, escritorxs con trayectoria o que se dedican a la  crítica. Con el propósito de evitar el acoso en redes no haré mención de sus nombres ni obras en particular donde publicaron sus opiniones.

Cabe destacar que son personas privilegiadas, cuyo problema principal parecería ser la presencia de personas que no consideran “dignas” dentro de los espacios literarios — ya sea como ganadoras de premios prestigiosos o como personas dedicadas a la divulgación y la docencia. Asimismo, la decisión de omitir las identidades de las personas viene de mi propósito para discutir este tema.

¿El derecho de escribir sólo si estudiaste Letras?

Más que hacer una crítica a unas pocas personas en particular, quiero mirar al contexto en el cuál se llevaron a cabo estas declaraciones. Opiniones ampliamente celebradas por otras personas del gremio. Me parece que no son posturas excepcionales, son más bien, la consecuencia natural de la lógica bajo la cuál se nos enseña a hablar de la literatura en espacios académicos. Con esto, me refiero a la misoginia, racismo y elitismo a través del las cuales se construye el canon.

Al igual que las demás disciplinas basadas por estándares eurocéntricos que consideraban como única forma válida de crear y existir la producida en contextos y en los estilos europeos, explorando temáticas limitadas. Luego entonces, se valoraba lo que más se asemejara a su propia forma de creación, y lo que no era similar se despreciaba como incorrecto. No precisamente se trata de una lectura que no les gustara, sino que su misma existencia era un insulto para la “buena literatura”.  

Por otra parte, la noción misma del escritor es parte fundamental de la legitimidad percibida en torno al derecho a escribir. Por ello, muchas mujeres históricamente han publicado utilizando un seudónimo de  hombre, ya que se descalificaba a las mujeres en automático por ser consideradas incapaces de escribir de forma seria. Tal fue el caso de escritoras como Aurore Dupin, que escribía bajo el seudónimo “George  Sand” y era famosa por escandalizar a la sociedad al vestir pantalones y fumar en público. Asimismo, la disidencia sexual y de género también fue vigilada y castigada, escritores muy famosos como Oscar Wilde fueron condenados por ser homosexuales.

Opresión sistémica en el mundo literario

Por otra parte, en el siglo XVIII, una parte importante del movimiento abolicionista fue gracias a la existencia de textos escritos por personas negras que habían sido esclavizadas. Narraban sus vidas así como sus experiencias de esclavitud y libertad. Este hecho también fue disruptivo porque se había deshumanizado a tal grado a las personas africanas y afrodescendientes, que se consideraban animales, incapaces de leer, escribir y tener historias propias. Este es el caso de escritores como Olaudah Equiano y  Phyllis Wheatley, quienes escribieron sobre sus vivencias en Inglaterra y  Estados Unidos respectivamente.  

También hay casos como el de Alejandro Dumas padre, que a pesar de ser uno de los mayores representantes de la literatura francesa, pocas veces se reconoce por tratarse de un hombre negro cuya abuela fue esclavizada en Haití. También sus textos estaban inspirados en gran medida por las hazañas de su padre, Tomás Alejandro Dumas, un general  negro del ejército francés.  

Estas personas tuvieron que oponerse a una gran cantidad de prejuicios y opresión sistémica durante sus vidas. Aunque tuvieron oportunidad de publicar, continuaron otras formas de violencia simbólica en la que se cuestiona si pudieron haber escrito realmente sus textos.

La escritura como medio de denuncia

En contraste, en los últimos años se han dado conversaciones sobre estas formas de violencia presentes en el mundo literario — desde abordar episodios particulares sobre la vida de algún escritor o escritora hasta  eries enteras dedicadas a recuperar la obra de personas cuya escritura se enfrentó a obstáculos sistémicos (por ejemplo, con la colección  “Vindictas” de la UNAM). Estas recientes iniciativas han provocado una  respuesta de indignación por parte de quienes componen el canon. 

Precisamente porque les enseñaron cual era la literatura “correcta” e  “incorrecta”. Pero además, si llegaron a los lugares que tienen dentro de la academia o en el espacio de la crítica literaria, es porque realmente “saben”. Han creído en el discurso colonial que dice que un grado  académico supone cierta superioridad por encima de la persona común y  corriente. Por ello, cuando ven que se abre ligeramente el panorama para admitir a personas históricamente excluidas del mundo literario, la  respuesta surge de esta superioridad enseñada generación tras generación — ¿Con qué derecho gana un premio tantas veces una mujer?  

¿Cómo se atreve alguien de barrio a escribir utilizando lenguaje coloquial?  Y claro, la supuesta inclusión forzada que presente en todos los espacios de la sociedad. Es decir, la idea que personas negras, mujeres, personas con discapacidad en espacios de toma de decisión; o publicadas por grandes editoriales, se debe a una necesidad de “mostrar diversidad” y no por los  méritos de la persona en cuestión.  

¿De qué nos sirve incorporar estos discursos? ¿Por qué poner rejas a la literatura cuando históricamente es un espacio que permite la liberación a través de la enunciación de la voz propia?  

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Sin duda el reconocimiento tardío a la obra de personas históricamente violentadas le resulta incómoda al canon. No obstante, debemos cuidarnos de no creer en los argumentos “racionales” y “objetivos” que  afirman que nuestra presencia es un favor.

La escritura es un medio de denuncia, de expresión y de imaginación que no puede pertenecer a grupo muy reducido de personas. La literatura es  de todo mundo, y es hora que el mundo literario en México (y el exterior)  se de cuenta de una buena vez. De lo contrario, tendremos los mismos espacios anquilosados donde reina la pretensión y el elitismo en lugar de lo que (en teoría) nos atrajo a todxs a este mundo — el amor por los libros. 


  • TEXTO: Jumko Ogata

Fecha de Publicación:
Jueves 30/11 2023