EL CINE QUEER DE MUJERES Y SU IMPACTO SOCIAL EN LAS PERSONAS LGBTQ+

Muchas personas queer solemos tener dificultades durante la adolescencia cuando apenas estamos explorando nuestra sexualidad y expresión de género. Además, dependiendo del contexto en el que estemos, nos enfrentamos a una variedad de obstáculos para explorar nuestra identidad sin arriesgar nuestra seguridad.

El internet ha probado ser una herramienta fundamental para crear y formar parte de comunidades en línea donde podemos encontrarnos con personas similares y aprender sobre la historia de las personas LGBTQ+ en el contexto local o general. No obstante, considerando que los sistemas de opresión definen qué series y películas son producidas y distribuidas a nivel masivo, por lo general el material de fácil acceso suele centrar a personas blancas.

Por ejemplo, durante mi propia adolescencia, la producción audiovisual sáfica de mayor distribución era La vida de Adele de Abdellatif Kechiche y Carol de Todd Haynes, y en el caso de las series The L Word o la tercera y cuarta temporada de Skins (de Reino Unido).

Estas historias no sólo hablaban únicamente de relaciones lésbicas (en su mayoría entre mujereres blancas), sino que una parte fundamental de las narraréis era la naturaleza trágica de la identidad sexo-diversa. Si teníamos suerte había un final feliz, pero por lo general se trataban de películas que parecían regodearse en lo infeliz que podían hacer a sus protagonistas y la imposibilidad de sus intereses románticos.

De cualquier manera, tuvieran final feliz o no, eran narrativas que resultaban totalmente ajenas para una persona como yo. No sólo por mi experiencia vivida como persona racializada, sino porque mi propia experiencia como mujer queer no está definida por la opresión. Si bien, me he tenido que enfrentar a violencia lesbofóbica; no creo que esto sea lo único que valga la pena narrar de mi forma de encarnar la diversidad sexual.

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Ya he escrito en otras ocasiones sobre la importancia del lugar de enunciación a la hora de contar una historia; ya sea a través de la literatura o del cine; pero es importante señalar este punto de nuevo porque además de influir en la autenticidad de la narrativa, también influye en la forma en la que se entienden estas experiencias.

Por ejemplo, la forma en la que Kechiche y Haynes muestran los deseos, dificultades y objetivos de las mujeres a las que retratan está atravesada por una parte, por la perspectiva trágica señalada anteriormente; también con un tinte de pasividad en el que las protagonistas parecen objetos a los cuales les ocurren cosas más que sujetos de agencia y acción. Además, en el caso de La vida de Adele, el director recibió críticas y señalamientos debido al maltrato que ejerció en contra de las actrices protagonistas; e incluso Julie Maroh, la autora del texto original en el que fue basada la película escribió una denuncia a la forma en la que Kechiche retrató las escenas sexuales.

En sus propias palabras, “una exhibición brutal y quirúrgica, exuberante y fría, de dizque sexo lésbico, convertido en pornografía”. Como jóvenes mujeres, ¿qué significa para nosotros vernos representadas de esta manera? ¿Qué podemos imaginar en nuestros futuros si somos mostradas de esta forma deshumanizante?

Por el contrario, aunque no tengan el mismo acceso a grandes plataformas de distribución, sí existen proyectos muy valiosos que son acerca de mujeres sáifcas. Particularmente mujeres negras e indígenas, que muestran otras realidades en torno a nuestras identidades y experiencias.

No es coincidencia que estas sean creadas por mujeres lesbianas que se han esforzado no sólo en ofrecer historias de amor entre mujeres, sino a contarlas en los propios términos, con la dignidad y respeto con la que ellas mismas se han enunciado.

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Tal es el caso de The Watermelon Woman, de Cheryl Dunye, una cineasta negra lesbiana estadounidense, cuya película es un “documental falso” que sigue la historia de Cheryl (una versión ficcionalizada de la autora) que se empeña en buscar la historia de una actriz negra después de verla en una película de la década de los 30 en el que no ponen su nombre en los créditos, llamándola “la mujer sandía”, sin más.

Esta película muestra algunas formas de violencia lesbofóbica, racista y misógina a las que seguramente se enfrenta Cheryl Dunye en la vida real, no obstante, la película no comienza ni termina en la opresión.

Por el contrario, es una historia que no sólo habla sobre la importancia de conocer y preservar la memoria colectiva de mujeres negras sáficas, sino que es una película divertida, que aborda con humor la búsqueda de continuidad histórica de la protagonista.

La cineasta estadounidense Dee Rees también es un ejemplo acerca de las películas que reclaman el poder de narrar en términos propios, ya que de la misma manera que Cheryl Dunye. Su película Pariah, también está basada en sus propias experiencias en la juventud; tiene un tono de esperanza que vislumbra un futuro de posibilidades y de vivir la propia verdad.

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Nudo Mixteco de Ángeles Cruz, quién es mexicano, narra las relaciones lésbicas entre mujeres mixtecas haciendo énfasis en las posibilidades y sueños de la pareja, no en la violencia sistémica.

En el caso de las cineastas mencionadas, es interesante destacar que sus películas están basadas en cierta medida en sus propias experiencias vividas y en sus respectivos contextos culturales. Tienen un tono sí de denuncia y de hablar acerca de la variedad de realidades a las que mujeres como ellas se enfrentan; pero van más allá de estos elementos.

En las redes sociales suelo señalar cuando las películas muestran experiencias estereotipadas de personas racializadas y/o parte de la comunidad LGBTQ; suelo recibir comentarios del tipo: “Ah, claro, para la otra que hagan una película de un afroindígena trans gay jajaja”.

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Cuando nos enseñan que existen categorías rígidas que conocemos como “minorías” pareciera que formar parte de varias de ellas es algo imposible; ¿por qué querríamos definirnos desde tantas formas de opresión? Pero aquí es donde señalo una vez más el poder de la persona narradora. Podemos tener identidades diversas y complejas, pero esto no significa que nos definimos desde la opresión.

Significa que formamos parte de muchas comunidades y que queremos contar nuestras historias para que sean preservadas para las nuevas generaciones como nosotras. Nos narramos porque nuestras vidas importan; nuestras vidas están llenas de alegría y gozo. Esto mismo es una forma de rebelión ante un sistema que quisiera vernos miserables, y por ello las vamos a seguir contando.


  • TEXTO: Jumko Ogata

Fecha de Publicación:
Martes 27/07 2021